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- Nueva constitución en Bolivia: La meta marca otra arrancada
La incuestionable victoria de SÍ en el referendo constitucional de este 25 de enero, marcó, sin dudas, una victoria para las fuerzas impulsoras de un cambio social jamás visto en Bolivia. El éxito alcanzado cierra una etapa de enconadas luchas políticas, cuyo punto más álgido tuvo lugar entre agosto y septiembre del pasado año cuando se puso en marcha un intento de golpe de Estado.Sin embargo la aprobación de la Constitución Política del Estado (CPE) solo señala el comienzo de otro camino mucho más escabroso: el de la aplicación concreta de las conquistas sociales planteadas en el texto.
Reivindicación de los ancestros
Uno de los aspectos más trascendentales de la CPE es el reconocimiento de los pueblos originarios de Bolivia, no puro y simple, sino efectivo mediante la participación en todos los niveles del poder estatal y en la economía.
Ahora los descendientes de las etnias que han habitado el país desde los tiempos en que París y Londres era simples aldeas de calles estrechas y malolientes, tendrán voz, voto y poder decisión en asuntos tradicionalmente vedados para ellos.
Una cuota de parlamentarios indígenas, justicia originaria campesina en el mismo nivel que la ordinaria, así como derechos sobre el uso del agua, los recursos forestales y la tierra de sus comunidades; son algunas de las reivindicaciones logradas, las cuales marcan un hito no solo en la historia nacional sino incluso en los anales del derecho constitucional.
La oposición oligárquica argumenta que de aplicarse lo aprobado se crearían ciudadanos de primera y de segunda y donde los de primera serán los indígenas. Tales afirmaciones obvian que desde la misma colonización en Bolivia siempre ha existido, de hecho, dos clases de ciudadanos: por un lado, una élite llamada genéricamente “blanca” que ha disfrutado de todos los derechos y atribuciones, construyendo una estructura social y económica a su imagen y conveniencia.
De otro lado, o mejor dicho, bien abajo, una inmensa mayoría poblacional (más de 60 por ciento de los bolivianos) totalmente excluida de cualquier posibilidad de decidir sobre su propio destino y a quien se le reservaba el triste de destino del trabajo al borde de la esclavitud, la ignorancia y la pobreza.
No se trata entonces de oprimir a las minorías, es pagar un deuda de cinco siglos con los pueblos que merecen se tratados, sencillamente, como seres humanos.
La “Pachamama” es sagrada
Yendo a la raíces de la explotación, los bolivianos aprobaron además la prohibición constitucional del latifundio. Aún así dicha proscripción ha sido atacada inmisericordemente por la reacción quien ve amenazados sus tradicionales privilegios para continuar extendiendo sus señoríos a costa de las tierras de las comunidades originarias.
Empero carece de fundamento el criterio de que semejante medida sea “extremista” pues aunque en el referendo la mayoría votó por limitar a cinco mil las hectáreas el máximo que podrá acumular un mismo dueño, se decidió que los límites de tierra no serán retroactivos, o sea que los grandes latifundios actuales permanecen intactos.Igualmente queda establecido que no podrán privatizarse ni concesionarse recursos naturales estratégicos como el agua y el gas. De cuanto les duele a los históricos dueños del país semejante “atrevimiento”, dan fe los reiterados sabotajes a la industria energética nacional y las zancadillas a la nacionalización del gas decretada por el gobierno de Evo Morales apenas llegado al poder.
La nueva constitución boliviana es igualmente avanzada en otros aspectos como la concepción de Estado mismo y su relación con la Iglesia, el modelo económico, los derechos de la mujer y en general los reproductivos.
Cada una de estas reivindicaciones, con especial énfasis las relacionadas con las autonomías, ha sido particularmente criticada por los sectores perjudicados. Ya sea de la Iglesia Católica o de los grupos de poder económicos conectados con las transnacionales.
¿Doce trabajos?
Se estima que se serán necesarias más de 100 leyes para poner a funcionar lo conquistado el último domingo de enero. Cada una de ellas significa una tarea tan ardua para el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), como los doce que trabajos que según la leyenda antigua cumplió Hércules.
Eso sin hablar del proceso electoral a punto de comenzar para la renovación de todos los cargos electivos, lo cual significa en sí mismo otra batalla dura a juzgar por las evidentes intensiones de la oposición de no ceder un ápice de poder, aunque se muestre conciliadora y dispuesta al diálogo.
Ante semejante empresa no cabe acudir a héroes de la mitología griega, basta con la fuerza probada de los pueblos para lograr como dijera el presidente Morales: refundar el país.
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