36 noviembres para 37
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Noviembre no siempre huele a lluvia, a hojas caídas, a viento que desordena
las ropas y las manda a volar muy lejos. Noviembre, mes de los rojos y
amarillo...
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Posted by : Unknown
jueves, 22 de abril de 2010
Conversador, casi tanto como los cubanos, Charles E. McKelvey confiesa que cuando vino por primera vez a Cuba en 1993 pensaba que el socialismo aquí tenía los días contados. Después de 17 años afirma que no ha dejado de aprender de este Archipiélago.
McKelvey, titulado en Sociología en la Universidad Fordham, es autor de Más allá del etnocentrismo: Una reconstrucción del Concepto de Ciencia de Marx (Greenwood Press 1992) y Movimiento afroamericano: del Panafricanismo a la Coalición Arcoíris (General Hall, 1994), así como de varios artículos sobre el sistema político cubano en prestigiosos medios de prensa de Europa y de los Estados Unidos.
De conjunto con la Universidad de La Habana dirige el Programa Semestre en Cuba, desde su puesto de profesor de Sociología en el Presbyterian College, estado norteamericano de Carolina del Sur.
En una fría noche de marzo conversamos un poco sobre mi país...
¿Cómo surge su interés por Cuba?
“En los años 60 estaba en la Universidad y recibí mucha influencia de los movimientos por los derechos civiles de la población afroamericana, particularmente del movimiento por el Poder Negro. Luego en los años 80, viajé a África y en los 90 pasé mucho tiempo en Centroamérica. Aprendí mucho de los movimientos de liberación de esos países. Ya había terminado un doctorado en la Universidad y era muy importante para mí tener la perspectiva de los pueblos y su organización.
“En ese contexto un compañero me invitó a participar en una delegación que viajaría a Cuba como participante de la sección marxista de la asociación de sociólogos de los Estados Unidos.
“Cuando llegué no entendía mucho. Tenía la imagen de que era un país socialista, pero mis ideas no pasaban de su participación en el Bloque Socialista. Me impactó mucho el momento por el que pasaba el pueblo con los cortes de electricidad, los problemas del transporte... También el discurso ideológico público de este país sobre la igualdad racial y movimientos populares.
“Mi primera reacción fue decirme: He escuchado eso antes. Los conceptos principales eran los mismos: la lucha contra el colonialismo, el neocolonialismo, el derecho de los pueblos a tener soberanía y autodeterminación y que es posible organizar una sociedad en que el pueblo tenga garantizados todos sus derechos.
“Sin embargo luego pude percatarme de que estaban desarrollando ese discurso de una forma más avanzada, con la ventaja de que Cuba podía hacer los cambios necesarios porque tiene el control de las instituciones. En otros lugares los movimientos populares quieren cambiar la sociedad, pero las personas que controlan las instituciones quieren mantener los sistemas de explotación.”
A 17 años de su primera visita, ¿qué lo ha impresionado más?
“La calidad de la dirección en Cuba a todos los niveles. Haciendo una comparación con los discursos de los políticos en los Estados Unidos y los que escucho aquí, puedo observar como académico la calidad, el conocimiento y el compromiso con los valores fundamentales y no solamente en la dirección nacional en Cuba, sino en cualquier nivel.
“He intercambiado con presidentes de asambleas municipales del Poder Popular y he visto a personas informadas y he pensado: No puedo imaginar eso en mi país. Personas con un cargo similar no tienen la misma preparación, de educación, de información y de conocimiento y de compromiso con los valores.
“También en reuniones internacionales aprecio que los intelectuales y académicos latinoamericanos tienen un entendimiento mucho más avanzado que sus colegas estadounidenses, y dentro de ellos los cubanos más todavía.
“Igualmente es extraordinaria la integración de periodistas con académicos en espacios televisivos como la Mesa Redonda, eso es algo muy raro en mi país.”
¿Cree que estos contactos directos de estudiantes y en general de estadounidenses con el pueblo cubano pueden mejorar la desinformación sobre Cuba?
“Ese es mi propósito, aunque admito que es algo muy difícil. La mayoría de los jóvenes de mi país tienen muchos conceptos que en su perspectiva le hace muy difícil entender lo que están observando. Son el producto de una sociedad muy etnocéntrica con un discurso muy estrecho. De una sociedad de consumo con un concepto muy limitado de la libertad.
“Una diferencia importante, por ejemplo: En Cuba hay cinco canales nacionales de televisión, en mi país hay una cantidad mucho mayor, pero lo que se puede escuchar en uno de estos canales cubanos es mejor que uno de los que escuchas en uno de los muchos canales de mi país.
