Posted by : Unknown domingo, 23 de junio de 2013


Patria sagrada, 
ansias del alba, 
no te olvides que andamos muy mal sin ti...
Santiago Feliú 

Al comienzo fue un parque holguinero y la satisfacción inicial de haberme hecho de un libro gratis, ¡cosa rara en estos tiempos!. Luego, las letras se volvieron voz. Era Alfredo Guevara hablando desde su texto póstumo: Dialogar, dialogar (Escuchar, enseñar, afirmar, aprender). La crítica literaria no es lo mío pero compartir las impresiones sobre lo leído en noches de pensar y escuchar el silencio quizás sirva de algo. 

“Las grandes revoluciones triunfantes, al hacer desaparecer las causas que las han originado se tornan incomprensibles. O sea, la poblaciones beneficiarias consideran lo logrado como su realidad normal y más si pasan generaciones –esa es nuestra situación”, dice en un concepto que no por reiterado en diversos foros deja de ser cardinal, por cuanto los procesos de cambio social consientes como es el Socialismo tiene ante sí el reto perenne del tiempo.

Ahí tal vez esté la explicación de la recurrencia, necesaria siempre, a los años 50 del pasado capitalista. Sin embargo Alfredo no se detuvo, en primer lugar en avances tangibles de este medio siglo de cambio social profundo.

“Yo me siento responsable, corresponsable de los éxitos y también de los fracasos de la Revolución, pero creo que lo más importante que hemos logrado es fomentar las condiciones para que la población sea una población de ciudadanos”, sostiene.

Ahora bien ¿Qué tipo de ciudadano?: “Nosotros hemos construido la posibilidad de ser ciudadano, porque los ignorantes no pueden ser ciudadanos, pueden ser objeto de altos gestos, pueden ser objeto hasta de igualdad, pero la expresión, pensemos en la asamblea ateniense, de la democracia, la participación, no es la misma si se trata de una mujer o un hombre culto que la de un ignorante”, aclara.

Alfredo dejó planteada una tarea inclusa para muchos de nosotros: leer a Marx y al Che, no por los manuales sino directamente en sus textos. “En mi convicción –concluye él- lo importante para Marx es la esclavitud del hombre, la alienación, la pérdida de su autonomía intelectual, intelectual aunque estemos hablando de alguien no cultivado e incluso analfabeto”. Y justamente el Guerrillero Heroico anduvo también por esa senda marcada por el alemán.

El Socialismo señala Alfredo, debe ser bello. “No sé cuál será –va a ser- la fórmula, pero la belleza, la iluminación, la poesía tiene que encontrar lugar en nuestra iglesia, nuestra digo porque, insisto, la mía, la socialista”.

Mas, cuál deberá ser concepto de belleza podría no ser el mismo que él hubiera soñado. Especialmente porque la modernidad eurocéntrica nos impuso patrones y estilos que ahora mismo siento como impuestos y que nos orientaron de espaladas a la sabiduría ancestral de las culturas originarias de este continente que probablemente tendrán mucho que enseñarnos, incluso más allá de los cánones estrechos de sus noción de lo bello.

Pero sí, definitivamente ese Socialismo no puede ser aburrido, repetitivo, encartonado...

Alfredo dedicó los últimos años de su vida al contacto estrecho con la juventud cubana. Ante ellos y ellas lanzó sus reflexiones  más telúricas: “El Partido es una Iglesia, es decir, una congregación de gentes que renuncia a parte de su libertad para sumar muchas libertades y dedicarse a una tarea”.

“Eso –convocó desde un alma que jamás envejeció- es lo que tienen que hacer la Juventud y el Partido Comunista: sumar y sumar; explicar hasta lo que no tiene explicación; buscar las explicaciones y, si no se encuentra, confesar: No tengo explicación para esto. No hay otro camino para dirigir un país y acelerar el proceso de desarrollo hasta el punto en que pueda haber bienestar para todos, que el camino de defender lo defendible, reconocer lo no defendible en cuanto tal y hacerse así querido y respetado.

“Puede defenderse el derecho a no ser revolucionario. Lo que no se puede aceptar es la contrarrevolución activa porque sería como aceptar el suicidio. Y la Revolución es una vanguardia que quiere desarrollar un proyecto”. No sé si quienes tuvieron el placer de escucharlo o preguntarle algo habrán sentido la misma sensación de mágica iluminación que transmite el libro. Este escribidor, al menos, cree en la lucidez imperecedera de Alfredo Guevara.

En 280 caracteres...

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