Posted by : Unknown lunes, 11 de marzo de 2019

Habemus nueva Constitución” comentó un amigo con su picaresca habitual cuando supo que la mayoría de los votantes cubanos había ratificado la Carta Magna presentada a la consideración del electorado el pasado 24 de febrero. Es un éxito más allá de toda duda, porque dejando a un lado los porcentajes, seis millones 816 mil 169 votos es un número con suficiente peso propio y que dice mucho de un proceso de reforma constitucional ocurrido en medio de condiciones adversas evidentes y de una no tan velada oposición al cambio necesario.

El pulso conservador vino de varias fuentes: desde las ya esperadas objeciones de los adversarios del proceso socialista cubano, pasando por los oportunistas del momento hasta negativas ancladas en los prejuicios, sin descartar a quienes honestamente discreparon de su contenido. 

La reforma constitucional acaeció mientras se congelaban aceleradamente las relaciones con los Estados Unidos, se recrudeció el cerco económico y político a la Revolución Bolivariana y entre nosotros sentimos los problemas de abastecimiento de productos de alta demanda.

Antes de pensar en lo que viene, concuerda hacer un saldo parcial de la construcción colectiva del texto constitucional y del choque franco de puntos de vista a que condujo. Nos deja la sensación de la diversidad de criterios e interpretaciones dentro y fuera del país sobre la realidad y camino futuro de la nación. Quedan las huellas del saludable ejercicio del debate que caló en las estructuras políticas, y lo que es más importante, tocó de lleno a la sociedad civil. 

Por el camino resultó claro que el engranaje electoral doméstico necesita asumir el incremento de la movilidad de esos compatriotas hoy en día más allá de fronteras, pero que ante la Ley Migratoria vigente conservan intacto su derecho al voto. Habrá que pensar, y rápido, cómo los ciudadanos cubanos que sin ser miembros del cuerpo diplomático o de alguna misión oficial en el exterior pueden tomar parte en los procesos electorales o referendos futuros. A la luz de la Constitución ya ratificada ese será un escenario que no tardará en materializarse.

Otra conclusión relevante es no obviar a los desconectados. “Deberían publicar esa Constitución, distribuirla para que uno la pueda leer y saber lo que dice”, expresó con total honestidad cierta persona al concluir la asamblea de consulta en su barrio, en la cual, por cierto, había emitido algunos criterios bastante críticos. Baste esa anécdota para que estemos seguros de que, incluso en medio de un ambiente de amplia discusión como el que acabamos de vivir, nunca estará completo el impulso a la información clara y oportuna. Precisamente, porque siempre tendremos quien opine siendo “músico de oído”.

¿QUÉ TENEMOS POR DELANTE?
Después del último domingo de febrero apenas logramos la clasificación a esta especie de play off vivido en el largo empeño de perfeccionar nuestro sistema socialista. Ahora comienza una etapa tan crucial como la anterior, pues habrá que concretar, primero, las 13 disposiciones transitorias refrendadas por la mayoría.

Dichas pautas marcan la senda de una labor legislativa cuya envergadura es solo equiparable a la que sucedió a la Constitución de 1976. Serán cambios de amplio espectro: desde los más obvios como son la Ley Electoral, pasando por la actualización de los reglamentos de las actuales y nuevas estructuras del Estado y el Gobierno; hasta la modernización de las leyes de Procedimiento Penal, las de Procedimiento Civil, Administrativo, Laboral y Económico.

Dentro de esos mandatos más urgentes destaca sobremanera el plazo y mecanismo de refrendación establecido para el nuevo Código de Familia. Este será un momento ante el cual convendrá sacar las mejores lecciones posibles de todo cuanto ocurrió durante la controversia generada alrededor de los temas ligados a la célula fundamental de la sociedad, en la consulta popular al magno texto. Ahí se desataron las pasiones que en determinado momento pusieron en duda el grado de progreso cultural del conjunto de la sociedad cubana actual. Tomemos nota de esto.

Mas, todo esto es apenas la antesala de lo verdaderamente importante. Los expertos aseguran que se necesitarán elaborar o actualizar al menos 50 leyes, algunas que datan incluso del siglo XIX y otras pendientes a partir de la promulgación de la Constitución de 1976. 

Eso sí, hemos logrado posicionar en el imaginario popular las cuestiones relacionadas con leyes, incluso más allá de la Constitución. La fuerza de las circunstancias nos obligaron a hacerlo. Tenemos un instrumento jurídico, una bandera política alrededor de la cual unirnos en pro de una nación más justa, soberana y digna; pero eso no será suficiente si no la tornamos en punto de partida hacia acciones que respeten y concreten cada uno de esos principios ratificados por el soberano: el pueblo.

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