Posted by : Unknown viernes, 20 de abril de 2007

Los agujeros que vimos en sus calcetines durante su visita a una mezquita en Turquía, probablemente anticiparon otros más grandes, pero en el prestigio del presidente de Banco Mundial (BM), el estadounidense Paul Wolfowitz.

Autoproclamado abanderado de la lucha contra la corrupción y nepotismo, Wolfowitz, quedó al descubierto tras la revelaciones sobre el alto salario que le paga a su novia, Shaha Riza.

Aunque la primicia la tuvo el periodista Ward Harkavy, del diario neoyorquino Village Voice; la noticia ganó en notoriedad cuando The Washington Post entró al ruedo con datos más precisos.

Según el rotativo, muy destacado en los últimos meses destapando historias incómodas para la administración republicana, el titular del BM elevó el salario de su compañera sentimental en 47 mil 300 dólares, al sumir el cargo de presidente en septiembre de 2005. Al año siguiente le agregó otro aumento de 13 mil 590. Su sueldo actual es de 193 mil 590 dólares.

Para mantener las apariencias Wolfowitz, ubicó a Riza como representante del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), ante la secretaría norteamericana de estado, un puesto evaluado por muchos como innecesario. De esta manera, la experta en asuntos del Medio Oriente, de 50 años, se mantuvo en la nómina del BM y la mismo tiempo se convirtió en la mejor pagada en todo el State Deparmet, pues sus honorarios superan en siete mil dólares al de la mismísima Condoleezza Rice.

Las referidas “acciones” violaron las regulaciones internas de la institución internacional, las cuales prohíben a las parejas supervisarse entre sí o tener la misma autoridad y mucho menos semejantes aumentos salariales.

Todo parece indicar que la historia del favoritismo es mucho más antigua de lo que se pensaba al comienzo. De acuerdo con la organización no gubernamental Government Accountability Project (GAP, Proyecto para la Responsabilidad del Gobierno), Riza recibió, a espaldas del BM, cheques por los servicios prestados al SAIC, el mayor contratista de defensa del gobierno de Estados Unidos; precisamente cuando Paul Wolfowitz era el segundo al mando en el Pentágono.

“Considerando que Riza, ya estaba involucrada sentimentalmente con Wolfowitz en ese momento, que la guerra en Iraq era inminente, que SAIC era un contratista de defensa, y que el Banco Mundial tuvo proyectos activos en Iraq, probablemente existieron múltiples conflictos de intereses" advirtió Beatrice Edwards, directora de programas internacionales del GAP.

Por su parte, el personal del BM no se limitó a abuchear a su principal directivo. Mediante la Asociación de Empleados están solicitando la renuncia de su jefe. “El presidente debe admitir que su conducta puso en tela de juicio la integridad y eficacia del Grupo del Banco Mundial y destruyó la confianza de sus empleados en su liderazgo”, dice la declaración firmada por la presidenta de la Asociación, Alison Cave. Y agrega: “Debe actuar honorablemente y renunciar”.

Wolfowitz, con la mayor desvergüenza del mundo admitió su culpa. “Cometí un error, por el cual pido disculpas. Pero permítanme pedirles comprensión”, dijo. Sin embargo tras aclarar que no dimitirá argumentó que: “Este no solamente fue un dilema personal doloroso, sino que además tuve que lidiar con él siendo nuevo en esta institución y estaba intentando navegar en aguas turbulentas”.

Su intransigencia se explica si recordamos su cercanía con la Oficina Oval. Él, además, es uno de los pesos pesados entre los neoconservadores que dominan hoy en el gobierno de Estados Unidos. Fue uno firmantes del “Proyecto para el Nuevo Siglo Americano” (PNAC), considerado la plataforma fundacional de los “neocons”. Por tanto su imposición al frente del Banco Mundial, no fue ociosa. Estaba dirigida entre otras cosas a garantizar “un apoyo total al liderazgo global de los Estados Unidos”, una de las prioridades señalada en 1997 cuando se dieron a conocer el PNAC.

Nadie se extrañe por su irritación cuando la prensa le mencionó la posibilidad de abandonar su puesto. Al contrario, afirmó que su cargo está en manos de Bush. Tal vez no sea así de acuerdo con los estatutos del BM, pero él sabe que fue Mister W. quien lo puso allí. También tiene presente que Estados Unidos es el principal donante y accionista de la organización. En buen cubano: es “quien corta el bacalao”, o sea, en sus manos están las decisiones finales.

La confirmación al respecto vino por boca de la portavoz de la Casa Blanca, Dana Perino, quién recalcó el respaldo a Wolfowitz. “El presidente –afirmó- tiene plena confianza en todo lo que ha hecho dentro del Banco Mundial para sacar de la pobreza a la gente de todo el mundo. Ha pedido disculpas por la cuestión en torno a su novia y se hará una investigación interna del caso. Confiamos en que siga desempeñando su función como presidente del Banco”.

Dimita o no Paul Wolfowitz, enterró aún más la reputación del Banco Mundial, ya bastante maltrecha no solo hacia el exterior por su promoción del neoliberalismo con las conocidas nefastas consecuencias para el Tercer Mundo. Igualmente varios funcionarios, desde el anonimato, confirmaron que en los pasillos del edificio en Washington su gestión ya se consideraba como arrogante y autoritaria.

Decía un periodista europeo que “en el seno del Banco Mundial existe desde hace tiempo un ambiente enrarecido”. Lógico si en su interior alguien apesta.

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