Cubaizquierda

Callado, tranquilo, con expresión serena, meditabunda, estaba él; mirando a un mar que le correspondía con igual mansedumbre. Su piel ya tiene al Sol bien metido adentro, tanto, que sus rayos no se atreven a tostarla más; quizás por eso no lleva camisa pues el Astro Rey es su compañero en tantos de días de sudar en la pesca que da de comer a su mesa.

Cabo Cruz es como él, imperturbable, taciturno, de una parsimonia imposible de alterar por los forasteros, tanto que su gente camina por la carretera como si fuera una acera. Desde arriba, introvertido también, el Faro Vargas vigila el mar porque las aguas tranquilas ahora, se endemonian cuando algún Dennis, Paloma o cualquier otro huracán vienen de visita.

El Cabo es ese hombre. Sabe mucho de esa majestuosa masa de agua, a la cual respeta y solo toma de ella lo imprescindible para su sustento. Pero igual no niega los adelantos de la tecnología y “presume” con sus antenas en forma de plato, recurso aplicado aquí, como en otras zonas distantes de Cuba, para hacer llegar la señal de la televisión.

Abajo una red de voleibol espera a los jugadores veraniegos para romper su monotonía. Mientras, y no sin asegurar que por la mañana fue a la escuela, un niño sale a pescar jaibas y erizos.

El hombre sigue sin pronunciar palabra, observando la costa que a lo lejos asoman las primeras terrazas.