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Al poder no se aspira por egoísmo, autosuficiencia, vanidad y supuesta imprescindibilidad de cualquier ser humano: Fidel
Por encima de la evaluaciones coyunturales a determinadas figuras de la actualidad cubana, con estas reflexiones Fidel brinda una verdadera lección de modestia revolucionaria. No ha ce falta decir más...
Los vivos y los muertos
Por Fidel Castro Ruz
(22 de abril de 20086 y 18 p.m)
Usted puede pensar que su pequeño barco avanza río arriba, pero si la corriente es más fuerte estará retrocediendo.
No hacer vergonzosas concesiones a la ideología del imperio, dije y lo vuelvo a repetir hoy.
Nadie leerá nunca de mi humilde pluma un elogio oportunista que envilezca su conducta.
Por esta razón, apoyo resueltamente la decisión del Partido y el Consejo de Estado de sustituir al Ministro de Educación.
Como se conoce, toda la vida, desde que tuve conciencia revolucionaria, la consagré, en primer lugar, al tema de la educación, desde la Campaña de Alfabetización hasta la universalización de los estudios superiores. Aun bajo condiciones de bloqueo económico y agresión, logramos alcanzar un lugar privilegiado y único en el mundo.
El titular de ese cargo, Luis Ignacio Gómez Gutiérrez, estaba realmente agotado. Había perdido energía y conciencia revolucionaria. No debió pronunciar los últimos discursos y hablar de futuros encuentros de educadores del hemisferio y del mundo, exaltando una obra que fue fruto genuino de numerosos cuadros revolucionarios y no personal, como pretendía hacer creer a los invitados.
Lamento realmente si alguno de nuestros abnegados maestros lo interpretara como una afirmación injusta.
Debo señalar que en el transcurso de diez años ha viajado al exterior más de 70 veces. Durante los tres últimos lo hizo con la frecuencia de un viaje por mes, utilizando siempre el pretexto de la cooperación internacional de Cuba. Por este y otros elementos de juicio, no se tiene ya confianza en él; más claro todavía: ninguna confianza.
¿Quién debía sustituirlo? Era otro aspecto del problema. Debía hacerse, y rápido. Se buscó entre muchos. Con los mejores se confeccionó una lista de quince, dos se habían desenvuelto en ese campo con notable éxito:
Ena Elsa Velázquez Cobiella, Doctora en Ciencias de la Educación, rectora actual del Instituto Superior Pedagógico "Frank País", de Santiago de Cuba. Se graduó en 1980, acumula experiencia docente en las más variadas instancias de la educación, en las cuales se destacó; con 52 años de edad, al triunfo de la Revolución tenía solo dos de nacida en la capital de la antigua provincia oriental.
Cira Piñeiro Alonso, Licenciada en Psicología, graduada con Título de Oro, Directora Provincial de Educación en Granma, 16 años de experiencia en diversas tareas docentes. Su éxito como responsable de la educación en Granma es reconocido por todo el país. Tiene 39 años.
Ambas compañeras, por sus méritos y éxitos, fueron propuestas por la comisión de candidatura y elegidas como diputadas a la Asamblea Nacional.
Las dos serán incorporadas al Ministerio de Educación: Ena Elsa como Ministra y Cira Piñeiro como apoyo a la Ministra y futuro cuadro en el cargo que se le asigne. Serán sustituidas en la actual tarea por profesionales extraídos de la cantera inagotable de nuestro personal docente y revolucionario.
En este especial e importante caso, aparte de mis apreciaciones personales, fui consultado e informado plenamente.
Cuando tuve el privilegio de ser igualmente consultado en vísperas de la elección del Consejo de Estado, no vacilé en proponer que prestigiosos jefes militares —que llenaron de gloria y autoridad moral a nuestro heroico pueblo— como Leopoldo Cintras Frías y Álvaro López Miera, maduros, modestos, llenos de experiencia y energía, con menos edad de quien con rango militar es uno de los más fuertes y amenazantes candidatos a la jefatura del imperio, fuesen propuestos a la Asamblea Nacional como candidatos a miembros del Consejo de Estado. Conozco a otros cuadros bastante más jóvenes que ellos de gran capacidad, excelente preparación y poco publicitados, con los cuales hay que contar.
No me agrada en absoluto herir a nadie, pero no puedo dudar en explicar con toda claridad los hechos para proteger la obra de las generaciones que han aportado sudor, sacrificio y no pocas veces hasta la salud y la vida por la Revolución.
Espero que mis compatriotas comprendan que el trabajo forzoso que me impuso la naturaleza en esta etapa de mi vida me obliga, ante amigos y adversarios, a expresar lo que pienso sin subterfugios y con pruebas morales a mi alcance que son irrebatibles. Asumo, por tanto, la responsabilidad plena por esta decisión, sean cuales fueren las reacciones y consecuencias.
Los libelos enemigos me acusarán de aplicar terror psicológico a partir de la autoridad moral. No lo es en absoluto para los que tengan conciencia de que el verdadero terror psicológico y físico —con infinitos sufrimientos humanos y morales para nuestro pueblo— sería el regreso del dominio imperial sobre Cuba. En ese triste caso, la causa sería no la falta de alfabetización o de cultura, sino de conciencia.
No me resignaré jamás a la idea de que al poder se aspire por egoísmo, autosuficiencia, vanidad y supuesta imprescindibilidad de cualquier ser humano.
Expresaré mi modesta opinión mientras pueda y necesite hacerlo.
¡Los vivos y los muertos lucharemos!
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