Posted by : Unknown martes, 15 de noviembre de 2016



Un caricaturista comentó que tras los resultados en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos ahora ya solo faltaba que Víctor Mesa ganara la Serie Nacional de béisbol. Más allá del fino humor cubano la victoria de Donald Trump nos renueva la capacidad del asombro en política y es la oportunidad de aprender sobre los peligros de la ignorancia
La posibilidad del éxito del magnate ya había sido advertida por conocedores de la psicología del norteamericano medio que ejerció el voto en los comicios de noviembre.

Sin tener una bola de cristal Michael Moore aseguró en julio pasado que Trump ganaría. Él analizó que el aspirante republicano concentraría sus esfuerzos en estados como Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin, otrora el cinturón industrial del país, y que en las últimas décadas han visto desaparecer miles de empleos por la migración de las transnacionales hacia mercados de mano de obra más barata como China. Justamente en esos estados, dijo Moore, a las familias blancas les sonaba a música en sus oídos las promesas de Trump de retener en suelo estadounidense a las fábricas hoy abandonadas.



En septiembre el experto cubano Jesús Arboleya advirtió que Trump se apoyaba en el ciudadano común y corriente  “que trabaja muy duro, atiende a su familia, va a la iglesia los domingos e incluso contribuye a obras de caridad”. Ellos son los que mayoritariamente votan en una nación donde lo hace apenas un cuarto de la población y que, expresó Arboleya, “temen al terrorismo que creen está en la cabeza de todos los musulmanes, a los negros que suponen siempre delincuentes, a los homosexuales que pretenden corromper a sus hijos y, especialmente, a los inmigrantes latinos, que creen han llegado en masa para robarles sus trabajos y cambiar para siempre una cultura que suponen única, superior y blanca”.Su perspectiva, por tanto no trasciende hacia cuestiones políticas complejas reduciéndose a lo que implique un perjuicio o beneficio directo a sus vidas. Y esa es una visión no circunscrita únicamente a la nación del Norte.

Así que algo podemos sacar en limpio del éxito de Donald Trump: el discurso de la derecha cuanto más extremista menos requiere de definiciones complejas pues apela a las emociones y a sentencias que proponen soluciones mágicas a los problemas. Para las izquierdas el camino suele ser más difícil porque la ruta hacia las esencias viene cargada de explicaciones siempre asediada por el fantasma del aburrimiento. 

Quizás este suceso nos sirva para recordar que el mejor trabajo político es que le da a las personas y en especial a la juventud la capacidad de discernir. Para prevenir que la retórica de algún Trump “a la cubana” prenda entre nosotros, ya lo había dicho Enrique Ubieta “la solución no es obviamente coartar la sospecha, como intentaron inútilmente los socialismos este-europeos, sino entregarles (a la gente) la verdad, sin paternalismos e ingenuidades: compleja, contradictoria, revolucionaria, irremediablemente anticapitalista”.

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