Posted by : Unknown lunes, 4 de agosto de 2014

Tener talento es tener bueno corazón; el que tiene buen corazón, ese es el que tiene talento. Todos los pícaros son tontos. Los buenos son los que ganan a la larga.
José Martí

Sin esperar peras del olmo, no creo que Meñique haya tenido éxito en lo que puede ser en apariencia más sencillo: respetar el espíritu y el sentido que pretendía José Martí cuando lo escogió para versionarlo en el primer número de La Edad de Oro. Ahora con el mencionado filme Ernesto Padrón nos da su propia interpretación del cuento aunque, parece, pesó más la preocupación por vencer el reto de lograr la primera película en 3D hecha en Cuba. (publicado originalmente en SoyCuba.cu)

Tras el último fotograma a uno le queda el sabor de haber visto desde el punto de vista de la banda sonora, animación, fondos, colores, dibujos y otros recursos de ese mismo corte, un material digno para una industria doméstica sin el poder de las grandes transnacionales especializadas en el género. Sin embargo, por encima de las tecnologías se precisa de una historia hilvanada y eso, siento, no la tuvo esta película.

Antes del estreno se repitió hasta el cansancio que los requerimientos del cine hacían imprescindibles, y hasta comprensibles podría decirse, los cambios al cuento escrito por Martí. Se incluyeron personajes, demasiados tal vez, en un afán de imprimirle una lógica supuestamente más cercana a lo visto hasta ahora por la niñez cubana contemporánea.

Optaron por una ruta que no condujo a ningún lugar. No era necesario “cubanizar” el cuento para hacerlo más atractivo y entendible. Tampoco funcionó la fórmula del anacronismo y la intertextualidad, exitosa en sagas como la estadounidense Sherk, pero aquí se notó forzada mediante los lugares comunes del acento estereotipado del hacha mágica, los nombres de los lugares o los comentarios sobre “temporadas ciclónicas” en un ambiente euro-medieval. Es como si hubiesen optado por juntar cuanta idea vino a la mente para ganarse la simpatía del público.

El argumento de que así sería más comprensible para “la audiencia” de menos edad cae por su propio peso cuando se considera que lo imperecedero de un mensaje no depende, per se de acercar los escenarios a la experiencia directa de las audiencias sino de la calidad de este.

¿Qué hizo este Meñique para ganarse el amor de la princesa? Francamente, no necesitaba demasiado porque en esta adaptación la hija del rey era una Robin Hood femenina, perdiéndose, quizás, la oportunidad de un delicioso ejercicio de intelecto de nuestro héroe para ganar sus favores. Algo que sí, por ejemplo, Martí tuvo muy presente cuando narra la lid de acertijos entre la dama de ilustre cuna y su pretendiente de plebeyo origen.

Se esperaba a un hombrecito imponiéndose por su ingenio, mas, salvo en el fugaz momento de dominar al gigante, no tuvimos a un personaje que hiciera gala de real inteligencia para vencer las dificultades. Apenas a un pícaro que primero estuvo en el lugar adecuado para que la “casualidad” le encontrara con el espejo salvador; y luego tuvo la viveza necesaria para convencer a los objetos mágicos de que lo siguieran.

La picardía, había dicho Martí, y no lo dejó para el final por gusto, no necesariamente significa bondad.

Meñique abrió, sí, el camino del cine 3D en Cuba y eso ya la incluye en la historia del cine en este Archipiélago aunque habría querido que fuera, no solo esa novedad tecnológica, sino algo más lo que lo hubiera hecho inolvidable.

En 280 caracteres...

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