36 noviembres para 37
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Noviembre no siempre huele a lluvia, a hojas caídas, a viento que desordena
las ropas y las manda a volar muy lejos. Noviembre, mes de los rojos y
amarillo...
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Posted by : Unknown
lunes, 2 de junio de 2014
Afortunadamente el fraude ocurrido en las recientes pruebas
de ingreso a la educación superior no se quedó en el anonimato relativo del comentario
callejero, sino que está siendo debatido, también, en el ámbito mediático. No
ya desde el periodismo ciudadano presente y útil, sino en los medios tradicionales
de comunicación. Mientras van quedando asuntos pendientes a discutir también
como la urgencia de eludir el atajo pernicioso del sensacionalismo.
Independientemente de si se sintió más o menos cerca el
hecho en sí, toda la nación ha presenciado un debate que cuando se derivó a
ciertas aristas del asunto tomó ribetes
casi de enfrentamientos con réplicas y contrarréplicas.
Increíblemente escuché decir que hubiera sido mejor no
publicar nada por la “suciedad” del suceso. Como si mirando a otro lado se
fuese a resolver el problema. Casi seguro quien dijo esas palabras no estaba al
tanto de la fortísima discusión que al respecto ya se había sostenido desde los
blogs y las redes sociales.
Si la prensa no hubiera dado cuenta del asunto solo habría
agregado otra razón más para ser criticada desde otros espacios públicos de
ejercicio de la opinión, práctica que, por cierto, es demasiado frecuente, casi
una moda en estos tiempos podría decirse.
Por suerte esta vez la prensa está acompañando la
controversia mediante análisis en todos los periódicos de alcance nacional y
foros radiales de opinión como Hablando
claro.
¿Será más grande el problema porque se esté tratando en los
medios?. Semejante conclusión es tan superficial y nefasta como pensar que, por
ejemplo, hablar de homosexualidad en los dramatizados televisivos “incita” esa
manera de ser.
Ir a las raíces del fraude, más allá de la punta del iceberg
del acontecimiento dado a conocer en La Habana no es, en ninguna medida, una
legitimización de esas prácticas. Aunque no lo parezca puede que haya mucha
gente que esté ahora enfrentándose a un problemas quizás más extendido de lo
que aparenta, gracias a que los medios están hablando se eso.
Obviamente los artículos de opinión y/o reportajes que se
están escribiendo no van a dar la cura mágica a un tumor maligno que de no ser
extirpado a tiempo podría enfermar seriamente a las sociedad cubana, mas,
ciertamente los medios simplemente asumiéndolo con tal, están contribuyendo a
sensibilizar a los públicos de la importancia de mantener la limpieza de los
resultados académicos de nuestros estudiantes en cualquiera de los niveles de
enseñanza.
Sin embargo nunca parece suficiente y ahora se plantea la
pregunta de por qué la prensa no lo denunció antes. A la luz de los
acontecimientos posteriores resulta extremadamente sencillo emprenderla con la
prensa (como siempre) cuando la mayor parte de las ocasiones se olvida que en
materia de periodismo es preciso publicar hechos concretos y perfectamente
comprobables, asunto que obviamente no solo toca a la medios hacerlo.
¿Alguien se ha preguntado lo que significa lanzar al ruedo
una denuncia sin tener la seguridad de si es cierta o no? Según la información
publicada hasta el momento tantos en blogs como los medios tradicionales de
comunicación, es imposible determinar si alguno de los participantes en los
debates posteriores tuvo efectivamente algunos de los exámenes antes de día en que estos se aplicarían.
Sería profundamente inmoral por parte de alguien que
teniendo en sus manos un examen de ingreso antes
del momento de aplicación del mismo y no lo haya dicho por las razones que
sean.
Pero es la prensa la que, otra vez, sigue pagando las culpas
que no le tocan. ¿Cómo podía Juventud
Rebelde o Granma, por mencionar
los dos más importantes, hablar de que se había cometido fraude en las prueba
de ingreso de Matemáticas sin tener la confirmación oficial por parte de los
ministerios involucrados, en este caso los de Educación y Educación Superior?
¿Habría estado dispuesto algún profesor o funcionario de
alguna instancia de ambos ministerios a dar declaraciones a los medios de comunicación
sobre un suceso del que estaba siendo comprobada su veracidad? Probablemente
no.
Entonces ¿por qué emprenderla, de nuevo, contra la prensa
cuando, tal vez, las razones o responsabilidades de la información oportuna
habría que buscarlas en quienes le tocaba decirlo antes?
Sería sano para todos sopesar la factibilidad de continuar
disfrutando la costumbre de hurgar los defectos ajenos o dejar atrás el
divisionismo estéril y contribuir, desde la información responsable a enfrentar
el verdadero enemigo, en este caso: el fraude académico.
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