Posted by : Unknown viernes, 5 de mayo de 2017



Con el aval de haber motivado un documental premiado en la más reciente entrega de los Oscar, los Cascos Blancos de Siria, autodenominados ahora la Defensa Civil de ese país, están en el justo lugar donde los quieren sus promotores: siendo el rostro de una supuesta fuerza «independiente» del gobierno sin que aparezcan las manos de los interesados en desmembrar a la nación árabe.
No se trata de emprenderla con los realizadores del filme o sus evaluadores que podrían estar tan desinformados como el resto de la opinión pública, sino que estaría repitiéndose la recurrente estrategia de los centros de poder global, quienes a la hora de intentar destruir a sus enemigos lo hacen, también, desde la deslegitimación de sus instituciones.

«Estamos contentos de que nuestros sacrificios se hayan visto y el sufrimiento de nuestra gente haya podido llegar a muchas personas en todo el mundo», dijo con voz temblorosa Abdel Rahman Hassan, uno de los representantes de los Cascos Blancos cuando supo del galardón al corto de 40 minutos dirigido por Orlando von Einsiedel y presentado por la cadena de audiovisuales por Internet Netflix.

La ayuda a los necesitados es una causa justa. Sin embargo no son pocos los datos que ponen en duda las verdaderas intenciones de quienes crearon o apoyan a los Casos Blancos en Siria, más sabiendo que el conflicto armado allí se dirime con similar intensidad en el teatro de operaciones militares y en el espacio mediático.

Para nada vinculados a una institución homónima adscrita al Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina y que brinda asistencia humanitaria en decenas de países, estos nuevos Cascos Blancos fueron fundados en el 2013 desde Turquía por James Le Mesurier, un ex oficial del Ejército británico que tras servir en Irlanda del Norte, Kosovo y Bosnia se fue a organizaciones humanitarias de las Naciones Unidas, la Unión Europea y la cancillería de su país. Luego se decantó completamente por el sector privado al ponerse a las órdenes de varias compañías de seguridad en Estados Unidos y el Golfo Pérsico, algunas con fuerte conexiones con la antigua Blackwater, señalada como responsable de toda clase torturas y asesinatos en Irak tras la ocupación por las tropas estadounidense del 2003.

Varias fuentes señalan a la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) como el financista principal de los Cascos Blancos sirios con aportes de por lo menos 23 millones de dólares, a lo que se agregan las contribuciones desde Reino Unido y Dinamarca. Todo eso no tendría nada de malo si la actuación de los beneficiarios en el terreno contradijera su discurso.

Se dicen imparciales pero hasta ahora solo se les ha visto actuar en las zonas controladas por las agrupaciones como el Frente Al Nusra, vinculado con Al Qaeda. De hecho parecen más preocupados en mostrar las atribuidas bajas en civiles en los ataques del Ejército Árabe Sirio que los obvios efectos devastadores provocados en ambos lados por una guerra con más de seis años de duración.

Otros analistas cuestionan, y con razón, la veracidad de sus acciones al detectar claros signos de montaje en sus videos difundidos sobre sus supuestos salvamentos. La organización Médicos Suecos por los Derechos Humanos (SWEDHR) catalogó de falsos los procedimientos que observaron en un audiovisual hecho público por los Cascos Blancos, en el cual aparentemente luchaban por la vida de un niño tras ataques químicos atribuidos, sin pruebas, a las autoridades de Damasco.

«La jeringa usada para una inyección en el corazón y que fue mostrada en el cuerpo del niño muerto estaba vacía o su contenido nunca se inyectó», concluyó el estudio encargado por los expertos europeos. Después de hacer público su informe los directivos de SWEDHR denunciaron haber sido objeto de amenazas.

Aunque pretenden ser el rostro de la Defensa Civil en el país árabe, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) por boca de Marianne Gasser titular de su delegación en Siria aclaró recientemente: «No tenemos contacto con los Cascos Blancos, no les prestamos apoyo». Tanto de la Cruz como de la Media Luna rojas aseguran que probablemente habría sido la infraestructura de la Defensa Civil gubernamental existente en la ciudad de Alepo al momento de ser ocupada por los grupos terroristas la que sirvió de base logística inicial para los Cascos.

Su prontuario pacifista se vio cuestionado nuevamente cuando el Departamento de Estado estadounidense no pudo dar una respuesta convincente al conocerse de su negación de visa por suponer una amenaza para la seguridad del país a Faoruq Habiela cara visible de este grupo a pesar de que, como ya dijimos, Washington es su principal proveedor de fondos.

Puede que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de EE.UU. haya pretendido molestar a la administración Trump galardonando a quienes no pudieron acudir a la ceremonia de entrega a causa de las órdenes ejecutivas presidenciales que vetaron la entrada al país de ciudadanos sirios. Empero, que riéndolo o no, le habrían hecho una explícito favor a los enemigos de las autoridades establecidas en Damasco.

Los promotores del cambio de régimen en Siria operan con marcado énfasis en el terreno de las significaciones y las connotaciones, ahora presentando ante el mundo una organización autoproclamada como «imparcial» que apela a sentimientos más universales como es la compasión. Exprofeso ocultan sus propósitos y de paso, le infringen un daño adicional a los interesados en ayudar al pueblo sirio más allá de sus inclinaciones políticas. Incluso le han dado argumentos a quienes pretender derribar gobiernos y de paso contaminar el concepto de lo alternativo que no necesariamente significa ser anti Estado.

Publicado origialmente en granma.cu



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