Posted by : Unknown martes, 21 de octubre de 2008

El rescate que no fue


Cuando parte de la prensa alertó que la liberación de la política derechista Ingrid Betancourt el pasado 2 de julio, se realizó en un “escenario mediático preparado para el lucimiento de Uribe y de su ejército entrenado por el Pentágono”, tales afirmaciones quedaron en un segundo plano ante el innegable golpe de efecto que logró el gobierno colombiano al quitarle a las FARC, la llamada “joya” de los rehenes.

En un comunicado emitido el cinco de julio, el Secretariado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia dejó bien claro que “la fuga de los 15 prisioneros de guerra, el pasado miércoles 2 de Julio, fue consecuencia directa de la despreciable conducta de Cesar y Enrique, que traicionaron su compromiso revolucionario y la confianza que en ellos se depositó”. En ese momento tales argumentos fueron tomados como las alegaciones estériles del derrotado.

Tres meses después hay mucha información disponible indicando que la “Operación Jaque”, no fue un incursión por sorpresa sino una estrategia planificada con antelación para, simulando una negociación, liberar a los rehenes y, de paso, conseguir y innegable golpe de imagen.

A los primeros datos sobre el uso ilegal de las insignias de la Cruz Roja Internacional y la cadena de televisión Telesur, se unieron bien temprano las declaraciones de Antonio Aguilar, alias César, y Alexander Farfán, alias Enrique Gafas, jefes de los destacamentos que custodiaban a Ingrid Betancourt, los contratistas del Pentágono Keith Stansell, Marc Gonsalves y Thomas Howes, 11 militares y policías colombianos.

Ahora a dichas declaraciones se unieron las de dos abogados colombianos, quienes afirmaron ser parte de una negociación que incluía la entrega de los rehenes estadounidense a cambio de una fuerte suma de dinero, ofrecida a los jefes guerrilleros por los servicios de inteligencia estadounidenses, al tiempo que se les garantizaba el asilo político en Francia.

Todo parece indicar que “César” y “Gafas” esperaban a una misión humanitaria internacional que los llevaría hacia el campamento de Guillermo Sáenz Vargas, alias Alfonso Cano, máximo jefe de las FARC. Pero se encontraron con helicópteros de la Fuerza Aérea Colombiana, pintados de blanco y rojo simulando ser de rescate y salvamento, pero tripulados por oficiales encubiertos.

Paralelamente salió a la luz la investigación realizadas por reporteros de The New York Times y The Washington Post, que no hizo cosa sino confirmar las denuncias que en su momento hiciera el compañero Fidel Castro: Los Estados Unidos tuvieron una participación activa en la Operación Jaque.

Según el libro, al menos 900 efectivos militares estadounidenses estaban destacados en Colombia con el único fin de localizar a los rehenes y 40 de ellos formaban la “American Special Forces”, la cual trató incluso de efectuar una incursión de rescate por su cuenta. Pero según el texto la misión fue abortada cuando los rehenes fueron trasladados, al encontrar sus custodios un dispositivo de rastreo que los estadounidenses habían sembraron cerca del campamento

Fue entonces que el Pentágono decidió apostar por el operativo montado por el Ejército colombiano, para el cual aportaron los datos que recopilaban gracias a minicámaras de vídeo colocadas en los ríos, las conversaciones por radio y teléfono satelital de los guerrilleros, interceptadas por los aviones que sobrevolaban constantemente la zona.

La versión más publicitada emulaba con las películas de Rambo, colocando a la inteligencia gubernamental en los primeros planos, capaz de localizar por sus propios medios a los secuestrados. Sin embargo la verdad se va abriendo paso y, ni Ingrid Betancourt es la angelical rehén que parecía, ni su rescate fue tan hollywoodense como nos contaron al comienzo.

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