Posted by : Unknown lunes, 25 de abril de 2011

Con el destaque propio de quien se sabe con los días contados la titulada Radio Martí anunció esta semana una “renovación” de su programación para, dice, ganar audiencia dentro de Cuba. Un paso ciertamente previsible tras las duras críticas de que fue objeto en el Congreso estadounidense, aunque, desde luego, nada cambia en su esencia injerencista, haciendo bastante incierto el futuro de las “reformas”. 

En concreto no están haciendo nada diferente de otras facetas de la guerra psicológica contra Cuba: igual optan por maquillarle la cara a la emisora empezando por sus directivos. Es inocultable el propósito de desmarcase, en apariencia, de la llamada línea dura, sustituyendo a Pedro Roig quien participó en la fracasada invasión de Bahía de Cochinos en 1961, por Carlos García Pérez un abogado cubano-estadounidense de 43 años proveniente de Puerto Rico.

Tratan así de apaciguar a la cada vez más creciente masa de congresistas intranquilos con el uso del dinero de los contribuyentes, cuya cara más visible fue el senador John Kerry, quien hace poco aseguró que no permitirá que la Cámara Alta apruebe más fondos relacionados con Cuba, si no tiene la certeza de que serán “correctamente” utilizados. "Es decepcionante que tras 18 años Radio y TV Martí no hayan podido penetrar en la sociedad cubana o influenciar al gobierno cubano'', dijo.

En 2007 una auditoria de la Oficina General de Contabilidad reveló que de los 65,4 millones de dólares gastados por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) entre 1996 y 2005, supuestamente para costear entre otras cosas a Radio Martí, buena parte de ese dinero pagó en Miami gustos tan diversos como juegos informáticos, suéteres de cachemira, carne de cangrejo y chocolates.

En mayo de este año el senador demócrata Russ Feingold calificó como un desperdicio el financiamiento continuo de Washington a estas transmisiones. Destacando que el Gobierno podría haberse ahorrado 300 millones de dólares durante los últimos diez años al deshacerse de la estación. De hecho la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado afirmó en un informe que apenas el dos por ciento de los habitantes de Cuba, supuestamente escuchan Radio M…, cuyos estándares editoriales calificaron de “deficientes”.

Por eso era de esperarse que los interesados en que la Radio M... siga en pie, hagan todo lo posible por justificar las millonarias erogaciones de abrumadoramente desbalanceado presupuesto federal para, con otras justificaciones, continuar haciendo lo mismo.

¿Y la programación? 
Aunque traten de disimularlo lo único que han hecho es, usando un término beisbolero, cambiar el ángulo de salida del lanzamiento. Si antes eran burdos en sus parodias a la Revolución, ahora se disfrazan de facilitadores de compras y ventas dentro de Cuba.

Pero tras estos “inocentes” cambios sobrevive el sentido que le dio vida a la emisora: convertirse en un mecanismo de intromisión descarada en los asuntos internos del Archipiélago.

Ante cada cambio en Radio Martí debe recordase siempre que se trata de un medio de comunicación pagado con el presupuesto del gobierno de los Estados Unidos. Como tal es un instrumento de un Estado para derrocar a otro con el cual no está en guerra, al menos de manera oficial. Con todo lo cual su existencia misma es una flagrante violación del derecho internacional y de las regulaciones establecidas por los organismos multilaterales en materia de telecomunicaciones.

Con todo y eso es muy poco probablemente que la mayoría de los cubanos se dejen engañar por el más reciente maquillaje que se ha hecho una emisora que cada segundo de estar en el aire es un afrenta a Apóstol de Cuba.


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