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- La OEA, ese cadáver
En 1962 expulsaron a Cuba por “incompatible”, hoy la incompatible con América Latina es la misma Organización de Estados Americanos (OEA)
Mucho más que maltrecho quedó el obstinado propósito de Washington de mantener a Cuba aislada de su entorno natural: América Latina. Para colmo de males, dirán en la Casa Blanca, el desagravio a la Mayor de las Antillas se produjo sin que le pudieran arrancar ni una sola concesión.
Cuatro décadas atrás el justamente conocido como Canciller de la Dignidad, Raúl Roa, se retiró de la reunión convocada en San José para crucificar a la Revolución Cubana por el único “pecado” de negarse a decir “yes sir”; ahora fue la representante de la política exterior estadounidense, Hillary Clinton, la que tuvo que hacerse a un lado ante la decisión irrevocable de todo el continente de reparar la afrenta cometida en 1962.
Sin embargo por encima de cualquier celebración habría que preguntarse ¿qué sentido tiene continuar atribuyéndole a la OEA una prominencia y legitimidad que, por naturaleza, no tiene?
La Organización de Estados Americanos es parte del esquema de hegemónico de EE.UU diseñado a su imagen y semejanza tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y con un fin evidente: articular un sistema interamericano que perpetuara su autoproclamado liderazgo, no solo en la región sino también a escala global.
Bajo esas reglas, era perfectamente lógico que en 1962 se inventaran el engendro de la “incompatibilidad” de un país socialista con el sistema interamericano. En su momento la OEA no movió un solo dedo para condenar a la pléyade de dictaduras que pulularon por todo el continente a instancias del Departamento de Estado.
Las decenas de miles de personas desaparecidas, las masacres, las guerras sucias y los golpes de estado fueron bendecidos por el silencio cómplice de tan nefasto organismo. Luego en los 80 y los 90 fue la hora de santificar al neoliberalismo y las “democracias” tuteladas por los represores de antaño. Así nació la Carta Interamericana de Derechos Humanos y demás mecanismos de control para evitar que los gobiernos de turno se salieran del rebaño.
Ahora el escenario es completamente diferente, pues jugando con sus misma reglas varios gobiernos de la región han forzado un cambio en la postura tradicional de alineamiento incondicional a los designios de Washington. Llegando al punto de hoy cuestionar no en primer lugar al sistema político y económico cubano, sino a la existencia misma de la OEA.
Empero la importancia atribuida al tema de si Cuba regresa o no a esta, demuestra que todavía falta para que dicho organismo desaparezca definitivamente. Desgraciadamente todavía tiene el respirador artificial de la legitimidad que le otorga el sistema global de medios de comunicación y los intereses económicos y políticos que los sustentan.
El camino de quitarle a la OEA un protagonismo que jamás tuvo es el que han escogido varios países. Empezando por Cuba, que ha dejado bien clara su posición de no reingresar jamás y siguiendo por otras naciones como Ecuador y Venezuela que insisten en la necesidad de crear un organismo nuevo o en su defecto reforzar el papel de los ya creados como el Grupo de Río o la Unión de Naciones del Sur (UNASUR).
La OAE ya es un cadáver, pero ojo, todavía podrían andar un bueno tiempo como un zombi en la arena política del continente. Solo la acción colectiva de los latinoamericanos podrá clavarle por fin la estaca en el pecho.
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