Posted by : Unknown jueves, 28 de febrero de 2008

Con una insistencia que solo puede ser hija del odio o por lo menos de la mala fe, más de uno se frotó las manos cuando Fidel anunció su determinación de no aspirar a la presidencia de los Consejos de Estado y de Ministros. Para quienes vivimos en Cuba estos días han sido de mucha expectación, eso es innegable, pero de ahí a la incertidumbre o el caos, va un trecho bien grande. Sin ser experto en sondeos de opinión, puedo afirmar que es abrumador el apoyo del pueblo tanto a la referida decisión del líder de la Revolución como al discurso de Raúl. Baste un ejemplo: tres individuos conversaban al respecto, sentados en unos bancos muy cerca de una policlínica de esta ciudad. A todas luces se notaba que no eran grandes dirigentes u hombres de estado. Mientras repasaban la composición de electo Consejo de Estado, a sus sencillas maneras, destacaban la experiencia y capacidad de sus integrantes.
Confianza, esa puede ser la palabra que resuma el ambiente que se respira hoy en Cuba. Entre otras cosas porque este 24 de febrero no escuchamos promesas vacías, sino la seguridad del esfuerzo.
Seguramente los agoreros del fin se habrán sorprendido cuando Raúl expresó:
“No hay que temer a las discrepancias en una sociedad como la nuestra, en que por su esencia no existen contradicciones antagónicas, porque no lo son las clases sociales que la forman. Del intercambio profundo de opiniones divergentes salen las mejores soluciones, si es encauzado por propósitos sanos y el criterio se ejerce con responsabilidad”. Eso no encajaba con la imagen totalitaria construida durante décadas.
El discurso de Raúl dice mucho entre líneas, pero eso solo lo entendemos los cubanos, pues sus palabras vinieron desde el compromiso de compartir nuestra suerte. Y solo en los próximos meses veremos concretarse muchas de las acciones anunciadas. Siempre atendiendo a principios bien claros:
“En relación con las dificultades que el país enfrenta en el plano interno, -dijo Raúl- la determinación de las prioridades y el ritmo de su solución partirá invariablemente de los recursos disponibles y del análisis profundo, racional y colegiado, por los órganos competentes del Partido, el Estado o el Gobierno, y en los casos que sea necesario, previa consulta directa a los ciudadanos que corresponda de cualquier sector de la sociedad e incluso de todo el pueblo, si fuera un asunto de gran trascendencia.
“Existen cuestiones –agregó- cuyo estudio requiere tiempo, ya que un error motivado por la improvisación, la superficialidad o el apresuramiento, tendría consecuencias negativas considerables. Hay que planificar bien, pues no podemos gastar más de lo que tenemos, después organizar y trabajar con orden y disciplina, que son fundamentales.
“El desorden, la impunidad y la falta de cohesión han estado siempre entre los peores enemigos”.
Así la cosas, se equivocan quienes anuncian el inicio de la “transición” en Cuba, porque esta comenzó el primero de enero de 1959… ¡hacia el socialismo!.

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