Posted by : Unknown miércoles, 4 de julio de 2007

Perdón… ¿infinito?

George W. Bush, afirma que habla con Dios. Pero los hechos recientes indican que superó la etapa de las conversaciones y pasó al estadío de sustituir las funciones divinas. Solo eso puede explicar que le haya concedido el perdón al ex asesor de la Casa Blanca Lewis "Scooter" Libby.
En este caso el beneficiado, no mostró intensión alguna de arrepentirse de sus actos. Al contrario, antes de que su defendido fueran condenado a 30 meses de prisión, 250 mil dólares en multas y dos años de libertad condicional por obstrucción de la justicia y mentir a investigadores, los abogados de "Scooter", lo encomiaron como un funcionario de incuestionable “integridad”, destacado por su “profesionalismo, su lucha contra los enemigos del país y su labor como buen padre de familia y esposo”.
Con relación a su conducta doméstica no tenemos pruebas de lo contrario. La competencia para hacer su trabajo, tampoco puede objetársele. Durante el tiempo que se desempeñó como asesor del vicepresidente Dick Cheney, demostró sorprendentes aptitudes como fabricante de las justificaciones para invadir Irak; y de paso, ajustarle las cuentas a quienes se atrevieran a contradecir la historia oficial de que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva y estaba dispuesto a usarlas.
Por eso un funcionario tan “dedicado” no dudó en arruinarle la carrera a Valerie Plame, cuando filtró a la prensa que ella era una agente clandestina de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Hacerlo era preciso para destruir la credibilidad del esposo de Valery, Joseph Wilson, ex embajador de Estados Unidos en Gabón, quien se había atrevido a decir en el New York Times que Sadam no había tratado de comprar uranio en Níger. Cuando su tarea era precisamente demostrar el guión escrito por la administración Bush.
Quizás el único error de Libby fue no protegerse lo suficiente. Es sabido que otros “pesos pesados” como el “cerebrito” de Bush, Karl Rove, algún que otro subsecretario de Estado y hasta el mismísimo vicepresidente Richard Cheney relevaron a los medios el empleo oculto de Plame.
Así las cosas, a principios de junio el juez federal Reggie Walton dictó la referida condena. Pero Libby no pasó ni siquiera una noche tras las rejas. Antes de que se hiciera efectiva la sentencia Bush afirmó en un comunicado: “Respeto el veredicto del jurado. (...) Pero he concluido que la sentencia de cárcel recaída sobre el Sr. Libby es excesiva. Por lo tanto, conmuto la parte de la sentencia del Sr. Libby que requería que pasara 30 meses en prisión.”
Si ya era de por sí cosmética la condena de dos años y medio de cárcel para quien violó las leyes federales que protegen la identidad de los agentes de inteligencia y obstruyó la justicia. Conmutarla equivale a un simple regaño, que en nada significa una advertencia de “no lo hagas más”, sino un pragmático “cuídate mejor para a próxima”.
The New York Times dio en el clavo al decir que: “Bush lo que parece en realidad es un hombre preocupado por lo que pudiera narrar uno de sus ex colaboradores al ser inminente su entrada a la celda”. Acontecimientos anteriores evidencias esa afirmación.
Si no, ¿cómo explicar que dos terroristas confesos como Luis Posada Carriles y Orlando Bosh estén el calle?. Únicamente porque ellos, como Libby, han servido a los intereses de la familia Bush y por tanto conocen muchos detalles sucios, lo cual los hace merecedores del “perdón” de sus amos.

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