Posted by : Unknown lunes, 11 de mayo de 2009

Por obra y gracia de la desmemoria histórica que como padecimiento crónico sufre la contrarrevolución miamense ahora resulta que José Ignacio Rivero, el último director del tristemente célebre Diario de la Marina es “un caballero venerable que transita por el siglo XXI con la compostura de una época que se aferra definitivamente a la memoria”.

Del entierro simbólico de aquel periódico, ya se cumplieron 50 años pero al defensor de la dictadura batistiana, el latifundio y los privilegios de la oligarquía cubana, Pepín Rivero se le quiere presentar desde las páginas de los libelos anticubanos del sur de la Florida como “El último Quijote del periodismo libre”.

Nada: que si queremos saber lo que es hacer un “periodismo libre” debemos mirarnos en el espejo de uno de los diarios más conservadores conocidos en la historia de la prensa en Cuba.

Un periódico que desde su fundación estuvo siempre al lado de los grades propietarios, banqueros e industriales, a cuyos intereses defendió tanto en tiempos del poder colonial español, celebrando las muertes de Martí y Maceo; como luego tras el establecimiento de la República.

El Diario de la Marina, permítaseme recordarlo, figuraba en cierta lista de dueños y directivos de periódicos que mensualmente recibían abundantes cantidades de dinero del dictador Fulgencio Batista. En aquella lista los lugares 25 y 37 eran para Gastón Baquero, jefe de redacción en el referido diario con partidas de 16 mil y dos mil pesos mensuales (entonces uno por uno en relación con el dólar).

Y aunque Rivero se arrepienta ahora de eso, parece borrar de su mente que Ángel Pubillones, redactor político del propio periódico estaba incluido en otra lista encontrada en el Palacio Presidencial titulada “Atenciones especiales de redactores políticos de periódicos de la capital”, para él: nada más y nada menos que dos mil pesos.

Mientras, sufre amnesia en relación con las “botellas” (plazas que se cobraban sin trabajar) que Columbia le reservaba en el Ministerio de Hacienda (14), similar cantidad en el Ministerio de Comunicaciones, 19 en el de Agricultura, 21 en Obras Públicas y otras cantidades en los ministerios de educación, Justicia, el Banco Nacional y otras dependencias del Estado.

Con razón el “venerable” Rivero añora sus días en La Habana, mientras cuenta, como si no tuviera la menor importancia, de sus reuniones de dos semanas en Miami con William Pawley, un “inocente empresario”, un agente de la CIA, que en diciembre de 1958 había sido el enviado del presidente Eisenhower para decirle a Batista: “Mejor que se vaya cuanto antes”. Todo con tal de evitar el triunfo de la Revolución.

¿Recordará Rivero que uno de sus familiares, Felipe Rivero integró al Brigada 2506 que organizada y financiada por los Estados Unidos, desembarcó el 17 de abril de 1961 en la Bahía de Cochinos para acabar con la Revolución?. Con toda seguridad sí, porque los fósiles de la prensa batistiana son expertos fracasados en conspirar con potencias extranjera para derrocar a gobiernos.

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