Posted by : Unknown miércoles, 14 de enero de 2015



Mucho le agradecí al Catalejo de Temas que compartiera los pareceres de un grupo de expertos sobre los desafíos del 17D, como ya se acuñó al anuncio que hicieran ambos gobiernos (el 17 de diciembre de 2014) de que iniciarían un proceso hacia el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas y eventualmente de flexibilización del bloqueo estadounidense hacia este Archipiélago.


Aunque Temas analizó varias aristas del asunto, me concentro en un aspecto que acapara mis pensamientos y que la revista resumió en la siguiente pregunta: “¿Están preparadas las sociedades y las culturas políticas de ambos lados para este encuentro? ¿Cuáles son sus ventajas comparativas? ¿Cuáles sus principales déficits?

Desde ambos lados los juicios no son homogéneos pero se distingue una precepción de que los desafíopara Cuba son mayores y profundos…

Sin dejar de ser optimista William Leogrande, profesor de la American University, WashingtonDC advirtió que “el peligro para Cuba consiste en la enorme desproporción de tamaño y poder entre los dos países. Con las relaciones normales, sobrevendrá un repunte del flujo de visitantes norteamericanos; y cuando se levante el embargo, una avalancha de comercio e inversión. 

“Cuba hizo una revolución en 1959 para liberarse de la dominación norteamericana. ¿Se restablecería esta dominación mediante el “poder suave”  (soft power), cuando las compuertas de los viajes, el comercio y la inversión se abran? La principal salvaguarda para la Isla radica en el intenso orgullo de los cubanos por su independencia, y su disposición para defenderla.”

Desde la Universidad de Harvard, Jorge I. Domínguez más que respuestas plantea interrogantes sumamente interesantes: “¿Confirmará el Senado de  los Estados Unidos, con mayoría republicana, al primer embajador de  los Estados Unidos  designado para representarlos  en La Habana desde  que  Philip Bonsal se fue? ¿O será esa designación víctima de las precandidaturas presidenciales de los  senadores Marco Rubio (R-FL) y Ted Cruz (R-TX), ambos cubanoamericanos? 

“¿Aceptará el gobierno de Cuba que empresas norteamericanas vendan materiales de construcción para la construcción de residencias privadas, y vendan productos al sector cuentapropista directamente,  sin la mediación de una empresa del Estado? Y, bajo el supuesto que el gobierno  de Cuba estaría dispuesto a permitirlo, ¿cómo ocurriría? ¿Autorizará el gobierno de Cuba cooperativas importadoras, por ejemplo?”

Para FrankO. Mora. Director del Center for Latin American and Caribbean Studies, en laUniversidad Internacional de la Florida “hay dos carriles que pueden desarrollarse en paralelo, aunque los vínculos societales pueden y deben progresar más rápidamente y sin interferencias
.
“Las relaciones interestatales –dice- encontrarán más desafíos. Pero las medidas de construcción de confianza, junto al compromiso de no limitar la profundidad de las relaciones societales, debe contribuir, por su parte, a crear las condiciones para mejores relaciones entre La Habana y Washington. Un proceso de abajo hacia arriba tiene mayor probabilidad de tener éxito.”

Meg Crahan, catedráticade la Universidad de Columbia, Nueva York hace énfasis en un escenario a tener en cuenta: las elecciones de noviembre de 2016 y cuánto eso podría entorpecer las negociaciones:
“Se requiere que los líderes de ambos países les expliquen a sus respectivos ciudadanos el proceso iniciado en dirección a la normalización de relaciones. En Estados Unidos, la mayoría de la población conoce poco sobre los beneficios que traería la reducción de tensiones con Cuba, aunque la mayoría favorece el mejoramiento de las relaciones con la isla. 

“Sin embargo, el inicio de la campaña presidencial del 2016 en Estados Unidos reducirá el grado de atención conferido a los beneficios del restablecimiento de relaciones. Es probable que los críticos de la normalización en los Estados Unidos reciban mayor atención mediática. Puesto que la mayoría de los ciudadanos se informan a partir de los medios, esto limitará la comprensión de los beneficios. Por esta causa, el proceso de normalización puede verse perjudicado, de cierta manera, por las decisiones tácticas tomadas por los estrategas de las campañas electorales”.


¿Cómo lo ven los expertos de este lado del Estrecho de la Florida?

PedroMonreal, economista y miembro del Consejo asesor de Temas, alerta que “Confiar la regulación del proceso de  “normalización” a criterios de mercado (o de razonamientos asociados de “eficiencia” y “racionalidad económica”) pudiera resultar desastroso para la sociedad cubana. Ese es un plano en el que la ventaja comparativa cubana tiende a ser cero frente a un “partner” como los Estados Unidos. 

“Ahí no caben ilusiones de otro tipo. Pero existe una razón más sustantiva para impugnar el posible liderazgo del criterio del mercado  en el proceso de “normalización”. El  camino hacia el  bienestar  nacional  en un nuevo contexto de relaciones con  los Estados Unidos  debe ser decidido por la  gente de Cuba  de acuerdo con sus  propios  valores e intereses y no como resultado de la “mano invisible” del mercado.  La “normalización”, como quiera que esta se entienda, debe ser un proceso manejado desde la política.”

