Posted by : Unknown viernes, 23 de junio de 2006

“Hoy es un día especialmente simbólico. Cuba es miembro fundador del Consejo de Derechos Humanos y Estados Unidos no. Cuba resultó elegida”… y no pudo terminar el párrafo el canciller cubano, porque en ese momento la sala rompió en aplausos.
Fue un instante como si, en medio ese largo partido entre el imperio y la Revolución Cubana, los hinchas hubieran coreado ese grito que hoy se oye en medio mundo al calor del Mundial Alemania 2006: ¡GOL!. Solo que esta vez fue de una manera más diplomática teniendo en cuenta el escenario pausado, pero tenso: Ginebra, Suiza, sede del recién estrenado Consejo de Derechos Humanos (CDH).

¡Se pudo!
Habitualmente durante las eliminatorias para el mundial de fútbol los partidarios de los equipos pequeños, esos que ningún especialista da como favorito, corean “¡se puede, se puede!” para darle ánimos a sus jugadores. Luego cuando el sueño se vuelve realidad y la selección, generalmente de un país pobre, logra incluirse en el selecto grupo de los “elegidos” para la lid mundialista, entonces la fanaticada corea alegre “¡se pudo!”.
Con un tono pausado pero contundente, eso pareció decirle Felipe Pérez Roque a los representantes estadounidenses en la sala. “Se pudo, aquí estamos contra todos los pronósticos”, podría ser la interpretación del discurso del representante de la diplomacia cubana, en la primera sesión de un CDH que viene a sustituir a otro organismo con iguales siglas: la defenestrada Comisión de Derechos Humanos.
A pesar de los sucios manejos y las crueles presiones de los personeros de Washington, Cuba pudo llegar hasta el área chica y colocar el balón en las redes. Como en el fútbol, donde los goles solo se logran con el trabajo de todo el equipo, en la batalla cubana fueron decisivos los 135 países del mundo subdesarrollado, quienes hicieron valer la fuerza del trabajo en conjunto.

Jugando fuerte desde el comienzo
El partido se mostró difícil desde antes del primer toque al balón. En frente estaba un oponente que desde el comienzo mostró que no le importarían los medios para impedir la clasificación de la pequeña isla del Caribe.
Desde el momento de discutir quién tendría la posesión inicial del balón las porfías fueron enconadas. Así lo reflejaron las interminables negociaciones en Nueva York para determinar cuantos serían los miembros del futuro órgano de las Naciones Unidas y lo más importante: si el sufragio para elegirlos sería secreto o público. Finalmente la firmeza del Sur fue tal que los poderosos no pudieron evitar la votación secreta.
De lo contrario habrían tenido todas las ventajas para dirigir con más precisión sus chantajes y hacer todo tipo de “jugadas sucias” sin que los árbitros decretaran juego peligroso y muchos menos sacaran alguna tarjeta amarilla.
Para complicar más la situación, los encargados de impartir justicia en terreno pertenecían a la Unión Europea, la cual además incluyó a sus diplomáticos más experimentados en el bando estadounidense. El acuerdo era total: los 25 del Viejo Continente votarían en bloque para evitar que La Habana lograra un puesto en el nuevo Consejo y de paso presionarían a sus ex colonias para que acompañar la estrategia norteamericana.

El gol
Llegado el momento de la verdad valió más el “juego bonito” de Cuba. Porque la Mayor de las Antillas no compró los votos ni amenazó a nadie. Se ha ganado la simpatía de los pueblos de la mano de los 300 mil ciudadanos de 26 países que han recuperado la vista gracias a las operaciones gratuitas realizadas por los especialistas cubanos, o de las brigadas médicas de la isla que han ido a los rincones más inhóspitos a aliviar el dolor de los olvidados, por solo mencionar dos ejemplos.
Toque a toque, denunciando las mentiras con la verticalidad de una diplomacia que no se vende ni traiciona, cual experimentados delanteros, los representantes cubanos desbarataron el esquema de juego rival.
Al fin vino el disparo certero al arco y Cuba logró su puesto dentro del Consejo de Derechos Humanos. Para asombro de Washington y Bruselas en las tribunas no solo celebraron los pueblos del Sur pobre. También fue como si saludaran el pueblo europeo y el estadounidense. Ese que agradeció el gesto cubano de ofrecer mil 100 médicos para salvar a las víctimas del huracán Katrina, o que cada vez más organiza comités pro liberación de los cinco luchadores cubanos contra el terrorismo: Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando Hernández y René González.
“Para convertir el Consejo en tribunal exclusivo contra los países subdesarrollados y asegurar impunidad a los del Norte, no se podrá contar con Cuba”, advirtió Felipe.
Cuba dejó bien claro que continuará en el terreno dispuesta a seguir dándole la mano a los más necesitados; y con la misma determinación de seguir marcado goles de Revolución en las narices del imperio.

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