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Noviembre no siempre huele a lluvia, a hojas caídas, a viento que desordena
las ropas y las manda a volar muy lejos. Noviembre, mes de los rojos y
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- House of Cards: Maquiavelo está vivo
Posted by : Unknown
viernes, 4 de marzo de 2016
Uno podría llegar a decir que House of Cards te grita
en la cara como Donald Trump lo que el resto de la clase política
estadounidense se calla por conveniencia. Apetito por el poder, cinismo a
raudales y la constante seducción que ejerce en las audiencias el maquiavelismo
de las intrigas palaciegas, de todo eso bebe esta serie cuya cuarta temporada
estrenará Netflix vía streaming este 4 de marzo.
Tampoco han quedado fuera de su examen otros asuntos muy a
debate en la opinión pública norteamericana como la asociación creciente de los
grandes medios de comunicación con la élite política; las prácticas de
espionaje interno sobre la ciudadanía; el rol decisorio de las “donaciones”
financieras en las campañas electorales o el uso habitual que hace la Oficina
Oval de sus prerrogativas para asesinar en nombre de la lucha contra el
terrorismo.
Desde el comienzo la serie tomó el camino de llevar al
telespectador medianamente consumidor de noticias a asociar quienes ve en la
pantalla con los sujetos políticos reales. A ese propósito tributan por ejemplo
personajes como el de Catherine Durant (Jayne Atkinson) cuyas semejanzas
físicas y de carácter la acercan mucho a Hillary Clinton quien ejerció como
secretaria de Estado en el primer periodo de Obama; o el caso del presidente
ruso Victor Petrov (encarnado por Lars Mikkelsen) muy parecido a la imagen que
del verdadero mandatario europeo (Vladimir Putin) proyectan los medios en los
Estados Unidos.
En un probable arranque de sinceridad el presidente, el de
verdad, Barack Obama, se confirmó como seguidor de la serie: “Me gustaría que
las cosas fueran tan rudamente eficaces”, aseguró durante una sesión de fotos
con Reed Hastings, director ejecutivo de Netflix.
En el tráiler de la inminente cuarta temporada se ve decir a
Frank Underwood, para su campaña de reelección: “Creo en dirigir a la gente en
la dirección correcta, pero al final todos debemos ser libres para tomar
nuestras propias decisiones. Dicen que tenemos los dirigentes que nos merecemos.
Creo que Estados Unidos merece a Frank Underwood”. Esa frase, el hecho de que
la cuarta temporada arranque solo tres días después del “Súper Martes” –uno de
los instantes más esperados dentro la contienda electoral–, y lo que ha estado
ocurriendo sobre todo desde la tercera temporada, hacen sospechar que los
guionistas de House of Cards han decidido participar
de un modo muy particular en el debate político que subyace en la verdadera
carrera presidencial en EE.UU.
De hecho en ese tercer segmento visto el año pasado, el
enemigo de turno del protagónico fue trasladándose desde China o Rusia hacia el
interior para centrarse en Heather Dunbar (interpretada por Elizabeth Marvel)
cuyo discurso contestatario al estilo de “salvemos a América (sic) de estos
políticos” suena muy similar al de los precandidatos que fuera de la pantalla
ahora mismo cuestionan a las maquinarias partidistas tradicionales: Bernie
Sanders, en el lado demócrata y Donald Trump, entre los republicanos.
Con esa evolución, House of Cards se une al discurso
compartido por igual entre conservadores y liberales estadounidenses: América
está en crisis y por ende la nación ha visto reducido su liderazgo moral a
escala global. Es una alerta que ya estábamos viendo en otras series como The
Newsroom, que desde el ámbito periodístico desarrolló un
mensaje homólogo que podría resumirse así: “Fuimos una gran nación pero ya no
lo somos porque hemos dejado crecer demasiado el poder de las grandes
transnacionales, quienes a su vez han corrompido el ideal de capitalismo como
encarnación de las libertades individuales basadas en la libre empresa”.
Y justamente por eso no conviene perder la perspectiva. ¿Para
quién fue concebida House of Cards? Si creyéramos que su propósito es
cuestionar el sistema político-cultural donde ha sido concebido sería de tal
ingenuidad que solo conduciría a legitimar al objeto propio de la crítica.
La “libertad” que ve amenazada la serie termina en la puerta
de las esencias del capitalismo, edificadas bajo preceptos del culto a la ganancia
y la competencia salvaje y excluyente –asunto que apenas rozó- como si se
tratara de la maldad o la locura de un individuo.
Decía Gore Vidal que EE.UU. son los “Estados Unidos de la
Amnesia”, por el intrínseco olvido que cíclicamente hacen de su historia real.
Frente a House of Cards la mayoría de
los receptores terminará seducido con la astucia de este Frank “Maquiavelo”
Underwood contemporáneo de cuello blanco y teléfono móvil en el bolsillo. A lo
sumo confirmará lo que le repiten otras series como la sumamente adictiva Games
of Thrones: que el honor y los remordimientos de conciencia son estorbos
anacrónicos en el camino hacia el poder añorado, que en el mejor de los casos
nos conducen al ostracismo y en el peor, a la muerte.
*Publicado originalmente en Cachivache Media
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