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EEUU trata de callar a Posada Carriles

Muchos en Estados Unidos se erizarían si supieran que el santuario del terrorista más peligroso no está en el Medio Oriente, sino precisamente dentro de sus fronteras.

Luis Faustino Posada Carriles, quien que se ha mofado a los cuatro vientos de ser el artífice del atentado más grave que involucró a un avión civil antes del 11 de septiembre, vive en Miami, amparado en la libertad bajo palabra.

“¡Horror!, ¡cómo es posible si Sacarias Mousawi, condenado como el autor intelectual de los ataques al World Trade Center fue sentenciado a dos cadenas perpetuas sin posibilidades de libertad condicional.

Pero ahí no termina todo: el agente de la CIA no compareció a corte por su amplio historial de violencia contra personas inocentes. En lo absoluto. Sus problemas con la ¿justicia? de ese país han estado relacionados únicamente con asuntos migratorios.

Primero: la comedia escenificada de un inverosímil arribo a territorio estadounidense como uno de los tantos “espaldas mojadas” que diariamente se arriesgan en la frontera México-EE.UU. Luego, cuando ya no fue posible mantener la farsa, compareció ante una jueza por mentir en su solicitud de ciudadanía.

En términos simples, recordó hace un tiempo el abogado José Pertierra, es como si Osama Bin Laden, a quien la Casa Blanca le adjudica numerosos ataques contra sus ciudadanos en los últimos años, mañana desembarcara en Nueva York, y después de permanecer más de un mes allí, diera un conferencia de prensa y luego fuera arrestado por el ICE (el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas), simplemente por ser un ilegal.

Eso precisamente ha ocurrido con Posada Carriles. Solo que en su caso hay varios “simples” detalles que marcan la diferencia. La más grave de sus acciones, el asesinato de las 73 personas que viajaban en el vuelo 455 de Cubana de Aviación, el 6 de octubre de 1976, la realizó cuando George Bush (padre) encabezaba la Agencia Central de Inteligencia. Mientras documentos desclasificados recientemente prueban que la agencia conocía de antemano que una monstruosidad como esa se estaba preparando.

Su nombre también se incluye entre quienes participaron en la guerra sucia contra el gobierno sandinista en Nicaragua, en el operativo continental de las dictaduras latinoamericanas para eliminar a sus opositores, conocido como Operación Cóndor, e incluso en el magnicidio de Dallas.

Evidentemente él sabe mucho. Y en una de sus primeras comparecencias ante los tribunales, se encargó de recodarlo cuando a través de sus abogados afirmó que si se veía en una situación difícil podría revelar cuestiones “sensibles para la seguridad nacional de los Estados Unidos”.

Aquí radica, no cabe duda, el secreto del trato tan amable que el gobierno estadounidense le dispensa a este hombre. Eso sin descontar las presiones de la derecha cubanoamericana de Miami.

Hoy es Posada Carriles, pero hace 16 años, algo similar ocurrió con su compinche Orlando Bush, a salvo gracias al perdón presidencial otorgado por Bush padre.

Las personas decentes del mundo cada vez más se percatan de que, para la Casa Blanca, el concepto de terrorismo pasa por el prisma de sus intereses y por el camino van al piso todos los principios del derecho internacional.

Mientras tanto, en Miami le prodigan todos los “honores” a un asesino