Posted by : Unknown lunes, 27 de mayo de 2013

En el advenimiento de fechas notables, por citar tres casos típicos, el triunfo de la Revolución, el Primero de Mayo y el 26 de Julio es natural, lógico, y hasta necesario podría decirse, que centros de trabajo, escuelas y demás sitios públicos se vean colmados con mensajes gráficos celebrando dichos momentos de honda significación patriótica para todos los cubanos.

Sin embargo, ¿qué efecto tienen esos mismos carteles cuando permanecen visibles al día siguiente? O peor todavía si envejecen adheridos a vidrieras, puertas o ventanas al punto de tornarse amarillos, mustios
.
Es como sentir que el tiempo no pasa; preguntándonos si los responsables de semejantes olvidos están siendo “previsores” o si, tal vez, se adelantan con desproporcionado margen al aluvión promocional de la próxima vez. Aunque suena bastante raro leer en pleno abril “Vamos al carnaval” (pero del año anterior) o “Felicidades mamá” mientras transcurre el mes de septiembre.

Un cartel obsoleto suena a palabra pasada de moda, a discurso rayado pues lo que en un período sirvió para motivar ahora desalienta.

Toda campaña propagandística tiene su etapa de auge y de declive, solo que en demasiadas ocasiones el frenesí visto a la hora de colocar los mensajes gráficos no sobrevive para advertir el pequeño detalle de retirarlos cuando ya ha pasado su tiempo.

Es más o menos la misma rara impresión que dan, por mencionar otro caso, los cristales a los cuales no se les retiran sus respectivas protecciones de papel tras el paso de una amenaza ciclónica. Así, estos parecen estar en constante estado de guerra esperando el bombardeo que los hará añicos en cualquier momento.

El arte de hacer bien las cosas no es solo empezarlas con buen pie sino, creo, terminarlas bien.

En 280 caracteres...

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