Posted by : Unknown viernes, 9 de octubre de 2009


Una amiga  quería creerme cuando le comenté que al presidente de los Estados Unidos Barack Obama, le fue otorgado el premio Nobel de la Paz. Ante una noticia tan insólita era imposible no tomarla por broma.



Es como si a un prospecto con buenas condiciones físicas para jugar en las Grandes Ligas le concedieran un lugar en el salón de la Fama de Cooperstown, simplemente por su correcta “visión del béisbol” o por querer el fin del dopaje, ni siquiera del comercialismo, en la llamada "Gran Carpa".

Nunca Obama dijo una verdad tan grande como cuando señaló “no siento que merezca estar en compañía de tantas figuras que transformaron el mundo antes”.

Varios medios de prensa reportaron las reacciones a la noticia. The New York Times consideró la decisión del instituto noruego el resultado más que el “pensamiento desiderativo” (wishful thinking) que de un veredicto apropiado; y los lectores de la revista online Slate y desde el Daily Telegraph, de Gran Bretaña, incluso le pidieron que rechazara el galardón.

Al mismo tiempo la decisión ha sido cuestionada desde las filas conservadoras y hasta por sus propios correligionarios. El jefe de Estado tiene un estatus de celebridad política, pero todavía ningún logro extraordinario o real, señaló el líder republicano Michael Steele. Mientras tanto celebridades demócratas como Jame Carter y Al Gore, desde un discurso ambiguo, tras felicitarlo parecieron susurrarle: “¡apúrate! que los académicos de Noruega se apresuraron”.

Del dicho al hecho…

Todavía estoy tratando de entender a Geir Lundestad, el secretario del Comité Nobel quien aseguró que el ex senador de 48 años “ha provocado cambios significativos con una nueva política multilateral, de consulta regular con otros líderes y gobiernos”.

Según el presidente estadounidense, tiene ante sí varios desafíos: las armas nucleares, el cambio climático, los conflictos étnicos o religiosos, la pobreza y el desempleo.

De las primeras baste decir que su país posee, conocidas, más de 4 mil cabezas nucleares y hasta el momento sus esfuerzos retóricos y las pocas acciones se han limitado impedir que nuevos países se incluyan el club de los equipados con dichas armas.

Sobre el cambio climático ha hecho notar su “preocupación” pero ni siquiera ha entendido que mientras no se cambie el sistema de explotación de la naturaleza establecido por el capitalismo jamás nuestra especie podrá asegurarse su futuro en este planeta.

¿Conflictos étnicos o religiosos? Asumamos que se refiere al Medio Oriente. Veamos: su estrategia es simple: transferir el combustible que alimentaba la llama de la guerra en Irak, los soldados extranjeros, para avivar la hoguera de Afganistán con 21 mil nuevos uniformados.

De la pobreza y el desempleo es suficiente con recordar que todavía no sabe cómo ni de qué manera podrá hacer realidad una reforma a la atención médica en su país, aunque, tal y como él la planteó, era apenas una cosquilla a un sistema que privilegia las ganancias económicas por encima de la vida de las personas.

En el plano económico su único éxito es garantizarles una jubilación tranquila a los ejecutivos de las transnacionales financieras a cuyas manos han ido a parar buena parte de los billones de dólares que su gobierno ha inyectado a los bancos.

Quiere paz y seguridad en el mundo pero la proyección de su país en asuntos tan complejos como el conflicto palestino – israelí, el golpe de Estado en Honduras y las relaciones con Cuba, solo han demostrado que es incapaz de tener las riendas de la política exterior de su país.

Tal vez le estemos pidiendo demasiado a un hombre que continúa viendo a su país como predestinado a dirigir los destinos del mundo.

Si aún lo analizáramos desde ese limitadísimo y excluyente principio notaríamos que sus supuestos “logros” no pasan de ser sueños. El mundo entonces parece estar de cabeza y habrá que cambiarle el significado palabras como “premio” y “esfuerzos por la paz” y, de paso, reescribir un añejo refrán, porque ahora: del dicho al hecho va… un premio Nobel.

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