Posted by : Unknown jueves, 9 de julio de 2015



El brillo enceguecedor en la desnuda de asfalto calle Bartolomé Masó en Puerto Padre hace más oscura la ruta hacia el patio de Jorge Elías Glacen Torres. Habla en voz baja mientras invita al forastero a atravesar su modesta vivienda y sentarse en los asientos construidos por él mismo, como prácticamente todo lo que nos rodea. Aquí crece la vid, predilecta para sus vinos, más acá las orquídeas, en un pequeño estanque evoca la bahía local coronda por los acordes del mundialmente famoso “A Puerto Padre me voy” de Emiliano Salvador. No hace falta saberse el tema, él te lo tararea marcando las notas con sus manos.

Elías, como lo conocen todos, no aparenta sus 60 años buen parte dedicados a la enseñanza de la Cultura Física, profesión de la tuvo que jubilarse antes de lo que hubiera querido. En las noches de desvelos fue dándole cuerpo a la idea de hacer algo diferente en su patio. Primero fue su amor por las plantas y el deseo de dar conocer los vinos que elabora; luego crear un espacio de recreación para sus vecinos, amigos, familiares y sus colegas vinicultores con quienes levantó su rústica Bodeguita del Negro. “Bodeguita porque aquí tenemos los vinos que hacemos;  en diminutivo porque no soy muy alto”, explica.

¿Y las frases que vemos escritas por doquier? “Para que existan las cosas tiene que suceder algo. Lo hice como una forma de reflexión. Cada persona que haya tenido un problema siempre encuentra en alguno de esos pensamientos su propia solución”, asegura.

Lo prueba contando las historias de quienes con solo leerlas ya se sintieron mejor en medio de su adversidad. Las hay autores diversos, cubanos y extranjeros. Otras apenas consignan lo que añora para el mundo: honestidad, dignidad, honradez... A los héroes antiterroristas cubanos les dedicó esta “El que persevera, triunfa.” “Sin música la vida sería un error”, puede leerse en una atribuida al filósofo alemán Nietzsche. Si porque la música forma parte de la vida de Elías, tradición proveniente de su abuelo y que ahora sus hijos practican profesionalmente. 

También hay lugar para los juegos de mesa, una minibiblioteca, donde conviven textos de Martí, Fidel, del Che, de medicina, o de música. A los estudiantes de Cultura Física que vienen a pedirle orientación para sus exámenes estatales o trabajos de diplomas les “cobra” con la obligación de, tras el examen en cuestión, regresar y contarle cómo les fue. 

“Todo esto –insiste- ha sido posible gracias a la ayuda de los vecinos. Es fruto de la unidad del barrio porque sin la ayuda de ellos no podría haberlo logrado”. 

En la despedida su libro, simple como él, de hojas comunes y encuadernadas a mano donde cada visitante deja su huella. No importa si es una personalidad de la localidad, algún turista o este periodista que le dejó una canción de Calle 13.

Allí en la tierra aparentemente estéril de la gigantesca colina costera que es la ciudad Puerto Padre, Elías cultiva una sabiduría diferente. Esa que sale de combinar su amor por los vinos y por compartir con el prójimo el ingenio popular vertido en canciones y reflexiones que puede servirle de bálsamo al espíritu más atribulado.

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