Posted by : Unknown martes, 22 de abril de 2008

El Dalai Lama no cree en el juego limpio


Sin temor a equivocarnos, es evidente que está en marcha una campaña para boicotear los venideros Juegos Olímpicos en Beijing, China. El objetivo es claro: minar el prestigio y tranquilidad de la competencia para favorecer determinados intereses políticos.
No es la primera vez que la más importante cita deportiva del orbe es el escenario escogido para “vender” ideas al más puro estilo propagandístico. Entre los precursores de la “politización olímpica”, al menos de forma declarada, está Joseph Paul Goebbels, el siniestro ministro de Propaganda e Información del nazismo, quien trató de usar a la Olimpiada de Berlín en 1936 como plataforma demostrativa de la supuesta superioridad de la raza aria.
La toma de rehenes en Munich 1972, las discrepancias en torno a Taiwán y Sudáfrica en Montreal 76`, así como los sucesivos boicots a los juegos Moscú 80`, Los Ángeles 84` y Seúl 88`, demostraron que sigue siendo una quimera el abandonar las pasiones ideológicas, en aras de la fraternidad deportiva.
Hasta el momento el Comité Olímpico Internacional (COI) ha manifestado enfáticamente su oposición a politizar los venideros Juegos este verano. En similares términos se pronunciaron los 205 delegados a la XVI Asamblea General de la Asociación de Comités Olímpicos Nacionales (ACON) efectuada a principios de abril. Sin embargo otra cosa piensan determinados círculos políticos.

El medio para un fin
Por los estándares establecidos por el COI, acoger exitosamente tan colosal evento como son los Juegos Olímpicos, significa una demostración de la capacidad organizativa y el poderío económico de los anfitriones. Esta es una realidad en la vista tanto del gobierno chino, como de sus enemigos, declarados o no.
Como por arte de magia cada una de las calamidades del mundo actual, parecen ser un engendro chino y como tal merecen castigarse. A respecto el analista Txente Redondo del Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN), hacía notar que “El abanico de reproches contra el gobierno chino alcanza en ocasiones cotas de absurdo enormes. Así, recientemente un medio señalaba a Beijing como culpable de destruir la riqueza forestal de Nueva Guinea, al solicitar explotar la madera para las construcciones de cara a las Olimpiadas. Esos mismos medios han obviado históricamente la quema de esas mismas superficies desde hace años, y siempre con intereses financieros detrás de ello. Otra acusación lanzada va ligada a la transformación de Beijing, que habría provocado el desplazamiento de parte de la población local, así como la desaparición de zonas antiguas de la capital china, los conocidos hutong. Estos barrios tradicionales han sufrido el avance inmobiliario y la especulación, pero para algunos de sus habitantes las condiciones de vida en los mismos hacía tiempo que habían degenerado por la falta de acceso a infraestructuras de agua y a su hacinamiento. Además, situaciones de este tipo se han venido sucediendo en las últimas olimpiadas, y el caso de Barcelona en 1992 no es más que una muestra de ello”.
[1]
Sin embargo el caso del Tibet parece el más prominente para enrarecer el ambiente. Como en la extinta Yugoslavia, los diferendos sobre el estatus administrativos de determinadas regiones del mundo se ven enrarecidos por la injerencia externa. La lejana región fronteriza con la cordillera del Himalaya, no ha sido la excepción.
A los tibetanos entonces se les atribuye más “derecho” a la independencia que kurdos, vascos, norirlandeses, flamencos, catalanes, tamiles, etcétera. Similar doble actitud observamos en la evaluación de Occidente sobre la respuesta del gobierno chino a los recientes disturbios ocurridos en Lhasa, en los cuales causaron 19 muertos, más de 300 heridos y numerosos daños materiales.
Es obvio que si fueran los Estados Unidos, la Unión Europea y demás “jueces” quienes se encontraran en una situación similar, la actitud fuera doblemente drástica. No obstante a Beijing no le perdonan siquiera que proteja su unidad nacional.
Otro hecho que viene a descalificar la legitimidad de los separatistas es la credibilidad del autoproclamado líder: el Dalai Lama
No es preciso abordar la prominencia espiritual que el budismo le otorga a dicha figura. Basta con examinar su poder antes de la proclamación de la República Popular China (RPCH) en 1949.
Hasta los años 50 del siglo pasado el Tibet fue, de hecho, propiedad de 626 personas, quienes, entre una población total de casi un millón de habitantes, controlaban más del 90 por ciento de la tierra. Además la Ley otorgaba al Dalai Lama el status de “dueño” del país y se estima que su familia disponía directamente de 27 fincas, 36 prados, seis mil 170 siervos y 102 esclavos domésticos.
Mientras no vieron amenazados sus intereses, la jerarquía feudal del Tibet no consideró la idea de separarse del resto de China.
Esto podría explicar la emotiva carta enviada por este Dalai Lama, en octubre de 1951, al primer presidente de la RP China Mao Zedong, en la cual expresó su esperanza de "proteger la unificación y la soberanía de la patria bajo el liderazgo del presidente Mao y del gobierno central".
¿Será realmente la emancipación de los tibetanos lo que defiende este individuo?

