Posted by : Unknown jueves, 6 de agosto de 2009


• La extensión de la presencia militar estadounidense en Colombia provocó una verdadera reacción en cadena en la región ante la evidente intensión de Washington de convertir a la antigua Nueva Granada en un Israel en el hemisferio occidental.

Mientras se desarrolla una extraña y muda, la menes para la prensa, gira del presidente Álvaro Uribe por Perú Chile, Brasil, Bolivia y Paraguay, cada vez es más inocultable su propósito de convertirse en el gendarme de los Estados Unidos en la zona, aunque trate de aparentar lo contrario.

En la actualidad Bogotá es el principal destino de la ayuda militar estadounidense a América Latina. Estamos hablando de aproximadamente cinco mil millones de dólares del presupuesto del Departamento de Defensa. Sin descartar que la cuantía sea mucho mayor teniendo en cuenta las incógnitas partidas que seguramente asignan las diversas agencias de la comunidad de inteligencia.

A fines de mes ambos países deberán firmar una extensión a su acuerdo militar que incluiría el uso de siete bases de la fuerza armada colombiana por parte de soldados estadounidenses, más que las tres instalaciones que habían revelado en julio las autoridades.

El proyecto de ley aprobado por la cámara baja estadounidense y pendiente de aprobación en el Senado destinaría 46 millones de dólares para obras de construcción solo en la base de Palanquero, la base del principal de los aviones de combate de Colombia con una pista de aterrizaje de tres mil 500 metros y dos enormes hangares. Según fuentes del legislativo estadounidense el dinero sería ofrecido 15 días después de que se firme un acuerdo.

Desgraciadamente la Casa de Nariño no pudo evitar la filtración de los detalles de un acuerdo que esperaban concretar en secreto, mientras el mundo estaba ocupado con el golpe de Estado perpetrado en Honduras.

Para el gobierno uribista es un espaldarazo a su estrategia de la solución militar a la cuestión de las guerrillas. Pero Álvaro Uribe está haciendo una apuesta peligrosa por la vía militar, olvidando que las guerras se sabe como empiezan pero nunca cómo terminan.

Estados Unidos, por su parte, consigue mucho más que sustituir los enclaves que tuvo que abandonar en Panamá y en Manta, Ecuador. En la referida base de Palanquero, por ejemplo, se realizarán las misiones de interceptación que hasta ahora asumía Manta, con apenas espacio para ocho aviones. Como se ve EE.UU. fortalece sus posiciones en un área que se le va de las manos pues ni Venezuela ni Ecuador comulgan con sus políticas de dominación.

Al mismo tiempo avanza en su propósito de convertir al país en una especie de Israel tropical encargado de hacerle el trabajo sucio de desestabilización de los gobiernos “incómodos” como le son los de Rafael Correa y Hugo Chávez. De paso torpedea a la aún naciente Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR).

Tanto Quito como Caracas saben a lo que se enfrentan. De ahí que no resulte extraño que Ecuador lleve más de un año con sus relaciones rotas con su vecino del Norte, y un iceberg es más cálido que la temperatura actual de las relaciones diplomáticas y económicas entre Venezuela y Colombia.
En consecuencia ambos gobiernos esperan analizar el tema en la reunión UNASUR, a celebrarse la semana próxima en Quito, sin descartar una eventual convocatoria al Consejo Sudamericano de Defensa, probablemente para fines de agosto.

Seguramente habrá opiniones encontradas pues si Brasil y Chile han manifestado su inconformidad con la escalada belicista colombiana, otros gobiernos como el de Perú, mucho más cercano ideológicamente a Uribe, han tratado de justificarlo.

De hacerse realidad el acuerdo militar en ciernes entre Estados Unidos y Colombia, este dejará de ser famoso por la calidad de su café para incluirse en el “selecto” grupo de enclaves del Pentágono que integran entre otros, Corea de Sur en Asia e Israel en el Medio Oriente.

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