Posted by : Unknown martes, 28 de enero de 2014

El éxito de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) estaría planteándole a esta región del hemisferio occidental una oportunidad probablemente irrepetible para articular, por fin, mecanismos de integración verdaderamente efectivos a mediano y largo plazos.
Indudablemente la presidencia pro-témpore de Cuba le imprimió un impulso enorme a este naciente bloque y le pasó el batón con una clara ventaja a su sucesor Costa Rica. Sin embargo y justamente porque ahora mismo no está clara cuál será la proyección del gobierno tico que asumirá el poder en mayo, la labor del cuarteto o troica ampliada de la CELAC será definitoria para tornar en hechos la retórica habitual de estos foros multilaterales.

En el apartado de las oportunidades están la existencia de gobiernos como los de Venezuela, Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay, Ecuador, Nicaragua, así como los pequeños estados insulares del Caribe aglutinados en el CARICOM y en menor medida Chile, Perú, El Salvador y Guatemala, todos partidarios del fortalecimiento de estructuras de consenso regional sin la participación de los Estados Unidos.
La insistencia del presidente Raúl Castro en que la fórmula para el éxito de la CELAC está en salvar la unidad dentro de la diversidad no es ociosa. Parte de la certeza de que ni aun entre el grupo de líderes de izquierda hay total sintonía sobre cómo asumir asuntos controversiales como las políticas económicas o los diferendos bilaterales.

Un exhaustivo examen a cada uno de los discursos de los mandatarios reunidos en La Habana da una idea de las claras diferencias en temas cómo la política antidrogas, la seguridad y la economía. Sin embargo en esas mismas palabras es posible encontrar puntos de contacto que serían útiles para llegar a un consenso en esos mismos asuntos.

Mientras tanto los esquemas neoliberales y potencialmente divisionistas no murieron con los fallidos Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA) o el Plan Puebla-Panamá, apenas han mutado a propuestas como la llamada Alianza del Pacífico y a los tratados de “libre comercio” que algunos países ya han firmado con EE.UU y la Unión Europea.

Las supuestas verdades establecidas del libre mercado y la privatización como esquemas de desarrollo están lo suficientemente enraizado en las economías de buena parte de la región, por lo que el margen de maniobra de los Estados sigue siendo comparativamente muy estrecho todavía. Aunque los acuerdos y vínculos establecidos a la sombra de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y Petrocaribe muestran una luz al final del túnel.

Cuba mostró un realismo y una capacidad de negociación impresionantes para impulsar a la CELAC, la cual obviamente no podrá sobrevivir como una cofradía de presidentes de izquierda, sino como un bloque donde todos los Estados comprendan que para Latinoamérica y el Caribe lidiar como grupo en espacios como las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos (OEA), frente a los Estados Unidos y la Unión Europea o ante la ocurrencia de contingencias de relevancia internacional, es una estrategia beneficiosa para todos los gobiernos.

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