Posted by : Unknown viernes, 25 de mayo de 2007

Obeso y luciendo siempre una gorra de béisbol, Michael Moore es sinónimo de problemas en la Casa Blanca. Con su más reciente propuesta Sicko, junto al profundo cuestionamiento del sistema estadounidense de salud, también tocó bien de cerca el bloqueo de su país contra Cuba.
Fue en septiembre del 2006 durante el Festival Internacional de Cine de Toronto, donde mostró los primeros fragmentos de su siguiente estocada al gobierno. Así, pudo verse la historia de una mujer a quien su aseguradora se negó a reembolsarle el gasto por un traslado en ambulancia después de un choque de frente, alegando que el costo no había sido aprobado previamente.
Los perjudicados no esperaron al estreno para mostrar las uñas. Ken Johnson, vicepresidente de la coalición Pharmaceutical Researchers and Manufacturers of America, que congrega a varios proveedores de la rama de la salud en Estados Unidos, admitió entonces que se alarmaron al conocer los planes del cineasta de hacer un documental sobre sus negocios. “Michael Moore es un activista político con varios antecedentes que muestran su sensacionalismo. No tiene ninguna intención de ser imparcial y equilibrado'', dijo.
Hacia lo interno trataron de cerrarle las puertas. Amenazas a sus empleados para que no hablaran con el director de cine. Incluso habilitaron líneas directas internas especiales por si al autor de “Fahrenheit 9/11” y “The Big one” se presentaba en las oficinas centrales de alguna de las empresas. Esto último tratando de evitar quedar en ridículo como NIKE y la Locked Martin, en “Roger and me” y “Bowling for Columbine'', respectivamente.
Ahora el irreverente director subió la parada. Para probar cuán ineficiente y excluyente es la atención médica en los Estados Unidos viajó a La Habana junto a seis trabajadores con graves secuelas de su labor en la remoción de los escombros del World Trade Center. Sus seguros médicos se negaban a cubrirles sus gastos por lo que se fueron a Cuba para ser atendidos gratuitamente.
Fue el colmo. El Departamento del Tesoro no se cruzó de brazos y abrió una investigación sobre una supuesta ilegalidad del viaje. Razones tienen para estar intranquilos. Solo basta con escuchar las declaraciones de los protagonistas de Sicko. "Este viaje [a Cuba] abrió mis ojos", afirmó Bill Maher, de 54 años, uno de los voluntarios del 11 de septiembre que fue atendido gratuitamente en la Isla.
Pero los problemas para la actual postura gubernamental no terminan ahí pues el propio Maher agregó: “Yo no tenía una buena información sobre Cuba. Recordaba solo la Crisis de los Misiles. ¿Y saben una cosa ahora? Voy a regresar".
Ese es probablemente el peor de los miedos: que el público se entere que en Cuba las personas no se mueren porque no tengan dinero para acudir a un médico y decidan venir acá a atenderse. Esto comprometería las ganancias de aseguradoras; un sector que aportó más de 13 millones de dólares para la reelección de Bush en 2004 y más de 180 millones de dólares a los candidatos republicanos durante los dos últimos comicios.
Si ya en la Casa Blanca tenía bastante con que Michael Moore denunciara a sus pilares fundamentales: los vínculos con los fabricantes de armas, las mentiras relacionadas con los ataques a las Torres Gemelas y la posterior invasión a Irak.
Ahora también quedó al desnudo la hipocresía que significa acusar a Cuba de violar los derechos humanos, pretexto además para mantener una guerra económica contra el archipiélago y al mismo tiempo, no poder garantizar servicios médicos decentes para sus propios ciudadanos.

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