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- Firmes y sin pánico
A juzgar por los titulares de la prensa extranjera sobre las recientes medias de control de precios, coto a la especulación y el robo, a los cubanos nos falta poco para la hambruna total o el suicidio masivo.
Estos eran algunos de los titulares tras la publicación de la Información al pueblo, el pasado 29 de septiembre: “Vientos de hambruna en Cuba”, decía ABC de España; mientras su coterráneo El País vaticinada: “La Habana se queda sin alimentos”. Era como para colgarse de un árbol. Sin embargo eso no ha ocurrido.
Otros medios de prensa se hacían eco de declaraciones sobre supuestas, o digámoslo mejor, soñadas, “convulsiones sociales” con el subsiguiente peligro, dijeron, de un éxodo masivo.
Mediante esta campaña de prensa la mafia de Miami, sus mentores en Washington y sus aliados europeos quieren calentar los ánimos a ambos lados del estrecho de la Florida y concretar su plan de una “intervención humanitaria” por parte de Estados Unidos.
De hecho es lo que siempre han hecho ante la ocurrencia en Cuba de algún tipo de situación de crisis, especialmente desde la desaparición del Campo Socialista cuando fallaron todos sus cálculos del fin automático de la Revolución.
Azuzar la subversión interna, tomando como caldo de cultivo el complejo contexto creado por Ike y Gustav, desnuda por enésima vez la naturaleza inhumana y egoísta de la contrarrevolución. Con tal de recuperar sus privilegios les da lo mismo aprovecharse de una desastre natural para orquestar provocaciones que lleven el conflicto al campo militar.
A contrapelo de las críticas de algunos cubanólogos de bolsillo, la inmensa mayoría del pueblo acogió con beneplácito la decisión del Estado de establecer en los mercados de oferta y demanda, provisionalmente, como precios máximos los existentes antes de los huracanes. Con dicha acción fue clarísimo el mensaje de aliento y de seguridad para todos.
No podía ser de otra manera. Era urgente la actuación del Gobierno Revolucionario para evitar una escalada desproporcionada en las cotizaciones de los principales productos de primera necesidad; lo cual ya estaba ocurriendo, pero que habría tomado niveles exorbitantes si no se actuaba de inmediato.
En Alemania al fin de la Primera Guerra Mundial, la destrucción que dejó la contienda unido a la indiferencia de las autoridades, provocaron que un pan llegara a costar hasta ¡29 mil marcos!. Solo una muestra de lo que puede ocurrir cuando se deja todo a las leyes ciegas del mercado, el cual siempre descarga sobre los sectores de menos ingresos el peso de lo peor en situaciones de contracción productiva.
La política cubana para enfrentar esta coyuntura económica excepcional, contrasta con la de su vecino del Norte, quienes fueron al rescate de los poderosos magnates bancarios cuando las bolsas se desplomaron, olvidando a los millones de estadounidenses que están perdiendo sus casas.
De la transitoria reducción de la disponibilidad, sobre todo de alimentos tradicionales como el plátano, han dando suficientes datos la prensa cubana. Pero al mismo tiempo ha sido clara y apreciable la voluntad del Estado de importar las cantidades que sean necesarias de alimentos para suplir ese déficits. Lo demás es economicismos barato que en nada considera la verdadera opinión pública, la cual se ha mantenido firme y sin pánico junto a su Revolución.
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