Posted by : Unknown miércoles, 23 de septiembre de 2015


Es un lugar común decir que los casi tres días el Papa Francisco en Cuba es uno de los sucesos del año. No lo será, en cambio, el hacer notar que su prédica estuvo más cerca de la proyección social de la Revolución Cubana que del discurso oficial de la Iglesia Católica local, quizás demasiado anclado todavía en el conservadurismo de sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI.

La cálida acogida al Sumo Pontífice en este Archipiélago corrobora la política del Gobierno Revolucionario de tratar equitativamente a todas las instituciones religiosas del país. No romper ese equilibrio fue casi una obsesión incluso antes de que Francisco pusiera un pie en la losa del aeropuerto internacional José Martí.

Lógicamente la relevancia global de Sumo Pontífice y su calidad de jefe de Estado imponía el gigantesco despliegue logístico y mediático sin precedentes que vio el país entre el 19 y 22 de septiembre. Aun así fue inequívoco el propósito de las autoridades de evitar a toda costa que pudiera interpretarse los agasajos al Papa como una muestra de favoritismo del Estado hacia la institución que él encabeza. Dicha intensión se expresó en varios reportes de prensa y la realización del habitual encuentro de primer vicepresidente de los consejos de Estado y de Ministros Miguel Díaz-Canel con los representantes de otras denominaciones religiosas y fraternales en la semana previa a la llegada del Francisco.

Jorge Mario Bergoglio, y esto probablemente nadie lo niegue, se ganó por derecho propio un lugar en el corazón de miles, tal vez decenas de miles de cubanos. Sencillamente siendo tal cual es. Predicó la ayuda mutua, la entrega, el preocuparse por los desvalidos, el querernos los unos a los otros, ponderó el valor de la familia, en fin… el amor que tanto necesita el mundo.

El Papa hizo gala de una empática e inocultable sinceridad, de una oratoria impecable y de una calculada espontaneidad. Si porque en asuntos vaticanos casi todo está previsto; no obstante él supo darle su sello personalísimo a cada gesto, cada encuentro o expresión pública, ganándose así a cada público.

Más allá de la natural emoción de sus momentos aquí es imposible pasar por alto como en varias de sus homilías marcó claras diferencias con respecto a la postura tradicional de la Iglesia Católica en Cuba; en ese sentido fueron particularmente ilustrativas la pronunciada en la Catedral de La Habana, así como sus palabras ante la multitud congregada en las afueras del Cultural Padre Félix Varela.

Francisco siempre tuvo a bien eludir las menciones políticas explícitas, algo muy común en el lenguaje papal; manteniendo, por ejemplo, la postura tradicional de condena al aborto que sigue siendo uno de los pilares de la política general de la Iglesia Católica.

Bergoglio instó a la Iglesia aquí a avocarse mucho más hacia la sociedad, hacia los barrios, a salir de los templos e ir directamente a practicar la misericordia precisamente a quienes más la necesitan. Su exhortación, sí, nace de su innegable sentido humanista de la práctica del evangelio pero además tiene una razón muy práctica: ese cambio no solo beneficiaría directamente a miles de personas, también fortalecerán el lugar de la Iglesia frente al resto, especialmente ante las protestantes.

De igual modo a él tendremos que agradecerle que haya colocado en su justo lugar en horario estelar y ante millones de televidentes y radio oyentes el pensamiento de Félix Varela.

Preferir el bien común al bien particular; no hacer nada contra la unidad del cuerpo social y, por último, hacer en cada momento lo que en cada momento es posible hacer: son las lecciones que nos dejó el padre Varela cuyo insuperable milagro fue dejar a la posteridad ideas que brotarían en generaciones que articularían las esencias de la nación cubana.

De eso habló una y otra vez el Papa Francisco aunque en este minuto no sé si lo habrán entendido los seminaristas contemporáneos y quienes agitaron una bandera de los Estados Unidos frente a un sitio que vio forjar lo más genuino de la cubanía.

El Obispo de Roma reafirmó desde Cuba que es un decidido partidario de concretar los evangelios mediante acciones claras que transforme para bien a creyentes y no creyentes.

Probablemente solo cuando haya pasado la exaltación de estos días podremos aquilatar mejor cual es realmente el peso de Francisco en el panorama político mundial y en específico qué tanto caló su mensaje en la práctica cotidiana del clero católico cubano y lo más importante: en la mente de muchos de nosotros.

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