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Noviembre no siempre huele a lluvia, a hojas caídas, a viento que desordena
las ropas y las manda a volar muy lejos. Noviembre, mes de los rojos y
amarillo...
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- La sutil sonrisa de Obama
Posted by : Unknown
martes, 22 de marzo de 2016
Lo impensable hasta hace poco tiempo es hoy realidad
incontestable: un presidente de los Estados Unidos vino a Cuba con el sistema social, económico y político que comenzó a construirse aquí
desde 1959. Ahí, y no en otro lugar, radica la celebridad de que Barack
Obama haya estado entre nosotros por 48 horas. De lo contrario, creo, no se
hubiera tomado la molestia de hacer algo que ninguno de sus predecesores, salvo
Calvin Coolidge por razones de índole continental, hizo antes del triunfo de la
Revolución.
Recorrió sitios de relevancia cultural en la Habana Vieja, cenó
en un restaurante de Centro Habana, contempló un partido de béisbol entre una selección cubana y los Tampa Bay Rays y sostuvo
todos los contactos que quiso, oficiales o no. No vino solo, lo acompañaron unos
40 congresistas, así como miembros de su gobierno y especialmente un nutrido
grupo de empresarios deseosos de aprovechar las oportunidades de negocios aquí.
Trajo, también, toda la carga simbólica de su país, de los valores, de la
cultura que representa. Eso estuvo latente en cada instante de su estancia y
siento que fue la mayor influencia que dejó entre nosotros.
Desde bien cerca Obama mostró con creces sus habilidades
como orador. Hizo gala de una preparación y estudio previos del país que le
permitieron escoger con pinzas aquellas ideas de José Martí lo suficientemente
generales que le permitieran adaptarlas a cada escenario o auditorio, pronunciando
el vocablo preciso sin salirse de su línea de pensamiento.
Habló con los políticos en términos de estadista y supo, al mismo tiempo,
mantener la empatía con el ciudadano promedio: ya bien enviando un carta
personal a una cubana del barrio habanero de El Vedado, mediante su particular entrevista con el humorista más popular del
momento o usando frases coloquiales que constantemente distendían los
intercambios y reforzaron su imagen afable con los públicos menos ideologizados
o potencialmente apáticos.
Es, nadie lo dude, un político de primera línea que continuó
con celeridad su estrategia de separar simbólicamente a la ciudadanía cubana de
su gobierno y no en el sentido de la diferenciación obvia existentes entre
estos sino con un marcado propósito de antagonizarlos: Gobierno versus pueblo, lo
estatal vs lo privado, pasado vs futuro, colectividad vs individualidad. Eso lo
ha estado haciendo con cada medida de distensión bilateral que ha tomado; por
ejemplo, con su énfasis en el sector
privado de la economía o cuando calificó a una hipotética entrevista suya con
Fidel como ir hacia atrás o cerrar el época de la Guerra Fría.
Persistió en manejar los orígenes del conflicto binacional
casi como una cuestión de desencuentro entre dos Estados, despojándolo de las
raíces históricas que tiene, sin que eso negara su disposición típicamente
pragmática a la negociación.
Al estadista norteamericano tendremos que encomiarle su
maestría para no perder la compostura frente a una pregunta incómoda de una
prensa que trajo su propia agenda; y también su talento de resignificar o hacer
suyas ideas lo suficientemente universales como democracia y libertad,
dejándolas en un terreno neutral donde cada quien podía asirlas a sus propias
ideologías.
Su visita reitera que dentro de la clase política
estadounidense sigue creciendo la determinación de lidiar diferente con este
Archipiélago díscolo y empecinado en construir su propio destino.
Ellos han comprendido que sin haber desparecido en otros
escenarios, la interacción de Cuba con los Estados Unidos de América y todo lo que
este representa material y culturalmente, está siendo cada vez más en el
terreno de lo simbólico y los imaginarios sociales. Eso tiene implicaciones
importantes para todos, incluso para quienes solo ven como asunto de
propaganda.
El presidente de los Estados Unidos vino y no puedo dejar de
pensar en lo que escuché en una obra de teatro reciente: “La cortesía lo compra
todo”. Así le dijo el pícaro Eleguá disfrazado de baratillero mientras le
ofrecía más y más dulces a Ikú, quien terminó atragantada de tanto comerlos.
Obama y todo lo que él simboliza continuará tratando de
vendernos sus valores y sus ideas como lo útil, lo válido, lo moderno. Puede
que tenga razón en parte. Ya nos tocará comprenderlo, conservando la lucidez de
comparar sus acciones con la retórica y edificar desde una auténtica
universalidad martiana esa convivencia entre contrarios que nos salvará como
nación.
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