Posted by : Unknown jueves, 12 de junio de 2008

El ataque más cobarde de Alpha 66 en Cuba fue dirigido por Santiago Álvarez.

Por Jean Guy Allard

(Granma)

El periodista canadiense Keith Bolender ha recogido decenas de testimonios de víctimas del terror, como aquellas de ese pueblo de pescadores atacado por mercenarios el 12 de octubre de 1971

Entre las numerosas operaciones terroristas realizadas por Alpha 66 a finales de los años 60 y principios de los años 70, el ataque a Boca de Samá, un pueblito de pescadores cercano a la playa de Guardalavaca, es sin dudas la más cobarde de todas.

La dirigía Santiago Alvarez, el cómplice de Luis Posada Carriles, hoy encarcelado en EE.UU. por posesión de armas ilegales. Keith Bolender, un periodista canadiense, acaba de recoger testimonios de esa acción criminal con vistas a la publicación de un libro.

Durante meses, el investigador ha recogido decenas de testimonios de víctimas de ataques terroristas para su obra The Oral History of Terrorism Against Cuba (La Historia Oral del Terrorismo contra Cuba). "El testimonio de las personas que han sufrido en carne propia aquellos ataques es la mejor forma de hacer sentir lo trágico de aquellos eventos que se multiplicaron durante décadas", cuenta Bolender, un residente de Toronto.

Las investigaciones de las autoridades cubanas han documentado ampliamente cómo el ataque mercenario de Boca de Samá, el 12 de octubre de 1971, que dejo dos muertos, fue orientado por la CIA, realizado por una de sus organizaciones terroristas, Alpha 66, al mando de uno de sus agentes-mercenarios, Santiago Álvarez Fernández-Magriñá.

Aquel día, sobre las 10 de la noche, un comando de catorce individuos navegando en dos lanchas piratas identificadas como de Alpha 66, comandadas por Alvarez, atacó el pueblo de pescadores del municipio de Banes.

Aprovechando la oscuridad provocada por la rotura de una planta eléctrica, los agresores caminaron por la orilla del mar y llegaron a alcanzar el pueblo, donde unos fueron directamente a saquear la única tienda del lugar mientras otros abrían fuego con un mortero sobre la escuela y las casas de madera de los pobladores.

El asalto fue un acto desprovisto de toda lógica, característico del bandidismo contra Cuba, realizado con fines de propaganda en Miami, pero causó la muerte de dos combatientes del Ministerio del Interior, Lidio Rivaflecha Galano y Ramón Siam Portelles, y cuatro heridos graves, Carlos Escalante Gómez, entonces jefe de la Unidad de Tropas Guardafronteras de la zona, el obrero agrícola Jesús Igarza Osorio y las hermanas Aracelis y Nancy Pavón, con 13 y 15 años de edad, respectivamente.

"Boca de Samá fue un blanco fácil para los terroristas debido a su lejanía y a una línea costera salpicada por cuevas donde se podían almacenar armas y suministros", analiza Bolender al señalar que, antes de la Revolución, se encontraban en la región varias plantaciones de plátano propiedad de la United Fruit Company, "la misma corporación implicada en el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954".

"YO RECIBÍ OCHO IMPACTOS, TODOS EN MIS PIERNAS"

Un residente del lugar, Carlos Andrés Escalante Gómez, apodado El Chino, le contó a Bolender cómo el encuentro con Álvarez y su tropa de sicarios, aquella noche de 1971, le valió ocho proyectiles en la pierna.

Cuenta al describir la llegada de los mercenarios: "Estábamos en una cueva tratando de descifrar aún lo que la nave estaba haciendo cuando de repente un pescador vino corriendo a lo largo de la costa gritando a todo lo que le daban sus pulmones que había visto un grupo de gente".

"Inmediatamente, fuimos en su búsqueda. Corrimos hasta la escuela para organizarnos en grupos de tres y entonces escuchamos un ruido. Los bandidos ya estaban en el pueblo. Estaban derribando la puerta de la tienda".

"La escuela estaba justo frente a la tienda, quizás a unos diez metros. Los tres de mi grupo salimos de la escuela. Yo iba al frente y los otros dos a mi lado. Sabíamos que había algunos bandidos en la tienda. Podíamos escucharlos destrozando cosas."

El Chino explica que se decidió que él fuera por la entrada lateral en tanto sus compañeros rodearan la tienda por el frente y el otro lado.

"Cuando llegamos a la tienda, yo fui hacia la puerta lateral y les grité a los que estaban dentro para que se rindieran", continúa. Frente a él, en la oscuridad, se encontraba uno de los atacantes con una ametralladora.

