Posted by : Unknown viernes, 19 de febrero de 2016



Después de filtraciones mal disimuladas, Barack Obamainformó que estará en La Habana el 21 y 22 de marzo. Obviamente tanto él y sus asesores sopesaron la correlación costo-beneficios de esta decisión y han concluido que las ganancias serán mayores que las pérdidas.
Más de una vez los medios de comunicación en Estados Unidos fungen como mecanismos de evaluación de la factibilidad de una acción por parte de sus políticos. Ahora no ha sido la excepción pues la noticia ya era viral desde la noche del jueves 17 de febrero, cuando la cadena ABC lo anticipó citando fuentes anónimas cercanas al Ejecutivo.

Antes, en enero, The New York Times había dicho que el Archipiélago podría incluirse en la girapresidencial por Latinoamérica. En diciembre, el propio presidente manifestó anteYahoo Noticias sus intensiones alrespecto pero aclarando que lo haría partiendo del principio de poder reunirse con quien estimara conveniente.

Eso provocó que Cuba, a través de Josefina Vidal, directora general de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores, respondiera que nuestro gobierno no negociaría “cuestiones inherentes al ordenamiento interno del país, a cambio de una mejoría  o de una normalización de las relaciones con Estados Unidos”. Esa declaración fue reiterada tras saberse que el arribo del presidente tiene días definidos.

¿Obama y su equipo han entendido que deberán ser sobrios en sus comentarios y acciones si es que quieren que la visita sea un éxito?  Veremos. Aunque las primeras señales anticipan que apelará a la simpatía que genera su imagen pública y que tratará de legitimar a su mercenariado interno en los programados contactos con la sociedad civil, un concepto que para Cuba y EE.UU. tiene sentidos opuestos.

Otros mensajes muy claros del actual ocupante de la Oficina Oval estarán dirigidos hacia los propios Estados Unidos y el resto del mundo.

Al comentar el anuncio del viaje The Washington Post especuló que la fecha escogida tendría además el propósito de que el estadista coincidiera en La Habana con el momento de la firma del acuerdo de paz definitivo entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Si bien esto probablemente no ocurra en esos días, sí podríamos escuchar un nuevo espaldarazo de Obama a su aliado, el presidente Juan Manuel Santos, justamente desde el sitio donde tienen lugar las negociaciones.
Con esta acción la Casa Blanca les está diciendo a los representantes de la ultraderecha de origen cubano que el cambio de método con Cuba llegó para quedarse. Incluso en el peor de los escenarios el presidente estaría pasando a la historia y eso vale  mucho si hablamos de su legado.

Electoralmente hablando, a la altura del 21 de marzo el panorama tiene amplias probabilidades de haberse despejado lo suficiente como para impulsar la plataforma demócrata, porque el grueso de la primarias en los estados ya se habrán realizado, incluyendo Florida, que las hará un semana antes.

Seguramente será en este último sitio donde el asunto podría ser usado por el, o los, candidatos republicanos que sigan en carrera para denostar al gobierno demócrata por lo que consideran una concesión más a Cuba. Sin embargo, los estrategas de la Administración parecen haber concluido que ni siquiera esas eventuales críticas les harán demasiado daño al Ejecutivo y a los aspirantes de su partido, quienes coinciden en su política al respecto.

Además del lado republicano siguen creciendo los partidarios de este acercamiento con La Habana y las encuestas corroboran el abrumador apoyo de los votantes de origen cubano a la normalización de las relaciones.

Desde que John Calvin Coolidge Jr. asistiera a la VI Conferencia Internacional de Estados Americanos celebrada en La Habana en 1928, ningún otro norteamericano que haya sido presidente pisó suelo cubano durante el ejercicio de su cargo. Richard Nixon y John F. Kenney, que también llegaron a la primera magistratura estadounidense estuvieron en Cuba en la década del 50 en calidad de vicepresidente y senador, respectivamente. James Carter vino dos veces a La Habana (2001 y 2011) pero ya para ese entonces había terminado su mandato. 

De manera que la notoriedad del viaje de Obama es incuestionable pues con su presencia reiterará el reconocimiento de Washington a la legitimidad de la institucionalidad creada por la Revolución Cubana en vida de la generación histórica que la guió. Eso pesa mucho por cuanto Cuba no ha cedido en cuestiones de principios y refleja la intensión de su Administración de continuar moviéndose hacia el fin efectivo del bloqueo. 

No obstante no debemos esperar grandes anuncios ni un giro brusco en el actual perfil del presidente norteamericano hacia la Mayor de las Antillas. Su estancia aquí apenas estaría apuntalando las ideas de una parte de la clase política de su país que por encima de filiaciones partidistas, indudablemente sabe de la urgencia de evolucionar hacia posturas más sutiles en su conflicto histórico con Cuba.

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