Posted by : Unknown jueves, 27 de marzo de 2008

Ahora es Colombia el centro de las tensiones. Cada día todo el continente sigue los acontecimientos relacionados con el conflicto armado en ese país, el cual, instigado por oscuros intereses, amenaza con extenderse a las naciones aledañas.
Este es un tema complejo que supera los análisis en blanco y negro. Sobre todo porque se dificulta saber con entera certeza qué información en cierta o no, situación de la que no escapan los dos contendientes principales: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

Confianza moribunda
Lo anterior no contradice lo evidente: El escaso interés del presidente por alcanzar un verdadero acuerdo conclusivo de las hostilidades, al menos no con las FARC. De hecho la “seguridad democrática” que promueve solo ha multiplicado su postura beligerante, aplastando principios universalmente reconocidos como el respeto a la soberanía de los estados.
Es una especie de “israelización” de la estrategia antinsurgente mediante los asesinatos selectivos de los principales dirigentes guerrilleros. Para lo cual la Casa de Nariño no ha escatimado fuerzas ni métodos. Nada más parecido a los estilos del “Mossad” sionista
[1] y la CIA norteamericana.
En enero de 2004, detuvieron en Quito a Ricardo Palmera (Simón Trinidad), en una acción conjunta con sus colegas-maestros estadounidenses y con la colaboración de la policía ecuatoriana. Menos de un año después, el entonces llamado "canciller" de las FARC, Rodrigo Granda era secuestrado en Caracas y trasladado a Colombia.
Aún están humeantes los restos del campamento del comandante Raúl Reyes en territorio ecuatoriano, tras el bombardeo de la aviación gubernamental en flagrante trasgresión de la soberanía de su vecino.
Cada una de estas acciones desencadenó la correspondiente crisis diplomática, especialmente con Venezuela y Ecuador. Aunque formalmente parecen superadas, ya no habrá la cordialidad de otros tiempos.
Fueron golpes duros al proceso de paz, pues los tres jefes insurgentes se encontraban en gestiones relacionadas con la eventual liberación de prisioneros; entre quienes se encuentra la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, los militares colombianos Juan Carlos Bermeo, Raimundo Malagón, Arbey Delgado y Pablo Moncayo, los oficiales de policía Luis Mendieta, Edgar Duarte y Julián Guevara, y el ecuatoriano Marcelino Arreaga, sin olvidar a tres ciudadanos estadounidenses.
Además se sabe que utilizaron las comunicaciones entre Raúl Reyes y los enviados franceses que intercedían a favor de Ingrid para localizar el campamento Luego advirtieron a los galos a través del “comisionado de Paz”, Luis Carlos Restrepo, que corrían peligro si asistían a la reunión pactada con Reyes.
Con semejante actitud la confianza parece ser otra de las víctimas del conflicto. Además la manera en que dieron cuenta de José Juvenal Velandia (Iván Ríos), refleja claramente que para Bogotá, el fin justifica los medios.
[2]
Piedad Córdoba, una de las personas que más ha arriesgado en pos de la paz continúa con esperanzas. “Quiero ser optimista pero habrá dificultades”, dijo la senadora por el Partido Liberal en una entrevista a la revista Cambio.
Sin embargo la parlamentaria señaló: “Aunque el principal interlocutor por parte de las FARC es Iván Márquez, [Raúl] Reyes era una persona clave para el Acuerdo Humanitario. Pero Uribe quería impedirlo y por lo tanto no creo que haya más liberaciones. El Secretariado [de las FARC] entiende que a Reyes le tendieron una trampa. Construir confianza ahora es muy difícil. Si bien el presidente Uribe ahora quiere sentarse a hablar, las FARC piensan que es una estrategia para ubicarlos y matarlos”.
La guerrilla, vale decirlo, pone en una posición difícil a sus simpatizantes en el resto del mundo con su controvertida táctica de tomar rehenes civiles y el secuestro de personalidades para pedir rescate, actos prohibidos por el derecho internacional humanitario. Adicionalmente este aspecto obstaculiza su reconocimiento como fuerza beligerante y sirve de argumento a Washington para calificarlos como terroristas.
Empero también es digno de destacar que en el asunto de las liberaciones, las FARC se ha mostrado mucho más receptiva a avanzar. Mientras que el gobierno no ha puesto en libertad a ninguno de los 500 guerrilleros encarcelados, por quienes, dicho sea de paso, la “gran” prensa no se preocupa.
“Emmanueles hay miles en Colombia. Uno de ellos, afortunadamente, va a volver a ver a su mamá. Hay miles que no pueden”, dijo a la agencia IPS, una anónima prisionera de la cárcel de mujeres El Buen Pastor de Bogotá, donde permanecen 63 reclusas condenadas por rebelión, pero de ellas solamente unas 25 ó 30 realmente forman parte de las FARC.
“Hay mucha gente a la que capturan por rebelión, pero que no tiene ningún compromiso con el movimiento. Son criminalizadas por vivir en un área de influencia guerrillera, y a todo el que este ahí se le considera colaborador de las FARC”, agregó.
[3]

La paz a dos velocidades
Con quienes, curiosamente ha habido más “progresos” para su desmovilización ha sido con los paramilitares. A pesar de su amplio y reconocido expediente de crímenes contra la población civil.

