Súplica
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Frente al mar, suplicando salud para los suyos y los no tan suyos. Por los
que no aparecen en penumbras llevados por el aluvión intempestivos, por las
alma...
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Posted by : Unknown
viernes, 29 de marzo de 2013
Para Carlos Alberto
Eran demasiadas páginas leídas, sitios solo vistos por descripciones y relatos que,
sin la menor intensión, lo aseguro, de serrucharle el piso a guía no pude aguantar las
ganas de contarlas.
“La balsa de goma se separó de la embarcación rápida y sus ocupantes, cinco hombres ranas y el oficial la mando Grayston Linch (Gray), silenciosos, la dirigieron hacia la costa. Sus rostros, al igual que las ropas que usaban, trusas, camisetas y patas de rana, estaban teñidos de negro. (…) Los hombres ranas se estacionaron a intervalos, y comenzaron a nadar hacia la playa observando el fondo del mar en busca de obstrucciones (…) Era la hora H del Día D. La Brigada de Asalto 2506 se aprestaba a realizar un desembarco anfibio”. (*)
“El comandante José Pérez San Román, de origen cubano, después de recibir la orden del oficial norteamericano Grayston Linch, que permanecía en la costa, instruyó a sus subalternos para saltar a las embarcaciones que los conducirían hacia Playa Girón. (…) Lejos estaba de imaginar que dos semanas más tarde analizaría con Fidel Castro, sentados en el suelo d una celda, los pormenores tácticos de la batalla. (…) El capitán José Ramón Fernández desconocía que una fuerza enemiga había desembarcado. Estaba lejos de sospechar que no pocos de los cuadros de mando de la Brigada 2506 habían sido alumnos suyos, entre ellos José Pérez San Román y Eneido Oliva, jefe y segundo jefe respectivamente. ”
¿El incendió del Encanto fue coordinado junto con la
invasión? Me preguntan justamente cuando pasamos frente a la foto del edificio
calcinado. “No lo creo. Todo el mundo sabía que la invasión venía y la tarea
que tenía era hacer sabotajes de todo tipo”, respondo.
“Carlos se encontraba ahora en el departamento de telas, un sitio ideal para provocar un gran incendio. Deslizó una de las petacas entre los rollos de tela y regresó al pasillo, avanzó uno pasos y se introdujo en otra estantería; allí repitió la acción, se sentí seguro. (…) Minutos después, Carlos abandonaba la tienda. (…) En el interior de El Encanto, una explosión, seguida de otra, inició un incendio en los anaqueles de telas. (…) Los bomberos, auxiliados por cientos de voluntarios, vertieron hasta el amanecer toneladas de agua sobre el edificio en llamas. (…) Pero al despuntar el alba, la mayor tienda de Cuba ya no existía. (…) De los escombros, varios días después eran extraídos los restos de una empleada.”
Estamos en Girón.
“Esa franja de tierra firme pegada al mar y con un ciénaga delante, constituía una magnífica cabeza de plaza. Pero no fueron los expertos de la CIA los primeros en descubrir sus cualidades naturales. Estas costas fueron refugios seguros para los piratas. El más conocido, Gilberto Girón estableció su campamento en la playa que hoy lleva su nombre.”
Me lanzan una mirada de dulce incredulidad ya conocida, pero
la siento como una delicada alerta por mis “leguleyeces” o de que me estoy
propasando y no dejo a los demás apreciar por sí mismos el lugar.
Sopillar… Escucho un canto de pájaros que me resulta
familiar. Luego sabría que eran los tocororos, tan quietos que parecen
acostumbrados a las miradas estos niños grandes que los contemplaban
deslumbrados porque ya no eran un dibujo de libro escolar.
Una mesa grandes ¿Dónde hacer la foto? … ¡Ya! A la derecha
de su silla.
“Cuando poco después llegó Fidel en el helicóptero, yo estaba buscando un saco de carbón. Me hizo mil preguntas. (…) Me dijo que venía a pasar la Nochebuena conmigo. Él trajo puerco y medio, pero ese no se tocó, solo se comió el rabito y fue Fidel. (…) Estaba de lo más contento. Recuerdo que me dijo: ´Ustedes va a ver que aquí van a entrar las guaguas de La Habana`. Yo pensé que se había vuelto loco. Pero quien te dice a ti que en la Nochebuena del 60 ya estaba tirada la carretera y entraban las guaguas de La Habana”.
Los escasos metros de que disponían los revolucionarios para
avanzar, no eran ya cosa de estimarlos, sencillamente ahí estaban ¡claritos!,
con unos pocos pasos a cualquiera de los lados de la carretera, la ciénaga te
abre sus fauces dispuesta a tragarte.
“Empezamos a avanzar en medio de aquella noche por el terraplén. Habíamos avanzado poco cuando uno de los hombres me dice bajito: Teniente –yo no era teniente parece que el hombre estaba nervioso-, por ahí viene gente. Al colocar las BZ a suelo, las paticas sonaron. Entonces oímos a uno de los que venía. ´ ¡Alto ahí! ¿Quiénes son ustedes?` ´El 339 de Cienfuegos –le respondí- ¿y ustedes?` ´La compañía E del segundo batallón`. ´Eso no existe en Cuba`. Entonces un mercenario por el otro flanco grita: ´Somos del Ejército de Liberación, no vinimos a pelear contra ustedes. ¡Ríndanse!`.´ ¡Fuego!`, grité”.
Cuán largos pueden ser los cinco kilómetros y medio que
separan a Pálpite de Playa Larga si los andas a pie, en plena noche-madrugada
ya no estarán más en el apartado de las especulaciones; son ahora un recuerdo
nítido. Es un trazado tan recto que las distancias parecen agrandarse y
entonces uno piensa en cómo habrá sido para los muchachos del 339 a quienes les
tocó hacer el mismo trayecto pero con la incertidumbre de no saber a qué se
enfrentaban.
´Atención, aquí la vanguardia, ¡llegamos a la entrada de
Playa Larga, seguimos avanzando!` Minutos más tarde sugiero otro mensaje,
expuesto a que Rodolfo me lo niegue pues ni siquiera le pregunté por si
disponía de saldo en su móvil. No dice nada así que sigo adelante ¡Atención,
aquí la vanguardia, tomamos Playa Larga, repito, tomamos Playa Larga! …
NOTAS
* Todas las
citas textuales pertenecen al libro Girón.
La Batalla inevitable. La más colosal operación de la CIA contra Fidel Castro
de Juan Carlos Rodríguez que llegó a mis manos de adolescente casi de manera
furtiva.
Me sentí al lado tuyo varias veces en este post, afortunada yo de haber estado cerca para hacer las preguntas y que alguien me respondiera, besito