Posted by : Unknown domingo, 2 de marzo de 2014

Como Fito Páez en una canción memorable, a Palmarito, un pequeño poblado al sur de la ciudad de Las Tunas, también le gusta estar al lado del camino  mientras todo pasa. Aunque ha crecido mucho desde las tres primeras viviendas fundacionales allá por 1946,  todavía es un sitio donde lo citadino reflejado en sus 211 casas, la escuela, la panadería, la bodega y los teléfonos  seden terreno frente a lo rural  que impera desde el polvo, el silencio y los carretones.
Palmarito se extraña con tantos autos ligeros, microbuses y ómnibus llegados en una especie tsunami automovilístico de domingo del cual solo quedará el recuerdo con el paso de los días. Frente al forastero el poblado muestra con modestia su mejor rostro, ya bien mediante un coro infantil que le dedica una canción a un héroe ausente o a través de una anciana jovial entonando una cuarteta.

“En nuestra comunidad –explica Eliberto Álvarez Galbán, el delegado de la circunscripción del Poder Popular- el grupo comunitario se reúne todos los meses y hemos analizado temas como el aseguramiento a los proceso políticos y culturales, la atención que brindan las entidades del Estado, la limpieza en la comunidad, la tranquilidad ciudadana, la prevención de delito, las ilegalidades y las indisciplinas sociales. Hemos trabajado en las potencialidades que existen en el barrio desde la escuela, el CDR, la FMC y las formas productivas para lograr el desarrollo de cualquier actividad que se realice”.  Eso ha permitido cumplir las tareas con el apoyo popular, asegura.
Palmarito depende mucho de cómo anden dos cooperativas de créditos y servicios, la Omar Pérez Pérez y la Josué País García, pues sobre los hombros de ambas recaen la vitalidad de la economía doméstica basada en la ganadería y los cultivos varios, también asuntos de interés colectivo como reparar el Círculo Social de la localidad.
En 1983 llegó el Sistema Electroenergético Nacional y más reciénteme se construyó un acueducto rural. Los 480 lugareños están más tranquilos desde que el consultorio médico tiene un nuevo local, aunque todavía requiere de trabajo para que sea un lugar más confortable y quién sabe si en el futuro pueda pernoctar allí la doctora. El mismo esfuerzo y apoyo institucional que necesitan para el mejoramiento de los tres depósitos de agua existentes para cuando los pozos comienzan a cercarse.
Pero tras las mesas adornadas con dulces caseros y frutas, el campesino expresivo ante la grabadora del entrevistador, la modesta biblioteca sacada de su recinto habitual,  la música disco o el olor a cerdo asado, están, quizás, las esencias: en el sonido de la naturaleza, en una niña que lee un libro de juegos infantiles, la melancolía de un ranchera mexicana y una joven sentada en el portal de una casa de madera queriendo robarle un beso a su pequeño sobrino.
Parafraseando a un trovador, así está Palmarito, viendo pasar el mundo por el terraplén, mirando cómo caen las hojas, tratando de encontrar, con el empeño de su gente, su propia ruta.



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