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- Nación y emigración: es posible el diálogo
Más de una vez he sostenido civilizadas polémicas con compatriotas que viven fuera del país. Con ellos también es posible el diálogo, bajo el crucial precepto de respetar la opinión del otro y coincidiendo, por ejemplo, en la brutal irracionalidad que significa el bloqueo estadounidense a Cuba.
Principios similares guiaron la celebración en La Habana del "Encuentro de Cubanos Residentes en el Exterior contra el Bloqueo, en Defensa de la Soberanía Nacional". Una cita que fue el más profundo mentis a la propalada idea de que todo el que vive fuera de Cuba es perseguido político.
La relación de la Mayor de las Antillas con su emigración ha sido un proceso largo, pero definitivamente en el camino de consolidar lazos. Ruta iniciada en 1978 cuando en medio de la administración Carter se abrió la posibilidad de que el Archipiélago cubano se encontrara con sus nacionales en el exterior, pero de manera especial con los residentes en Estados Unidos.
¿Por qué? En primer lugar, por el paulatino relevo generacional que ha experimentado la emigración cubana, en la cual las cuestiones puramente políticas, entendidas como oposición hacia la Revolución, ha dejado de ser la razón primordial para abandonar el país. De hecho cada vez son más los que, como dijera Andrés Gómez, nacieron escuchando a Los Van Van y tienen su esencia de este lado del estrecho de la Florida. La mayoría de los cubanos que en la actualidad están fuera de este archipiélago quieren mantener vínculos con sus familiares acá; con la única pretensión de ayudarlos económicamente, como hacen los millones de personas que cada día emigran buscando mejores condiciones de vida. ¿Por qué sólo ellos son llamados exiliados?.
Simultáneamente la misma Revolución fue madurando en su interpretación de un fenómeno que, como se ha visto, fue adquiriendo cada vez un sentido económico, al menos en su epidermis. Entendiendo con el paso de los años que, siempre y cuando no mediara una ruptura abierta con el rumbo compartido por la mayoría de la población cubana, “irse” no era un camino sin retorno.
Dicha madurez se expresa en que Cuba ha sido lo suficientemente inteligente para no politizar más de lo necesario sus vínculos con los cubanos de fuera del país. Arrebatándole a la contrarrevolución el socorrido argumento de que quienes abandonan el país son exiliados. Esa intensión quedó claramente reflejada cuando el canciller cubano, Bruno Rodríguez llamó “compatriotas” a los asistentes al Encuentro de La Habana. Idea reiterada más tarde por el titular del Parlamento, Ricardo Alarcón al hacer la clausura del mismo evento.
Es posible, sí, tener una relación normal con esos que han decidido, libre y soberanamente irse a vivir a otro país. Solo hace falta aprender a respetar las decisiones de los demás. Algo que las estridentes voces de la contrarrevolución anticubana no aprenderán jamás. Como tampoco podrán hacerlo quienes malgastan sus neuronas enviándonos correos ofensivos. Porque mientras aseguran tener “la verdad” solo consiguen quedar en ridículo, cual rencorosos individuos incapaces de ser felices.
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