CarlosAlzugaray Treto, analista político con una amplia obra sobre el conflicto Estados Unidos Cuba subraya que “para una situación tan inesperada como  esta no hay cómo prepararse. Si difícil es alistarse para una eventual guerra, mucho más lo es para una súbita declaración de paz.

“Más allá de que el conflicto básico entre Cuba y los  Estados Unidos continuará bajo otras formas, se trata de una etapa radicalmente distinta. Lo más importante para los cubanos es adaptarse rápidamente a esta situación. 

“Se abren oportunidades, y ha de aprovechárselas siempre que se enfoquen con una nueva mentalidad más abierta y proactiva. Aunque no hay oportunidad sin riesgo, los riesgos en este caso son menores. 

“Ciudadanos e instituciones  han de  hacer una reflexión profunda y bien pensada y actuar ágilmente en todo aquello que sea evidentemente favorable al interés nacional, que podría definirse como el de  aprovechar las circunstancias  económicas, comerciales y financieras sin concesión alguna en el tema de nuestra independencia, autodeterminación y seguridad. Lo más riesgoso es que sean  los  Estados Unidos  los  que unilateralmente impongan  los temas, tiempos  y profundidad de eso que llamamos “normalización”, que implica mucho más que una simple transformación de las actuales Secciones de Intereses en Embajadas.
“No debemos temer el acercamiento a los norteamericanos y tenemos que entenderlos mejor”.

JesúsArboleya de quien siempre recordaré su excelente libro La contrarrevolución cubana opina que “en el plano cultural, estamos hablando de una relación anterior a la propia existencia de ambas naciones, que ha pervivido a pesar de todos los conflictos, porque en verdad cuba nunca ha tenido una relación política “normal” con estados unidos. 

Y explica el profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) y la Universidad de La Habana: “La cultura norteamericana sin duda resulta atractiva para  la sociedad cubana y en ocasiones constituye un reto para la ideología que requiere el socialismo.

“A eso apuestan los que perciben el contacto como un factor de desestabilización interna, pero también esa experiencia es un antídoto para limitar sus efectos más negativos, sobre todo los que atañen a la defensa de nuestra soberanía e independencia. 

“Si cuando tenían todo el poder para imponer sus valores no pudieron evitar la revolución socialista, no veo razones objetivas para suponer que ahora no podremos enfrentar estas influencias, sobre todo si somos capaces de diseñar una política tan inteligente como las que nos ha permitido sobrevivir más de medio siglo las peores agresiones.”

Antes de responder la interrogante, Rafael Hernández, director de Temas hace una aclaración importante: “Una erupción de neocubanología ha confundido la pipa de la paz con un acto de contrición política y con el fin (ahora sí) del socialismo. Estos atribuyen la causa del restablecimiento no a Washington, sino a La Habana (“la edad de los Castros”, “el próximo fin de la alianza con Venezuela”), así como su consecuencia principal: “abrir una transición” (“después de los Castros”) donde “EEUU sería el actor más confiable, para el pueblo, y para el gobierno”. Por suerte, diversos estudiosos de las relaciones están contribuyendo a entenderlas en su alcance real”.

El politólogo antillano precisa que “hay diferencias (anteriores a “los Castros”) entre ambas visiones sobre la democracia y la libertad, para no hablar de la igualdad, los derechos ciudadanos, la soberanía, y lo que el presidente Wilson llamaba “crear un mundo más seguro para la democracia”.

(…) “Los cubanos deberíamos entender que esto es más etnocentrismo cultural que ideología. Si de encuentro y convivencia con esa sociedad norteña se trata, serían útiles ciertas virtudes (paciencia, perseverancia, prudencia), así como distinguir entre el impulso imperialista (realmente existente) y ese etnocentrismo, aunque ambos estén ligados.

(…) “En cuanto a la democratización y las libertades, cualquiera podría comprobar que no ha habido otro momento tan propicio para el cambio en la cultura política cubana, durante el último medio siglo, como el actual. Este proceso está en curso. Sería muy contraproducente que se quisiera acelerar o encauzar haciendo uso de la relación con EEUU o alguna otra potencia extranjera. Si bien la descompresión de las relaciones lo puede favorecer, los extremismos ideológicos de ambos lados y las coyundas lo pueden enturbiar, y hacerlo más cuesta arriba”.

Sin dejar de advertir que las comparaciones con proceso homólogos de EE.UU con China y Viet Nam podrían enturbiar el análisis estima que “hay ventajas comparativas para el encuentro. Los cubanos son culturalmente más norteamericanos que la mayoría del hemisferio. Los norteños pueden sentirse menos extranjeros en La Habana que en otras capitales, para no decir que más seguros. Podrían comprobar que los cubanos no necesitan tanto que los “ayuden a entrar en el siglo XXI” (Obama, 17D), sino que no les impidan el acceso a su tecnología. 

“Sería mejor que ambas sociedades se encontraran, sin pretender meterse en las cosas del otro, como vecinos que comparten una misma pasión por el béisbol, los Studebakers, la música llamada Latin Jazz, los artefactos domésticos, el hip hop, la modernidad, el gusto cinematográfico, los sitios de historia común en Nueva York y La Habana, y tantas otras cosas..”


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