Posted by : Unknown jueves, 2 de septiembre de 2010

Si tratas de hacerte en desentendido cuando el asunto evidentemente te concierne, en Cuba dirán que intentas “hacerte el sueco” y eso es precisamente lo que ha estado haciendo en los últimos ocho meses la transnacional British Petroleum.
La comparación no pretende ofender a los ciudadanos de Suecia pues desconozco el origen de la expresión, pero no cabe duda que BP ha hecho todo lo posible para eludir toda responsabilidad en una de las peores catástrofes ecológicas del hemisferio.

Para fortuna de la Empresa, salvo los pobladores de la zona, ya casi nadie parece recordar que el 20 de abril de este año se fue a pique la plataforma petrolera Deepwater Horizon, dejando abierto un pozo que derramó más de 41 millones de barriles hasta ser provisionalmente sellado a mediados de agosto.
A esta alturas de la historia la Casa Blanca y por supuesto BP afirman que más de las tres cuartas partes del crudo derramado habrían desaparecido del Golfo, no obstante otros no son tan optimistas.
El mes pasado Christopher Reddy, de la organización sin fines de lucro Woods Hole Oceanographic Institution confirmó la existencia de una vasta columna submarina de petróleo con una extensión de 21 millas procedente del pozo averiado.
Por su parte Ian MacDonald, oceanógrafo de la Universidad Estatal de Florida advirtió que la cantidad real de petróleo eliminado apenas llegan al 10 por ciento y lo que es peor predijo que probablemente los efectos perjudiciales del derrame se mantengan durante décadas.
Como toda “respetable” transnacional la British… no escatimó esfuerzos para abaratar sus costos, lo cual no solo se traduce en esquivar cualquier responsabilidad financiera ligada al desastre.
De hecho sus tácticas para economizar podría haber provocado el derrame en sí mismo. Así piensa la organización de periodismo de investigación ProPublica quien hizo públicos informes internos de BP fechados en 2001 en los cuales relataban como la gerencia desatendió las normas de seguridad en los pozos petroleros en mar abierto, no reemplazó equipos obsoletos y presionó a los empleados para que no informaran los problemas, mientras interrumpía o aplazaba inspecciones para rebajar costos.
“¡Yo no fui!, ¡no es lo que tú piensas!”
Cuando ocurrió lo peor BP se comportó cual marido atrapado infraganti siendo infiel y negó lo evidente. En mayo el ahora ex director ejecutivo Tony Hayward insistía en que “el petróleo está en la superficie. No hay columnas”; y negaba que trabajadores y pescadores contratados para las labores de limpieza se hubieran intoxicado con los dispersantes tóxicos utilizados.
Eso no impidió que los pobladores de la costa del Golfo denunciaran que BP les habría condicionado el contrato para las tareas de recolección del crudo derramado a que no interpusieran luego demandas judiciales por el daño causado. Adicionalmente la transnacional contrató los servicios de la firma ESIS especializada en reducir las pérdidas de sus clientes por concepto de desembolsos.
Si bien BP puso 20 mil millones de dólares a disposición del gobierno para pagar compensaciones, lo hizo bajo condiciones leoninas pues, como reveló el New York Times, quienes las reciban perderán su derecho a demandar no solamente a BP, sino al resto de las grandes empresas involucradas en el derrame.
Adicionalmente la petrolera británica mientras destinó unos 6 mil 100 millones de dólares para hacer frente a la catástrofe, no tuvo escrúpulos en gastarse un millón de dólares semanales en anuncios de radio y televisión para lavar su imagen ante la opinión pública internacional.
Quizás parte de ese dinero haya sido el que originó la información ampliamente publicada de que unos microbios que ingieren petróleo habían reducido drásticamente la cantidad de crudo en el Golfo de México. Apenas días después se supo que el autor del estudio: el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley tiene amplios vínculos tanto con BP como con el gobierno de Estados Unidos.
En 2007, el laboratorio recibió el grueso de una subvención para las ciencias de 500 millones de dólares otorgada por BP. Su director en ese momento, Steven Chu, hoy está al frente del Departamento de Energía, que también financia parcialmente a la institución. Aunque oficialmente Chu no está en las labores de limpieza es difícil creer que a través de él BP no influya sobre las decisiones del gobierno sobre cómo lidiar con este asunto.
Lo más preocupante es que durante las audiencias convocadas por el Congreso para discutir las causas del derrame otros ejecutivos de las petroleras admitieron su incapacidad de asegurar que un desastre como esté no se repita. Así entre las ya cotidianas prácticas de las grandes trasnacionales de sacrificar la seguridad en pos de las ganancias, no nos asombremos si dentro de un tiempo tengamos a otro de estos grandes consorcios tratando de “hacerse el sueco”.

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