Posted by : Unknown domingo, 26 de octubre de 2008

Por: Fidel Castro Ruz

Octubre 26 de 2008

5 y 15 p.m.


Tomado de www.cubadebate.cu


Chávez habló en Zulia del “camarada Sarkozy”, y lo dijo con cierta ironía, pero sin ánimo de herirlo. Por el contrario, más bien quiso reconocer su sinceridad cuando, en su condición de Presidente rotativo de la Comunidad de Países Europeos, habló en Pekín.

Nadie proclamaba lo que todos los líderes europeos conocen y no confiesan: el sistema financiero actual no sirve y hay que cambiarlo. El Presidente venezolano exclamó con franqueza:

“Es imposible refundar el sistema capitalista, sería como un intento de poner a navegar al Titanic después que está en el fondo del Océano.”

En la reunión de la Asociación de Naciones Europeas y Asiáticas, en la que participaron 43 países, Sarkozy hizo confesiones notables, según los cables:

“El mundo va mal, afronta una crisis financiera sin precedentes por su magnitud, rapidez, violencia, y sus consecuencias sobre el medio ambiente ponen en cuestión la supervivencia de la humanidad: 900 millones de personas no tienen los medios para alimentarse.

“Los que participamos en esta reunión representamos dos tercios de la población del planeta y la mitad de sus riquezas; la crisis financiera comenzó en Estados Unidos, pero es mundial y la respuesta debe ser mundial.”

“El lugar para un niño de 11 años no es la fábrica, sino la escuela”.

“Ninguna región del mundo tiene lección que dar a nadie.” Una clara alusión a la política de Estados Unidos.

Al final recordó ante las naciones de Asia el pasado colonizador de Europa en ese continente.

Si Granma hubiese suscrito esas palabras, dirían que se trataba de un clisé de la prensa oficial comunista.

La canciller de Alemania, Angela Merkel, dijo en Pekín que no se podía “prever la entidad y duración de la crisis financiera internacional en curso. Se trata, ni más ni menos, de la creación de una nueva carta constitutiva de las finanzas.” Ese mismo día se divulgaron noticias que revelan la incertidumbre general desatada.

En la reunión de Pekín, los 43 países de Europa y Asia acordaron que el FMI debería jugar un papel importante asistiendo a los países gravemente afectados por la crisis, y apoyaron una cumbre interregional en busca de la estabilidad a largo plazo y el desarrollo de la economía del mundo.

El presidente del gobierno español, Rodríguez Zapatero, declaró que “había una crisis de responsabilidad en la que unos pocos se han enriquecido y la mayoría se está empobreciendo”, que “los mercados no confían en los mercados”. Exhortó a los países a huir del proteccionismo, convencido de que la competencia haría que los mercados financieros jugaran su papel. No ha sido oficialmente invitado a la cumbre en Washington por la actitud rencorosa de Bush, que no le perdona el retiro de las tropas españolas de Iraq.

El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, apoyó su advertencia sobre el proteccionismo.

El secretario general de la ONU, Ban Ki‑moon, se reunía por su parte con eminentes economistas para tratar de evitar que los países en desarrollo sean las principales víctimas de la crisis.

Miguel D’Escoto, ex ministro de Relaciones Exteriores de la Revolución Sandinista y actual presidente de la Asamblea Nacional de Nicaragua, demandaba que el problema de la crisis financiera no se discutiera en el G‑20 entre los países más ricos y un grupo de naciones emergentes, sino en las Naciones Unidas.

Hay disputas acerca del lugar y la reunión donde debe adoptarse un nuevo sistema financiero que ponga fin al caos y la ausencia total de seguridad para los pueblos. Existe gran temor de que los países más ricos del mundo, reunidos con un grupo reducido de países emergentes golpeados por la crisis financiera, aprueben un nuevo Bretton Woods ignorando al resto del mundo. El presidente Bush declaró ayer que “los países que discutirán aquí el mes próximo sobre la crisis global deben también volver a comprometerse con los fundamentos del crecimiento económico a largo plazo: mercados libres, libre empresa y libre comercio.”

Los bancos prestaban decenas de dólares por cada dólar depositado por los ahorristas. Multiplicaban el dinero. Respiraban y transpiraban por todos los poros… Cualquier contracción los conducía a la ruina o a la absorción por otros bancos. Había que salvarlos, siempre a costa de los contribuyentes. Fabricaban enormes fortunas. Sus privilegiados accionistas mayoritarios podían pagar cualquier suma por cualquier cosa.