Desde el inicio del mandato de Uribe en 2002 con alrededor de 36 mil ex integrantes de los referidos grupos armados, se negoció su desarme a cambio de beneficios carcelarios o inmunidad. De esta manera con algunos “delincuentes” y terroristas” el gobierno se muestra más condescendiente.
La guerra cuesta el 6,5 por ciento del producto interno bruto nacional, más o menos lo mismo que todas las transferencias en salud, educación y saneamiento ambiental, según los investigadores José Fernando Izasa y Diógenes Campo en un documento publicado en diciembre de 2007.
Por encima de las razones coyunturales que retracen o aceleren el fin de la guerra. Las condiciones sociales que desencadenaron las hostilidades solo se han agudizado desde su inicio en 1964.
Con una pobreza que supera el 60 por ciento de la población, una mortalidad infantil de 17 por mil, índices de violencia y desplazamientos internos solo superados por el convulso Medio Oriente; Colombia exhibe un panorama nada halagüeño para que la guerrilla abandone las armas. Independientemente de las posibilidades que tenga hoy sus métodos de lucha.

Los gringos en el medio
En sus muy cautelosas reflexiones sobre el tema colombiano, el compañero Fidel Castro Ruz dejó bien explícito el papel de Cuba únicamente como facilitadora de las negociaciones. En su estilo característico fue directo al grano, señalando a los verdaderos interesados en avivar la llama de la guerra.
Los Estados Unidos tienen en Colombia un indeterminado número de militares; unos como asesores del ejército, pero la mayoría figura como “contratistas civiles” o “empleados de seguridad”.
Adicionalmente Washington provee los medios técnicos y financieros que han soportado la escalada bélica tras el ascenso al poder de Uribe. Bajo el genérico nombre de Plan Colombia y con la lucha contra el narcotráfico como fachada, la Casa Blanca ha destinado miles de millones de dólares para nutrir a las fuerzas armadas colombianas.
El tan publicitado Plan se “traga” 700 millones de dólares al año, de los cuales 580 van directamente a suministros militares, comprados “casualmente” a proveedores estadounidenses. Desde que en 1999 se puso en vigor, bajo los gobiernos del demócrata Bill Clinton y el liberal Andrés Pastrana, los gastos declarados superan los 10 mil millones de dólares.
[4]
Adicionalmente varias transnacionales estadounidenses han estado financiando el “trabajo sucio” de los paramilitares. En el 2007 la empresa frutera Chiquita, fue denunciada por realizar pagos mensuales a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) desde 1997 hasta 2004, llegando una cifra de al menos 1,7 millones de dólares. La heredera de la tristemente célebre United Fruit Co, podría además estar implicada en el contrabando de tres mil rifles AK-47 y millones de cartuchos de munición enviados a los paramilitares en noviembre de 2001.[5]
Las conexiones de EE.UU. en Colombia superan el ámbito de la alianza estratégica con determinado gobierno. Asimismo no es un secreto el apoyo táctico de las operaciones del ejército desde las bases militares de Tres Esquinas, dentro del país y la cercana de Manta en Ecuador.
Este es quizás el factor que introduce más inestabilidad al conflicto, pues a EE.UU. no le conviene la paz. No de la forma en que verdaderamente beneficiaría a quien pone los muertos: el pueblo colombiano. Sin obviar sus intensiones de extender el conflicto hacia países vecinos cuyos gobiernos no siguen sus designios.

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Notas:

[1] Recientemente un importante dirigente del Hezbolá libanés pereció en un atentado en Damasco, Siria, acción que luego reconocería una “obra maestra” la inteligencia israelí. Del amplio historial de la CIA organizando la eliminación física de sus enemigos sobran los ejemplos, sobre el particular recomendamos los libros Asesinando la esperanza y Estado Villano de William Blun.
[2] En un comunicado del 19 de marzo las FARC confirmaron que: “en la madrugada del 7 de marzo fue asesinado por infiltrados del ejército el comandante Iván Ríos, integrante del Secretariado de las FARC y su compañera”. Por esos días el Fiscal General, Mario Iguarán había anunciado que no procesarían al ejecutor, quien permanece bajo protección del Ejército.
[3] Para más información Véase: “COLOMBIA: Liberación de rehenes vista desde la cárcel”, Entrevista de Constanza Vieira. Bogotá, 10 enero de 2008 (IPS).
[4] De sus efectos habló a la BBC, Diana Murcia, abogada del Colectivo José Alvear Restrepo. "El Plan –subrayó- iba a servir para reducir en 50 por ciento la oferta de cocaína hacia Estados Unidos y Europa, pero ha sido un total fracaso". Mientras que el precio del gramo de cocaína en Estados Unidos decayó un 36 por ciento, a pesar de que el 2006 en Colombia se fumigaron 172 mil hectáreas de cultivos de coca y de que fueron erradicadas manualmente otras 45 mil. Los que sí crecieron fueron los efectos negativos sobre campesinos y la biodiversidad de las zonas fumigadas, de Colombia y la frontera con Ecuador.
[5] Más detalles del historial delictivo de Chiquita, véase: el artículo “El Gran Traspié de Chiquita” (Chiquita’s Slipping Appeal) de Amy Goodman presentadora de Democracy Now.

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