Posted by : Unknown lunes, 2 de junio de 2014

Afortunadamente el fraude ocurrido en las recientes pruebas de ingreso a la educación superior no se quedó en el anonimato relativo del comentario callejero, sino que está siendo debatido, también, en el ámbito mediático. No ya desde el periodismo ciudadano presente y útil, sino en los medios tradicionales de comunicación. Mientras van quedando asuntos pendientes a discutir también como la urgencia de eludir el atajo pernicioso del sensacionalismo.


Independientemente de si se sintió más o menos cerca el hecho en sí, toda la nación ha presenciado un debate que cuando se derivó a ciertas aristas del asunto  tomó ribetes casi de enfrentamientos con réplicas y contrarréplicas.

Increíblemente escuché decir que hubiera sido mejor no publicar nada por la “suciedad” del suceso. Como si mirando a otro lado se fuese a resolver el problema. Casi seguro quien dijo esas palabras no estaba al tanto de la fortísima discusión que al respecto ya se había sostenido desde los blogs y las redes sociales.
Si la prensa no hubiera dado cuenta del asunto solo habría agregado otra razón más para ser criticada desde otros espacios públicos de ejercicio de la opinión, práctica que, por cierto, es demasiado frecuente, casi una moda en estos tiempos podría decirse.

Por suerte esta vez la prensa está acompañando la controversia mediante análisis en todos los periódicos de alcance nacional y foros radiales de opinión como Hablando claro.

¿Será más grande el problema porque se esté tratando en los medios?. Semejante conclusión es tan superficial y nefasta como pensar que, por ejemplo, hablar de homosexualidad en los dramatizados televisivos “incita” esa manera de ser.

Ir a las raíces del fraude, más allá de la punta del iceberg del acontecimiento dado a conocer en La Habana no es, en ninguna medida, una legitimización de esas prácticas. Aunque no lo parezca puede que haya mucha gente que esté ahora enfrentándose a un problemas quizás más extendido de lo que aparenta, gracias a que los medios están hablando se eso.

Obviamente los artículos de opinión y/o reportajes que se están escribiendo no van a dar la cura mágica a un tumor maligno que de no ser extirpado a tiempo podría enfermar seriamente a las sociedad cubana, mas, ciertamente los medios simplemente asumiéndolo con tal, están contribuyendo a sensibilizar a los públicos de la importancia de mantener la limpieza de los resultados académicos de nuestros estudiantes en cualquiera de los niveles de enseñanza.

Sin embargo nunca parece suficiente y ahora se plantea la pregunta de por qué la prensa no lo denunció antes. A la luz de los acontecimientos posteriores resulta extremadamente sencillo emprenderla con la prensa (como siempre) cuando la mayor parte de las ocasiones se olvida que en materia de periodismo es preciso publicar hechos concretos y perfectamente comprobables, asunto que obviamente no solo toca a la medios hacerlo.

¿Alguien se ha preguntado lo que significa lanzar al ruedo una denuncia sin tener la seguridad de si es cierta o no? Según la información publicada hasta el momento tantos en blogs como los medios tradicionales de comunicación, es imposible determinar si alguno de los participantes en los debates posteriores tuvo efectivamente algunos de los exámenes antes de día en que estos se aplicarían.

Sería profundamente inmoral por parte de alguien que teniendo en sus manos un examen de ingreso antes del momento de aplicación del mismo y no lo haya dicho por las razones que sean.

Pero es la prensa la que, otra vez, sigue pagando las culpas que no le tocan. ¿Cómo podía Juventud Rebelde o Granma, por mencionar los dos más importantes, hablar de que se había cometido fraude en las prueba de ingreso de Matemáticas sin tener la confirmación oficial por parte de los ministerios involucrados, en este caso los de Educación y Educación Superior?

¿Habría estado dispuesto algún profesor o funcionario de alguna instancia de ambos ministerios a dar declaraciones a los medios de comunicación sobre un suceso del que estaba siendo comprobada su veracidad? Probablemente no.

Entonces ¿por qué emprenderla, de nuevo, contra la prensa cuando, tal vez, las razones o responsabilidades de la información oportuna habría que buscarlas en quienes le tocaba decirlo antes?


Sería sano para todos sopesar la factibilidad de continuar disfrutando la costumbre de hurgar los defectos ajenos o dejar atrás el divisionismo estéril y contribuir, desde la información responsable a enfrentar el verdadero enemigo, en este caso: el fraude académico.

En 280 caracteres...

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