Shi Jianxun, profesor de la Universidad de Tongui, Shanghai, declaró en un artículo que publicó en la edición exterior del Diario del Pueblo que “la cruda realidad ha llevado a la gente, en medio del pánico, a darse cuenta de que Estados Unidos ha utilizado la hegemonía del dólar para saquear las riquezas del mundo. Urge cambiar el sistema monetario internacional basado en la posición dominante del dólar.”

Con muy pocas palabras explicó el papel esencial de las monedas en las relaciones económicas internacionales. Así venía ocurriendo desde hace siglos entre Asia y Europa: recordemos que el opio fue impuesto a China como moneda. De eso hablé cuando escribí La victoria china.

Ni siquiera plata metálica, con la que pagaban inicialmente los españoles desde su colonia en Filipinas los productos adquiridos en China, deseaban recibir las autoridades de este país, porque se devaluaba progresivamente debido a su abundancia en el llamado Nuevo Mundo recién conquistado por Europa. Hasta vergüenza sienten hoy los gobernantes europeos por las cosas que impusieron a China durante siglos.

Las actuales dificultades en las relaciones de intercambio entre esos dos continentes deben resolverse, según el criterio del economista chino, con euros, libras, yenes y yuanes. No cabe dudas de que la regulación razonable entre esas cuatro monedas ayudaría al desarrollo de relaciones comerciales justas entre Europa, Gran Bretaña, Japón y China.

Estarían incluidos en esa esfera Japón y Alemania dos países productores de sofisticados equipos de tecnología avanzada tanto para la producción como para los servicios, y el mayor motor en potencia de la economía del mundo, China, con alrededor de 1 400 millones de habitantes y más de 1,5 millones de millones de dólares en sus reservas de divisas convertibles, que son en su mayoría dólares y bonos del Tesoro de Estados Unidos. Le sigue Japón con casi las mismas cifras de reservas en divisas.

En la actual coyuntura, se incrementa el valor del dólar por la posición dominante de esta moneda impuesta a la economía mundial, justamente señalada y rechazada por el profesor de Shanghai.

Gran número de países del Tercer Mundo, exportadores de productos y materias primas con poco valor agregado, somos importadores de productos de consumo chinos, que suelen tener precios razonables, y equipos de Japón y Alemania, los cuales son cada vez más caros. Aun cuando China ha tratado de que el yuan no se sobrevalúe, como demandan sin cesar los yanquis para proteger sus industrias de la competencia china, el valor del yuan se incrementa y el poder adquisitivo de nuestras exportaciones disminuye. El precio del níquel, nuestro principal producto de exportación, cuyo valor alcanzó más de 50 mil dólares la tonelada no hace mucho, en los últimos días apenas rebasaba los 8 500 dólares por tonelada, es decir, menos del 20 por ciento del precio máximo alcanzado. El del cobre se ha reducido a menos del 50 por ciento; así sucesivamente ocurre con el hierro, aluminio, estaño, zinc y todos los minerales indispensables para un desarrollo sostenido. Los productos de consumo, como café, cacao, azúcar y otros, más allá de todo sentido racional y humano, en más de 40 años apenas incrementaron sus precios. Por eso no hace mucho tiempo yo advertía igualmente que, como consecuencia de una crisis que estaba a las puertas, los mercados se perderían y el poder adquisitivo de nuestros productos se reduciría considerablemente. En esa circunstancia, los países capitalistas desarrollados saben que sus fábricas y servicios se paralizan, y sólo la capacidad de consumo de gran parte de la humanidad ya en los índices de pobreza, o por debajo de estos, podría mantenerlos funcionando.

Ese es el gran dilema que plantea la crisis financiera y el peligro de que los egoísmos sociales y nacionales prevalezcan por encima de los deseos de muchos políticos y estadistas angustiados ante el fenómeno. No tienen la menor confianza en el propio sistema del que surgieron como hombres públicos.

Cuando un pueblo deja atrás el analfabetismo, sabe leer y escribir, y posee un mínimo indispensable de conocimientos para vivir y producir honradamente, le faltaría vencer todavía la peor forma de ignorancia en nuestra época: el analfabetismo económico. Sólo así podríamos saber lo que está ocurriendo en el mundo.




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