“Tenemos la libertad de escoger, pero la opción no es mucha y es así con todo. Siempre tenemos la libertad de escoger cualquier cosa, si tenemos el dinero, por supuesto. Tenemos la libertad para pensar cualquier cosa. Pero se trata de una sociedad con una distorsión de lo que significa la libertad. La libertad significa el derecho a expresarse, pero todo derecho implica una responsabilidad, una obligación de informarse antes de expresarse. No se trata simplemente de expresarse sino de aprender cómo hacerlo.
“Ese llamado a las personas a ser responsables es algo que puedo ver en Cuba constantemente.”
¿Considera que desde el ámbito universitario y académico se pueda hacer algo para mejorar las relaciones?
“Varias universidades de mi país con algún tipo de programa en Cuba han formado como una alianza para presionar al gobierno para que haya un cambio en la política. Si esto ocurriera fuera de gran ayuda.
“Nosotros como Universidad no participamos mucho en esa alianza. Más que todo es la actitud mía con relación a eso, porque esas universidades tienen la idea de que nuestros estudiantes y profesores vengan a Cuba para cambiarla.
“Eso es una falta de respeto al pueblo de Cuba y su soberanía. Nuestro proyecto no quiere cambiar a Cuba, sino aprender de sus experiencias. Las estructuras que ha desarrollado podrían ayudarnos a entender cuál es nuestra responsabilidad como ciudadanos del mundo.
“Los Comités de Defensa de Revolución (CDR), por ejemplo: Yo vivo en un barrio y no tenemos ninguna organización. Cada persona tiene su propia vida. Yo podría hacer algo que no es muy responsable y nadie lo notaría, o sea es una libertad para ser no responsables y esa no es una libertad que valga la pena.
“Otro es el caso de los sindicatos. Nosotros en nuestra universidad no tenemos nada parecido a una estructura donde podríamos hablar sobre nuestros problemas o elegir personas para representarnos.
“Desde luego lo que está desarrollando en un país no puede simplemente aplicarse a otro. Pero solo imagina si pudiéramos crear estructuras para la participación del pueblo en una forma responsable, educarlos, formar conciencia. Hay muchas cosas que podríamos aprender.
“Además está esa perspectiva anticolonial, antimperialista de la Revolución y su énfasis en que el sistema mundial capitalista es insostenible y la urgencia de desarrollar una alternativa para que sobreviva la especie humana.
“Sueño con formar un centro que pueda facilitar la formación de conciencia dentro del pueblo de los Estados Unidos y que nuestro pueblo pueda despertar y participar en una forma de cooperación con Cuba, con los nuevos gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, con el resto de los movimientos en Latinoamérica y trabajar con ellos.
“No quiero cambiar a Cuba, sino a nosotros.”
McKelvey, titulado en Sociología en la Universidad Fordham, es autor de Más allá del etnocentrismo: Una reconstrucción del Concepto de Ciencia de Marx (Greenwood Press 1992) y Movimiento afroamericano: del Panafricanismo a la Coalición Arcoíris (General Hall, 1994), así como de varios artículos sobre el sistema político cubano en prestigiosos medios de prensa de Europa y de los Estados Unidos.
De conjunto con la Universidad de La Habana dirige el Programa Semestre en Cuba, desde su puesto de profesor de Sociología en el Presbyterian College, estado norteamericano de Carolina del Sur.
En una fría noche de marzo conversamos un poco sobre mi país...
¿Cómo surge su interés por Cuba?
“En los años 60 estaba en la Universidad y recibí mucha influencia de los movimientos por los derechos civiles de la población afroamericana, particularmente del movimiento por el Poder Negro. Luego en los años 80, viajé a África y en los 90 pasé mucho tiempo en Centroamérica. Aprendí mucho de los movimientos de liberación de esos países. Ya había terminado un doctorado en la Universidad y era muy importante para mí tener la perspectiva de los pueblos y su organización.
“En ese contexto un compañero me invitó a participar en una delegación que viajaría a Cuba como participante de la sección marxista de la asociación de sociólogos de los Estados Unidos.
“Cuando llegué no entendía mucho. Tenía la imagen de que era un país socialista, pero mis ideas no pasaban de su participación en el Bloque Socialista. Me impactó mucho el momento por el que pasaba el pueblo con los cortes de electricidad, los problemas del transporte... También el discurso ideológico público de este país sobre la igualdad racial y movimientos populares.
“Mi primera reacción fue decirme: He escuchado eso antes. Los conceptos principales eran los mismos: la lucha contra el colonialismo, el neocolonialismo, el derecho de los pueblos a tener soberanía y autodeterminación y que es posible organizar una sociedad en que el pueblo tenga garantizados todos sus derechos.
