Posted by : Unknown lunes, 18 de marzo de 2013

Son demasiados kilómetros en meno de 48 horas para encerrarlos en estas líneas pero las frases se fueron agolpando unas tras otras haciendo impostergable el recuento. Pocas veces uno va desde las llanuras de Las Tunas hasta las montañas lluviosas y desafiantes de Baracoa para después tocar el corazón mismo del Oriente cubano.



La Primera en el tiempo

Aquí el espacio llano es poco y tener grandes patios para secar la ropa al sol es un lujo, por eso las prendas ya lavadas se colocan prácticamente sobre cualquier cosa.

Los modernos chalets lucen el nuevo rostro denotativos de los tiempos de apertura constructiva privada que vive el país conviven con otras que hace rato vieron pasar sus mejores tiempo y a quienes los años le pesan tanto que ya parecen sacados de una pintura surrealista.

En la sobrecogedoramente majestuosa Farola los hombres andan con el torso descubierto quien sabe si desafiando un clima casi siempre fresco. Es una madera de ser muy modesta pero decidida. Era la misma determinación de un niño que empinada su papalote.

A sus años de imberbe no le temen al peligro. La vista fija en el trozo de papel presto a perderse en la infinitud del cielo si no fuera por sus dedos que sostienen con fuerza el hilo. La loma del Paraíso no es solo el lugar de refugio cuando la tierra se sacude y el mar intimida, allí también lo vientos seducen a los intrépidos y él era uno de esos.

Así son los “baracoesos”, respetuosos, de brazos abiertos, pero que defienden con ahínco su patria chica al punto de ir en contra de la Real Academia con su particular gentilicio. Y alguna razón llevan porque, frente a las más orgullosas y renombradas villas de este Archipiélago, ellos pueden presumir de un privilegio que el Sol del recuerda todos los días y perpetuado en el escudo de la ciudad: son la Primera en el tiempo.

Pies mojados, dicha grande 

Cajobabo fue la sorpresa y la decisión. De nuevo dejando su huella el mar del Sur con sus olas fuertes y playas de momentos memorables.

Puro instinto de lector para encontrar el sitio exacto que pretendió esconderse con enormes rocas apostadas desde el enorme farallón hasta el agua.

Pero igual me fui al reencuentro de Martí. Nuestra última conversación fue en las alturas y otra vez me vio llegar con el corazón tronando en el pecho; y aunque ahora no estábamos a solas caminé sobre sus pasos; justamente por donde saltó a tierra un puñado de valientes para liderar la gesta definitiva contra el colonialismo español en América.

El Batey de los Ruz 

Los cedros no hablaron, tampoco hacía falta. Las escenas una mil veces leídas esta vez se salieron de las páginas para hacerse acompañar de otras contadas con pausada emoción por Florencio. Anduvimos entonces a medio camino entre la Bahía de Nipe y la de Santiago de Cuba, entre los resabios de Lina, la voluntad férrea de Ángel, las trastadas de Raúl, la ternura de las hermanas y esas cosas geniales que solo se le ocurrían a Fidel.

El Birán de ahora no es un santuario, tampoco un parque temático. Es apenas el fruto del denodado esfuerzo de Celia Sánchez para que hoy podamos caminar por los orígenes de una familia cubana que hace rato entró en la historia por mérito propio.

En 280 caracteres...

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