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- De lo cotidiano en Cuba: La felicidad de Adriana
La solidaridad es, ante todo, dar una mano sin detenerse en parentescos u otro compromiso. Por eso aquel día Caridad Ortega, no pensó en que su esposo Raúl López Rivero, debía cargar el agua para la casa y en cuanto llegó del trabajo le dijo: “Chichi, ve y ayúdales que están atorados poniendo el techo”.
Y allá se fue él, tan dispuesto como siempre, sin apenas quitarse el polvo de su trabajo en el Taller de Acopio, para poner lo antes posible las nuevas tejas recién enviadas por el gobierno a Adriana Tulain Muñoz y su familia, quienes al amanecer del 9 de septiembre sintieron que se le acababa el mundo al ver que los vientos de Ike habían arrancado la cubierta de su vivienda.
Ahora solo de contar como entre muchos la ayudaron a colocar el techo nuevo, no puede evitar emocionarse. “Cada cual aportó un poco. Unos poniéndolas en su lugar, cortando las tablas o con la experiencia de cómo fijarlas de la manera correcta”, cuenta Adriana.
“La situación de ella era muy difícil. Porque su madre y uno de los niños todavía estaban en el centro de evacuación, por lo cual la comisión le dio prioridad. Pero fue gracias a la colaboración de los vecinos, tanto de aquí como de otros barrios, que se le pudo poner el techo tan rápido”, explica Ángela Velázquez, la presidenta del CDR.
Hoy Adriana se siente como una reina. “Hasta se ve más grande la casa”, dice.
Seguramente habrán historias similares, multiplicadas por todo el país, pues la felicidad de Adriana con su techo nuevo es fruto del desvelo de la Revolución expresado también en el esfuerzo sencillo pero imprescindible de quienes, sin pensar en recompensas materiales, sudaron junto a esta modesta familia para reconstruirle su esperanza.
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