Museo
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Alza los ojos al mundo. Penetra en la mirada de una gitana,
coqueta,misteriosa,taciturna. El fondo de paísaje difuso,recuerda la
inconciencia de los niños ...
viernes, 28 de septiembre de 2007
Aún estudiaba en el preuniversitario cuando escuché la noticia de que la embajada japonesa en Lima había sido tomada por un grupo insurgente. "Eso termina a tiros", dije. Casi 10 años después, la mano que estuvo tras sangrientas operaciones como la descrita, está a punto de enfrentar a la justicia.
Como en las telenovelas que repiten sus argumentos, de nuevo asistimos al reciclaje de otra historia. Un ex presidente latinoamericano enfrenta a la justicia por actos de corrupción y violaciones de los derechos humanos cometidos durante el ejercicio de su cargo.
A quienes rara vez vemos en el banquillo de los acusados es a los que lo apoyaron o "dejaron hacer". Porque, para los círculos de poder en Wall Street, siempre es mejor lidiar con los corruptos que con los honrados. Los primeros siempre tienen un precio, a los segundos, no; a esos hay que eliminarlos.
Desde luego no se trata de exonerar de culpas a los ejecutores materiales. Alberto Fujimori no es un santo y al parecer hay suficientes pruebas de su responsabilidad en por lo menos dos hechos de sangre: el asesinato de 15 personas el 3 de noviembre de 1991 y la matanza del 18 de julio de 1992 en la Universidad de La Cantuta, que cobró la vida de nueve estudiantes y un profesor.
Eso sin hablar qué nunca quedó claro hasta dónde su asesor y mano derecha Vladimiro Montesinos, se "extralimitó" en el cumplimiento de sus órdenes.
De lo que no se habla es de las estrechas relaciones del ahora caído en desgracia Montesinos, con la comunidad de inteligencia estadounidense.
Como en otros casos parecidos nunca desde Washington vino queja o reclamo alguno de justicia cuando los hechos que ahora se juzgan ocurrieron. Al contrario se encomiaba a la "democracia".
Mientras en México se acaba de abrir una investigación contra el ex mandatario Vicente Fox por enriquecimiento ilícito. Aún es muy temprano para anticipar resultados. Sobre todo por los fuertes lazo de Fox con transnacionales estadounidenses como la Coca Cola, de la cual fue gerente antes de llegar a la presidencia.
Él, como Fujimori, y tantos otros, va cuesta abajo, pero los que realmente tienen el poder: ¿cuándo caerán?.
Como en las telenovelas que repiten sus argumentos, de nuevo asistimos al reciclaje de otra historia. Un ex presidente latinoamericano enfrenta a la justicia por actos de corrupción y violaciones de los derechos humanos cometidos durante el ejercicio de su cargo.
A quienes rara vez vemos en el banquillo de los acusados es a los que lo apoyaron o "dejaron hacer". Porque, para los círculos de poder en Wall Street, siempre es mejor lidiar con los corruptos que con los honrados. Los primeros siempre tienen un precio, a los segundos, no; a esos hay que eliminarlos.
Desde luego no se trata de exonerar de culpas a los ejecutores materiales. Alberto Fujimori no es un santo y al parecer hay suficientes pruebas de su responsabilidad en por lo menos dos hechos de sangre: el asesinato de 15 personas el 3 de noviembre de 1991 y la matanza del 18 de julio de 1992 en la Universidad de La Cantuta, que cobró la vida de nueve estudiantes y un profesor.
Eso sin hablar qué nunca quedó claro hasta dónde su asesor y mano derecha Vladimiro Montesinos, se "extralimitó" en el cumplimiento de sus órdenes.
De lo que no se habla es de las estrechas relaciones del ahora caído en desgracia Montesinos, con la comunidad de inteligencia estadounidense.
Como en otros casos parecidos nunca desde Washington vino queja o reclamo alguno de justicia cuando los hechos que ahora se juzgan ocurrieron. Al contrario se encomiaba a la "democracia".
Mientras en México se acaba de abrir una investigación contra el ex mandatario Vicente Fox por enriquecimiento ilícito. Aún es muy temprano para anticipar resultados. Sobre todo por los fuertes lazo de Fox con transnacionales estadounidenses como la Coca Cola, de la cual fue gerente antes de llegar a la presidencia.
Él, como Fujimori, y tantos otros, va cuesta abajo, pero los que realmente tienen el poder: ¿cuándo caerán?.
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