Posted by : Unknown miércoles, 19 de noviembre de 2014

Camagüey parece una provincia infinita que impresiona y hasta sobrecoge por su tamaño; con sus llanuras, montañas y montes en apariencia interminables, a veces escondidos otras inesperados. Eso hace del territorio agramontino uno de los tramos más recordados por los viajeros de la Carretera Central. Quizás cuatro días no hayan sido suficientes para conocerla en toda su inmensidad. Sin embargo sería ingrato decir que los lugares y las personas vistos allí no dejaron una marca indeleble en nuestra Guerrilla de Blogueros.(Aquí, Camagüey en fotos)
El orgullo del camagüeyano... ¡y las camagüeyanas! es más que conocido y ellos se precian demostrándolo en cualquier oportunidad, hasta por ahí circula algún que otro chistecito al respecto. Pero en honor la verdad su vanagloria tiene bases sólidas en la antigüedad de su casco histórico, la solemnidad de sus iglesias, la socorrida frase de uno de sus tantos hijos ilustres, el poeta nacional Nicolás Guillén y el heroísmo de figuras como Ignacio Agramonte que no necesitan presentación.

Yami y Ortelio, el amor lo puede todo..
Pero si estremecedoras son las hazañas pretéritas de El Mayor, también lo son las de Ortelio y Yami. Ellos viven el placer la creación, no divina, sino salida de un esfuerzo que encontró en el amor las fuerzas suficientes para tornar el infierno de un basurero en un pedazo de tierra rebosante de vida.

Tal vez por eso no tuve fuerzas para probar lo que gustosamente nos ofrecieron durante nuestra visita, era como si al hacerlo profanar unos manjares cultivados con tanto sudor. Afortunadamente el resto de la Guerilla no me hizo caso para deleite de los anfitriones. Preferí quedarme con olor a tierra mojada y conocer a “Tomeguín” y “Pantera” la yunta de bueyes que surcaba el conuco donde en unos meses crecerán los tomates.

Me llevo en mi morral de los recuerdos el cielo estrellado en Limones Tuabaquey, sus trillos silenciosos y hasta con su historia pues en el Paso de los Paredones se batieron mambises y españoles allá por 1869. Allí, en medio de tanta naturaleza, eran una anomalía, casi un sacrilegio, la música de Calle 13 o una lección de  Scrabble.

Las aprieto bien fuerte para cuidarla de los malos augurios a la alegría infantil de ser un piloto de avión, maquinista de un tren en el Lago de los Sueños, o uno de los “conquistadores” de un cayo en medio de la bahía de Nuevitas. También, a la satisfacción de haber escuchado a quien lo necesitaba, sin que esa persona supiera, hasta ahora, que el apoyo fue mutuo.

 En el bolsillo invisible de mi pecho va la fe de que juntos podemos seguir haciendo mucho porque seguimos queriéndonos aunque no siempre estemos de acuerdo en todo.

One Response so far.

  1. Anónimo says:

    Ja, papá, esta ocasión no tuve casi oportunidad de hablar contigo. Sé que quizás no soy de tus más allegados pero me gusta saber que siempre estás en el grupo. Na, te tengo cariño, pero ya que me pongo sentimental. Publica todas las fotos para que en algún momento del siglo 21 Rodolfo me las dé. Menos mal que yo sí profané los divinos manjares que según tú solo observaste. Abrazos, Kmilo.

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