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- Latinoamérica quiere liberarse
La primera Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo (CALC), las reuniones del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y del Grupo de Río, así como la visita oficial del presidente cubano Raúl Castro a Brasil, marcaron momentos de buenos augurios para la soñada integración de la región.
De “rotundo éxito diplomático” calificó AFP, el saldo de la visita del presidente cubano Raúl Castro Ruz a Brasil para participar varias cumbres regionales. Sin dejar de tener razón, el titular de la agencia de noticias, no fue del todo preciso pues las jornadas vividas primero en Venezuela y luego en Brasil superaron el marco estrecho de los intersticios de la diplomacia e incluso los dividendos positivos no fueron solo para el Archipiélago caribeño.
Unidad posible
En el balneario de Costa do Sauípe, se vivió un acontecimiento inédito con la primera reunión de los países de América Latina, sin la convocatoria ni la participación de representantes de Estados Unidos o Europa.
Pero nada hubiera servido destacar este aspecto, si la cita no hubieses sobrepasado los límites de la reunión protocolar y la foto colectiva de rigor. En esta ocasión, pudo apreciarse el interés de traducir las palaras en hechos.
Sobre el tintero, por ejemplo, se colocó la propuesta del presidente venezolano Hugo Chávez de crear un sistema financiero propio, el cual establecería un fondo regional para financiar el desarrollo, a través del uso del uno por ciento de las reservas de divisas de América Latina y el Caribe, lo que sumaría unos 500 mil millones de dólares.
Varios analistas señalan que la situación de crisis que vive la economía global podría catalizar la articulación de estrategias con la etiqueta de “Hecho en América Latina” para hacer frente a problemas como la seguridad alimentaria y el calentamiento global.
Dichas afirmaciones solo apuntan a una parte del asunto, pues las intensiones integracionistas vistas en Salvador de Bahía, responden más a las políticas de izquierda predominantes, que a intereses coyunturales. Desde luego los diversos matices e interpretaciones de las rutas a seguir dejan múltiples interrogantes sobre cuál sería en definitiva el esquema de integración que adoptaría Nuestra América.
El ingreso de Venezuela al MERCOSUR, podría, al menos en teoría, materializar acciones comunes de dicho bloque con la naciente Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA). No obstante decirlo es más fácil que hacerlo, pues el ADN de ambos esquemas de integración difiere en muchos aspectos. Mientras MERCOSUR acentúa el componente comercial y arancelario, el ALBA promueve iniciativas de desarrollo que respeten las asimetrías de sus miembros.
Continúa siendo una incógnita cómo será posible lidiar con la nefasta influencia de los tratados de libre comercio que ya han firmado varias naciones latinoamericanas con EE.UU y Europa, cuyos propósitos van precisamente en sentido inverso al espíritu del convite de Salvador de Bahía.
Aunque con diferentes gradaciones dichos TLC`s tienen un peso importante en la vida económica de varios de los presentes en el balneario de la costa atlántico brasileña. Ahí están los casos de México, fuertemente atado al TLCAN, Centroamérica, Perú, Colombia y Chile asidos a sistemas similares. Cada uno de estos convenios bilaterales o no, restan un importante porcentaje de independencia de maniobra a muchos de los presentes en Brasil este diciembre.
Otras sendas de integración como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) pasaron la primera prueba al abortar la conjura divisionista orquestada por Washington para enfrentar a Venezuela y Ecuador con Colombia; y luego dándole el apoyo al gobierno de Evo Morales ante las maniobras golpistas de la oligarquía boliviana.
UNASUR aún debe consolidar su papel mediador en los conflictos de sus miembros, para acabar de una vez y por todas de firmar la sentencia de muerte de la Organización de Estados Americanos (OEA), la cual, con un innegable sello “Made in USA”, solo sirve para condenar a quienes le interesa a la Casa Blanca y el State Deparment; su alineamiento con la oposición a los sandinistas de Nicaragua en las recientes elecciones municipales, son la más reciente prueba.
Como dijera un comentarista “Es que la OEA como tal es un organismo obsoleto sin razón de existencia desde que quedó ampliado con Cuba el “Grupo de Río”. Para decirlo en una frase: La OEA está muerta y no lo sabe. Falta solo enterrar su cadáver. Manos a la obra, que para luego es tarde”.
A pesar de los escollos, declarados o por venir, el consenso logrado en Brasil podría ser el imprescindible primer paso para el largo camino de la unidad.
Cuba hace trizas el cerco
La mayor parte de los reportes llegado desde el gigante sudamericano resaltaron dos acontecimientos: la condena directa de los asistentes al bloqueo de Estados Unidos contra Cuba y el ingreso de esta última como miembro de pleno derecho en el Grupo de Río.
Del primero sobresalió el lenguaje explícito que de una vez y por todas descalificó a la guerra económica de Washington en el concierto latinoamericano, independientemente de cuán de acuerdo estén o no, con el sistema político y económico existente hoy en Cuba.
Al mismo tiempo la inserción en el Grupo de Río selló su retorno a mecanismos de concertación regionales, por derecho propio y sin súplicas previas. Este es el principal fruto de ser consecuentes con una actitud de respeto al derecho internacional, sin ceder a las “solicitudes” o presiones de ningún tipo. Constituyen además una lección para quienes están permanentemente dispuestos a los “gestos” para ganar espacio y ser incluidos en los selectos grupos de los ricos, autoproclamados “democráticos”.
Al respecto, Raúl precisó en uno de sus discursos los principios que han guiado a la diplomacia cubana después de 1959: “la no injerencia en los asuntos internos de los Estados, el rechazo a la agresión, a la amenaza y al uso de la fuerza, y al empleo de medidas coercitivas unilaterales, con el fin de impedirle a cualquier Estado el ejercicio del derecho a escoger su propio sistema político, económico y social”.
El respecto irrestricto a estos, junto a la solidaridad con los países del Sur, son la base del prestigio de que goza Cuba hoy en la arena internacional. Son los que le permiten hablar sin compromisos en los foros multilaterales, diciendo verdades muchas veces incómodas para los centros de poder del Norte.
Las reuniones de Brasil coronaron un año inolvidable para política exterior cubana, con pasos que podrían avizorar futuras concreciones integracionistas y con golpes contundentes al cerco económico y político de los Estados Unidos.
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