Posted by : Unknown jueves, 2 de marzo de 2006


Por István Ojeda Bello
Todos los medios de comunicación nacionales, y a su manera los extranjeros, se hacen eco de las novedades más recientes en las cocinas de Cuba. Sin embargo desde la microeconomía la estrategia gubernamental ha recibido determinadas críticas. Se dice por ejemplo, que más aparatos eléctricos en casa harán que el contador eléctrico gire más rápido. Al mismo tiempo se argumenta que la nueva tarifa eléctrica facilita más desembolsos monetarios por concepto de pago de electricidad. Razonamientos semejantes solo tienen en cuenta una parte del asunto.

Una cuestión de economía
Hasta la fecha en la mayor parte de los hogares cubanos se ha lidiado con el problema de la cocción de los alimentos con tres soluciones esenciales: queroseno-alcohol, carbón, leña u hornillas eléctricas artesanales.
En la capital existen redes de gas manufacturado para algunas zonas de la ciudad y en el resto del país se proporciona a precios subsidiados gas licuado en balones de 20 y 40 kilogramos. No obstante algunos hogares obtienen de manera clandestinas “balitas” o “balones” de gas.
La depresión económica que sucedió al fin de la Unión Soviética y del socialismo en Europa Oriental deprimió ostensiblemente el suministro estatal del combustible tradicional para cocinar (queroseno, alcohol y gas licuado).
Investigadores señalan que el consumo per cápita de queroseno en Cuba cayó bruscamente de aproximadamente 60 kilogramos por habitante en 1989 a algo más de 20 en 1993, continuando su reducción hasta un promedio de 19 kilogramos por habitante en 1998, una situación particularmente difícil fuera de la capital donde siempre hay menos opciones.
Si bien desde el 2000 se observó una recuperación de los suministros de combustible hasta alcanzar los niveles de 1993, los expertos han demostrado que la extensión a escala nacional del gas licuado sería un fracaso económico.
Según las Naciones Unidas dos mil millones de personas en el mundo carecen de un combustible limpio y seguro para cocinar y dependen de las fuentes de biomasa tradicionales (madera, carbón u otras pobres alternativas para cocinar las comidas diarias).
Cálculos siempre conservadores indican que el probable incremento de los egresos por pago de la electricidad de las familias cubanas, nunca será mayor que los gastos si continuaran dependiendo del queroseno y el alcohol.
En el hogar de Griselda Ricardo, ama de casa residente en la provincia de Las Tunas, por ejemplo, donde se preparan tres comidas al día se ha llegado a gastar hasta un litro de queroseno diario. Como es lógico el combustible que se distribuye por la libreta de abastecimiento no alcanza y hasta enero de este año se veían obligados a recurrir a proveedores clandestinos quienes veden el litro de queroseno y alcohol a un precio promedio de cinco pesos cubanos en litro.
En la casa de Griselda se dedicaban anualmente mil 80 pesos (unos 42 dólares) a comprar alcohol y queroseno. Su caso es extremo porque buena parte de los hogares cubanos solo cocinan dos veces al día pues los integrantes permanecen fuera todo el día ya sea en el trabajo o la escuela. No obstante las economías hogareñas, en Cuba, como promedio se han visto obligadas a gastar anualmente, no menos de 900 pesos (36 dólares) en adquirir de manera ilegal el combustible para sus cocinas.
Con la instalación de los nuevos equipos electrodomésticos: una olla arrocera, otra de presión, un calentador de agua y una hornilla, si los hogares cubanos consumieran la elevada cifra de 250 kilowatt/hora de electricidad, algo no común, aún así, al finalizar el año solo pagaría 888 pesos ( 34 dólares).
De manera que, aunque se fuera sumamente ahorrativo con las veteranas hornillas de queroseno y terriblemente derrochador con los aparatos electrodomésticos y las luces, siempre las finanzas de casa sufrirían más por las inversiones en el queroseno y el alcohol.
Otros gastos que se ven eliminados gracias a la Revolución Energética en su vertiente hogareña son los relacionados con el carbón vegetal que también se había convertido en una opción. Bastante cara por cierto, porque aún los de mejor calidad solo alcanzan hasta un máximo de tres días.
Los escépticos aducen que un año de espera es mucho tiempo. No obstante a menos de dos meses de la instalación de los nuevos equipos la reducción de los gastos y el consumo es evidente.
Por ejemplo, en un apartamento de un matrimonio de dos trabajadores con buenos salarios, quienes disfrutan de todas las comodidades de un hogar moderno: televisión, refrigerador, computadora y teléfono inalámbrico; allí anteriormente se cocinaba con una hornilla eléctrica y se utilizaba para la cocción más prolongada como ablandar granos o carnes, un fogón de queroseno. En la casa se encendían diariamente dos bombillos incandescentes de 60 wats. Hasta diciembre el consumo eléctrico mensual promedio era de 250 kilowatt/hora.
Durante enero se produjo la transición hacia los bombillos ahorradores y ese único cambio redujo el consumo eléctrico de ese mes a 211 kilowatt/hora. Tras el arribo “completo” de la Revolución Energética, hasta el 12 de febrero de 2006 el consumo fue de aproximadamente 130 kilowatt/hora. En esos mismos 23 días hubieran gastado nueve litros de queroseno, los cuales les habrían costado, en la bolsa negra 45 pesos, tomado el precio promedio de cinco pesos.
Durante el lapso citado el consumo de energía costó 18 pesos (menos de un dólar), la diferencia es evidente. Según las estimaciones hechas por los propios habitantes de la vivienda, lejos de aumentar, esta familia pagará tres pesos menos que en el mes anterior.

La electricidad llegó para quedarse
A juzgar por los precios actuales del petróleo la estrategia de convertir a la electricidad no es una solución pasajera sino una manera de economizar gastos a nivel nacional. El crudo llegó a los 70 dólares durante agosto del año pasado y en lo que va del 2006, no se ha alejado de los 60 dólares por barril, mientras que como señalara un estudioso del tema el gas se está constituyendo como el energético que entrará a sustituir brevemente las insuficiencias que se presenten por la escasez de petróleo, pero según la petrolera Exxon y la Chevron, este recurso también sigue el mismo camino de inestabilidad y su declinación en tan solo unos años después que la del petróleo.
La política ahorrativa se expresa ahora en los presupuestos domésticos, el cual respirarán mucho mejor cuando sean sustituidos los viejos aparatos de refrigeración y de ventilación por otros más modernos y eficientes. Una etapa que ya comenzó en todas las provincias, en el caso de los ventiladores, mientras que ya en La Habana y Santiago de Cuba se inició el cambio de los refrigeradores (o hieleras como se les llama en otros países).
Es bueno aclarar que cada una de estas medidas ha estado acompañada de facilidades de pago que permiten a las familias establecer plazos aceptables para pagar cada nuevo artículo que se les distribuye, a partir siempre de un precio subsidiado por el Estado.En las poblaciones más pobres, dice la ONU, las familias gastan hasta el 30 por ciento de sus ingresos en combustible para cocinar. Cuba no es la excepción, de ahí que la tarea de garantizar con qué encender los fogones no sea un problema secundario para las familias cubanas. Ahora con la Revolución Energética en Cuba, no solo ahorrará mil millones de dólares a la economía nacional, también los cubanos reducirán sus gastos gracias a ella.

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