Desestabilización prefabricada
La postura ambigua del Dalai Lama con relación a las Olimpiadas deja muchas dudas. En una entrevista con NBC News, afirmó no apoyar al boicot, pero no se opuso a la idea de que el presidente de Estados Unidos, y otros líderes mundiales no asistan a las ceremonias de apertura.
Las suspicacias sobre de su declarado “pacifismo” se fortalecen con las revelaciones de los órganos de seguridad chinos, estos han documentado los planes de los grupos separatistas vinculados a él para, violentamente, entorpecer la normal realización de las competencias.
El Ministerio de Seguridad Pública de China aseguró a través de su portavoz Wu Heping tener "pruebas suficientes que evidencian que el incidente del 14 de marzo formaba parte del Movimiento del Levantamiento del Pueblo Tibetano, planeado por la camarilla del Dalai Lama con la intención de provocar una crisis en China mediante la realización de sabotajes coordinados en Tíbet."
Varios textos
[2] documentan el involucramiento de los servicios de inteligencia de EE.UU en el Tibet, para convertirlo en un factor desestabilizador del resto de China. Se conoce que la CIA armó a cientos de tibetanos para desatar los levantamientos armados de 1959 y otros alteraciones del orden en 1987 y 1989. De ahí que pocos descarten la idea de que la agencia esté detrás de los recientes brotes violentos en el Tibet.
Adicionalmente varias figuras del mundo político estadounidenses han manifestado abiertamente su apoyo al separatismo tibetano. Sobresale la aspirante a la candidatura presidencial por el Partido Demócrata, la senadora Hillary Clinton, quien exhortó al presidente Bush a boicotear la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos en Beijing.
En medio de un año electoral cada uno de los contendientes trata de parecer lo más “demócrata” posible y el tema del Tíbet podría ser otra manera de hacerlo.
Mientras tanto el Dalai Lama aprovecha la oportunidad mediante un muy publicitado recorrido por Estados Unidos para vender su imagen.
Hoy puede que los métodos no sean tan descarnados; pero cuando la situación lo amerite la violencia no se descarta. De otra manera no hubieran tenido lugar los sucesos de marzo pasado en Lhasa; haciendo notar que la idea del juego limpio no figura entre las opciones del Dalai Lama y sus seguidores.
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[1] Txente Rekondo “El año olímpico en China”. En www.rebelion.org. (consultado 21 de febrero de 2008).
[2] Alguno de estos libros son: The CIA's Secret War in Tibet » (La guerra secreta de la CIA en el Tibet) de Kenneth Conboy (University Press of Kansas, 2002) y « Buddha's Warriors – The story of the CIA-backed Tibetan Freedom Fighters » (Los guerreros de Budha – La historia de los combatientes tibetanos de la libertad apoyados por la CIA), de Mikel Dunham (Penguin, 2004, 434 páginas)

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