"Metió la punta del arma entre las tablillas y comenzó a disparar ciegamente. Sonaba como si estuviera disparando cientos de tiros a la vez. Yo recibí ocho impactos, todos ellos en mis piernas, e inmediatamente caí al suelo. Sabía que me habían dado. El dolor era intenso y podía sentir cómo mis pantalones se empapaban con mi sangre. Pero continué disparándole con mi pistola".

Otros dos terroristas disparaban dentro de la tienda aunque pronto, asustados por la resistencia encontrada, comenzaron a correr de regreso a sus embarcaciones.

"Mientras abandonaban el caserío y regresaban a la nave principal, comenzaron a ametrallar a todo el pueblo. Todas las casas fueron impactadas, la tienda, la escuela, todo. Mataron a dos compañeros; Lidio Rivaflecha y Ramón Arturo Siam".

Precisa El Chino: "Una de las balas me impactó muy cerca de la arteria femoral. De haberme dado allí, habría muerto".

En su huida precipitada, los atacantes abandonaron folletos de propaganda y una bandera con el nombre de Alpha 66.

"HABÍA SIDO ASESINADO A SANGRE FRÍA"

Durante años, José Abel Romero González fue el único maestro en la única escuela de Boca de Samá. El también contó a Bolender cada detalle de esta noche infernal.

"Todo el pueblo fue baleado. No hubo una sola casa que no tuviera marcas de bala. No puedo ni imaginarme cuántas balas pudieron haber disparado", explicó. Romero tuvo conocimiento, a pesar de la oscuridad, de la muerte de los combatientes del MININT bajo las balas de la tropa de Álvarez.

"Escuché cómo Ramón (Siam) cayó. Le escuché gritar. Después más disparos y finalmente silencio. Los compañeros de la policía pensaron que solo habían matado a una persona, Libiori (Rivaflecha), pero yo escuché a alguien quejándose en el otro lado del pueblo. Se iluminó el área y se encontró a Ramón, a quien le salía sangre por la boca. Estaba desplomado sobre una cerca. Le habían disparado varias veces, había sido asesinado a sangre fría."

El testimonio de la joven Nancy Pavón, difundido en varias oportunidades en la prensa cubana, asombró al periodista canadiense. Le contó esta mujer, ahora de 51 años de edad, cómo después de haber sido alcanzada por proyectiles de los mercenarios, los cirujanos tuvieron que amputarle un pie.

"YO TAMBIÉN ESTOY MUERTA"

Bolender la entrevistó en Guardalavaca donde, casualmente, se encontraba probando una nueva prótesis. Su testimonio no deja de emocionar:

"Mi hermana Ángela aún estaba durmiendo cuando yo me desperté, y entonces salté sobre ella para protegerla. Comencé a ponerme los zapatos y grité: "Estoy muerta". Sentí algo que me golpeó, no sabía dónde, pero sabía que me había golpeado. Me dolía, pero el dolor no era grande. Estaba muy asustada. La casa estaba oscura y no podía saber con certeza qué me había pasado. Al mismo tiempo, mi hermana también gritó: 'Yo también estoy muerta'."

"Increíblemente, era la misma bala que también había impactado a mi hermana en su pie. Yo me estaba inclinando para ponerme el zapato derecho y levanté la cabeza en ese momento en que la bala llegó. Si yo hubiera estado aún inclinada, me habría matado."

Nancy pestañea rápidamente mientras habla, cuenta Bolender. Al preguntársele qué le pasó a su zapato derecho, abre los ojos y explica.

"Ese zapato se quedó en la casa. Cuando todo hubo terminado y regresamos, estaba aún allí. Mi padre dijo que aún estaba limpio y no tenía sangre. El resto de la casa era un caos, llena de agujeros de balas y la mayor parte de las cosas rotas. Y a la vez, mucha sangre en el piso y las paredes. La piel de los pies impactados de mi hermana y míos estaba adherida a los mosquiteros".

Detrás de estos testimonios de los sufrimientos que sigue padeciendo Nancy y de la muerte de dos jóvenes combatientes, irreparables para sus familiares, está la CIA, sus mercenarios de Alpha 66, y el principal responsable de la ejecución de esta acción salvaje: Santiago Álvarez.

El mismo Santiago Alvarez de quien los diplomáticos norteamericanos en La Habana han trasladado dinero para esos otros mercenarios que hoy defienden en Cuba los intereses imperiales.

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