“Sin embargo luego pude percatarme de que estaban desarrollando ese discurso de una forma más avanzada, con la ventaja de que Cuba podía hacer los cambios necesarios porque tiene el control de las instituciones. En otros lugares los movimientos populares quieren cambiar la sociedad, pero las personas que controlan las instituciones quieren mantener los sistemas de explotación.”
A 17 años de su primera visita, ¿qué lo ha impresionado más?
“La calidad de la dirección en Cuba a todos los niveles. Haciendo una comparación con los discursos de los políticos en los Estados Unidos y los que escucho aquí, puedo observar como académico la calidad, el conocimiento y el compromiso con los valores fundamentales y no solamente en la dirección nacional en Cuba, sino en cualquier nivel.
“He intercambiado con presidentes de asambleas municipales del Poder Popular y he visto a personas informadas y he pensado: No puedo imaginar eso en mi país. Personas con un cargo similar no tienen la misma preparación, de educación, de información y de conocimiento y de compromiso con los valores.
“También en reuniones internacionales aprecio que los intelectuales y académicos latinoamericanos tienen un entendimiento mucho más avanzado que sus colegas estadounidenses, y dentro de ellos los cubanos más todavía.
“Igualmente es extraordinaria la integración de periodistas con académicos en espacios televisivos como la Mesa Redonda, eso es algo muy raro en mi país.”
¿Cree que estos contactos directos de estudiantes y en general de estadounidenses con el pueblo cubano pueden mejorar la desinformación sobre Cuba?
“Ese es mi propósito, aunque admito que es algo muy difícil. La mayoría de los jóvenes de mi país tienen muchos conceptos que en su perspectiva le hace muy difícil entender lo que están observando. Son el producto de una sociedad muy etnocéntrica con un discurso muy estrecho. De una sociedad de consumo con un concepto muy limitado de la libertad.
“Una diferencia importante, por ejemplo: En Cuba hay cinco canales nacionales de televisión, en mi país hay una cantidad mucho mayor, pero lo que se puede escuchar en uno de estos canales cubanos es mejor que uno de los que escuchas en uno de los muchos canales de mi país.
“Tenemos la libertad de escoger, pero la opción no es mucha y es así con todo. Siempre tenemos la libertad de escoger cualquier cosa, si tenemos el dinero, por supuesto. Tenemos la libertad para pensar cualquier cosa. Pero se trata de una sociedad con una distorsión de lo que significa la libertad. La libertad significa el derecho a expresarse, pero todo derecho implica una responsabilidad, una obligación de informarse antes de expresarse. No se trata simplemente de expresarse sino de aprender cómo hacerlo.
“Ese llamado a las personas a ser responsables es algo que puedo ver en Cuba constantemente.”
¿Considera que desde el ámbito universitario y académico se pueda hacer algo para mejorar las relaciones?
“Varias universidades de mi país con algún tipo de programa en Cuba han formado como una alianza para presionar al gobierno para que haya un cambio en la política. Si esto ocurriera fuera de gran ayuda.
“Nosotros como Universidad no participamos mucho en esa alianza. Más que todo es la actitud mía con relación a eso, porque esas universidades tienen la idea de que nuestros estudiantes y profesores vengan a Cuba para cambiarla.
“Eso es una falta de respeto al pueblo de Cuba y su soberanía. Nuestro proyecto no quiere cambiar a Cuba, sino aprender de sus experiencias. Las estructuras que ha desarrollado podrían ayudarnos a entender cuál es nuestra responsabilidad como ciudadanos del mundo.
“Los Comités de Defensa de Revolución (CDR), por ejemplo: Yo vivo en un barrio y no tenemos ninguna organización. Cada persona tiene su propia vida. Yo podría hacer algo que no es muy responsable y nadie lo notaría, o sea es una libertad para ser no responsables y esa no es una libertad que valga la pena.
“Otro es el caso de los sindicatos. Nosotros en nuestra universidad no tenemos nada parecido a una estructura donde podríamos hablar sobre nuestros problemas o elegir personas para representarnos.
“Desde luego lo que está desarrollando en un país no puede simplemente aplicarse a otro. Pero solo imagina si pudiéramos crear estructuras para la participación del pueblo en una forma responsable, educarlos, formar conciencia. Hay muchas cosas que podríamos aprender.
“Además está esa perspectiva anticolonial, antimperialista de la Revolución y su énfasis en que el sistema mundial capitalista es insostenible y la urgencia de desarrollar una alternativa para que sobreviva la especie humana.
“Sueño con formar un centro que pueda facilitar la formación de conciencia dentro del pueblo de los Estados Unidos y que nuestro pueblo pueda despertar y participar en una forma de cooperación con Cuba, con los nuevos gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, con el resto de los movimientos en Latinoamérica y trabajar con ellos.
“No quiero cambiar a Cuba, sino a nosotros.”
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