Posted by : Unknown domingo, 18 de febrero de 2018

En términos periodísticos diría que The Post no sería el gran reportaje que colmaría las páginas centrales de los diarios matutinos o enloquecería las redes sociales contemporáneas. Steven Spielberg apenas ha hecho una buena noticia de portada, correcta, directa, concisa, en el instante adecuado sin llegar a la altura de sus obras anteriores.

No parece que tuviera grandes pretensiones fuera de mandar un menaje claro ahora que los principios enarbolados por del periodismo estadounidense están en entredicho. Es imposible no pensar que The Post es una declaración de principios frente al presidente Donlad Trump, secundada por la Academia concediéndole un lugar entre los finalistas a los Oscar en su categoría más renombrada: la película del año.

Hoy encabeza el gobierno en Estados Unidos un hombre que sostiene una de las relaciones más difíciles con los pesos pesados de la prensa de su país que se le ha opuesto desde que inició su carrera hacia la presidencia. No pasa una semana si que sepamos  de algún que otro encontronazo de la Casa Blanca con reporteros, presentadores de televisión o editorialistas de los más encumbrados medios de comunicación de su país.

Curiosamente estos constantes affaires están siendo increíblemente rentables para los enemigos mediáticos del magnate. Analistas citados por The Huffington Post aseguran que “la única manera de que el NYT [The New York Times] permanezca rentable es que Trump se reelija”. El Times neoyorquino, dicen, “consiguió 41 mil suscripciones tan solo en la semana posterior a la victoria del presidente Trump”.

El propio The Washington Post, comentan “logró un aumento de tráfico del 50 por ciento y un aumento del 75 por en nuevos suscriptores", tras dar a conocer historias controversiales ligadas al actual ocupante de la Oficina Oval.

Spielberg por su parte envía sus propios misiles al actual gobierno poniendo en la boca de sus personaje frases como “la única manera de defender el derecho a publicar es publicando”; o “En la Primera Enmienda, los Padres Fundadores dieron a la libertad de prensa la protección que debe tener para cumplir su papel esencial en nuestra democracia. La prensa debía servir a los gobernados, no a los gobernadores”.

Los verdaderos Katharine Graham y Ben Bradlee en 1971
The Post transpira mucha nostalgia por un tiempo pasado que juzga idílico. Los años de la transformación o del nuevo periodismo. Repasa los prejuicios de género con expresiones del tipo “Kay, a la gente le preocupa tener a una mujer a cargo del periódico, que no tiene la determinación de tomar decisiones difíciles”; le rinde culto a en la rebeldía femenina de entonces cuando una joven jefa de equipo reporteril subraya: “no quiero historias de zapatos y vestido”; y por último coquetea con el idealismo reporteril estadounidense viendo al veterano periodista sonriendo en su regocijo de sentirse parte de lo que cataloga de  “pequeña revolución”.

Spielberg no traspasa,  y no creo que quisiera hacerlo,  la frontera de reforzar el supuesto de que la prensa deponía presidentes aunque experiencias posteriores demostraran que hace falta mucho más que una serie de reportajes para acabar con el mandato de un presidente de los Estados Unidos.
The Post, sí, me dejó escuchar la voz de un paranoico Richard Nixon desde la Casa Blanca y si suponemos ciertas apenas la mitad de las afirmaciones Fire and Fury sobre Trump uno se imagina que esté diciendo cosas parecidas.

La cinta me volvió a advertir que es siempre el cine estadounidense de quien escuchamos cuál debe ser el modelo de periodismo. ¿Será que nos tomamos demasiado en serio el asunto que a lo sumo nos mofamos o  caricaturizamos el nuestro? Quiero pensar que habría entre nosotros historias lo suficientemente buenas ¿O no?


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