Posted by : Unknown miércoles, 24 de diciembre de 2014



Aún no sabemos cómo terminará el sendero abierto hacia una nueva convivencia entre Cuba y Estados Unidos, mas parece cierta la determinación bilateral de transformar el actual estado de cosas. Desde el primer instante uno podría intuir lo escabrosa que será la ruta mientras sigue en pie el peligro de quienes prefieren la beligerancia manifiesta actual ya sea por conveniencia política o por natural temor al cambio.


Agente por agente
La cadena de hechos ya revelado que condujeron al  17 de diciembre de 2014 es altamente ilustrativa de que no nos encontramos ante una autopista hacia la normalización de las relaciones, más bien todo lo contrario.

Fueron necesarios los buenos oficios de varios mediadores (el gobierno de Canadá, el Papa Francisco, el presidente uruguayo José Mujica) y al menos nueve reuniones en terceros países durante año y medio para alcanzar el histórico acuerdo, valiéndose de canales no oficiales, una práctica tradicional entre ambas partes. 

A lo largo de cinco décadas han sido emisarios mutuos: diplomáticos veteranos, periodistas, un premio Nobel (Gabriel García Márquez), la hija de David Rockefeller, un ejecutivo de Coca Cola y políticos como el ex gobernador Bill Richardson y el ex presidente Jimmy Carter. En todo ese tiempo los encuentros se realizaron en los lugares más inverosímiles como el metro neoyorquino, la cafetería del aeropuerto La Guardia, también en Nueva York, un hotel de un circuito turístico gay en Canadá, por mencionar algunos. Esta vez habría ocurrido algo parecido. Sirva como ejemplo el que fuera el senador Patrick Leahy uno de los facilitadores para lograr el embarazo por reproducción asistida de Adriana Pérez, la esposa de Gerardo Hernádez.

Es preciso hacer notar que, en sentido estricto, Allan Gross fue liberado por razones humanitarias, y no intercambiado por Gerardo Hernández, Antonio Guerrero y Ramón Labañino, algo dicho por ambos mandatarios pero en lo que quizás muchos no repararon por la euforia del momento.

A los efectos de la negociación los tres luchadores antiterroristas fueron canjeados por un espía de la CIA descubierto dos décadas atrás por la Seguridad cubana; o sea que a la luz de las conversaciones el intercambio fue de agente por agentes.

Esta dinámica ilustra cómo ambas partes convinieron en ceder, pero hasta cierto punto, en el afán del progreso de las pláticas. Tras aceptar la idea que era imprescindible liberar a nuestros héroes, Washington no estuvo dispuesto a ir más allá sino era excarcelado su contratista Allan Gross; Cuba por su parte no haría nada que no implicara el retorno a casa de Gerardo, Tony y Ramón, mas fue receptiva al requerimiento estadounidense de destrabar el proceso deshaciéndose un hombre muy estimado servicios de inteligencia de EE.UU.

¿Qué móviles puede haber tenido Obama para forzar este giro  en la política?

“No podemos –dijo- seguir haciendo lo mismo y esperar obtener un resultado diferente. Intentar empujar a Cuba al abismo no beneficia a Estados Unidos ni al pueblo cubano. Hemos aprendido por propia experiencia que es mejor fomentar y respaldar las reformas que imponer políticas que convierten a los países en estados fallidos”. Se imponía un cambio en el método, no en el objetivo así de simple. 

Más allá de la retórica, nótese que al gobierno de EE.UU. le interesa, además una Cuba estable. No les agrada la idea tener a 90 de millas de sus costas un país acéfalo al estilo de la Libia post Gadafi con el riesgo del consiguiente éxodo masivo. Algo en lo que, vale recordar, las administraciones demócratas han tenido particular experiencia pues les ha tocado lidiar con todas las crisis migratorias, a la Johnson en 1965 con Camarioca, a la Carter con el Mariel en 1980 y a la Clinton la de los balseros (1994).

Todavía no sabemos en qué status estarán las relaciones, digamos el 20 de enero de 2017 cuando termine oficialmente el mandato de Barack Obama. Sin embargo es evidente su propósito de ir hacia un punto que no será el actual. Tampoco es posible asegurar que en ese lapso habrá caído el bloqueo tal y como lo conocemos pues antes deberá vencer la oposición de legisladores como Ileana Ross y Marco Rubio.

Si nos atenemos al pragmatismo típico en los políticos estadounidenses quizás no les parezca mal alcanzar al final del 2015 una posición intermedia donde sobrevivirían las leyes fundamentales del bloqueo: Torricelli y Helms-Burton pero se establecerían determinados intercambios comerciales y de personas aprovechando el margen de maniobra que fuera de estas tiene la Casa Blanca.

Esta especie de solución salomónica le permitirían a los demócratas llegar navegando en dos aguas a un año claramente electoral como lo será el 2016. Podrán decirle a los representativos de la opción de la presión que se movieron hacia adelante pero con la salvedad de que el bloqueo permanecería intacto en su esencia.
El mensaje de la urgencia del cambio tiene también una lectura adicional especialmente para los politiqueros de origen cubano: Se desvaneció el espejismo alimentado en la era Reagan y Bush (hijo) de que ellos decretaban los pasos de la Casa Blanca en relación Cuba al punto de influir en unas elecciones presidenciales. El cambio generacional y la disminución paulatina del peso del voto cubano en la Florida regresa las aguas a su nivel así que las decisiones sobre qué hacer con la Mayor de las Antillas se toman en Washington y no en Miami.

“El compromiso de EE.UU. será de carácter crítico siempre que corresponda, e incluirá un apoyo continuo y sólido que perseguirá la mejora de las condiciones en materia de derechos humanos y la implementación de reformas democráticas en Cuba”, indicó Obama en lo que podríamos definir como su discurso programático de este proceso de normalización.

Aquí no hizo otra cosa sino reiterar una peligrosa línea de condicionamientos que esperemos no llegue a los límites vistos en negociaciones anteriores. Está por ver qué pasará si comenten el mismo error de Carter en los 70 de hacer exigencias inaceptables para Cuba.

Al respecto ya el presidente Raúl Castro se anticipó en aclarar que “(…) solo es posible avanzar a partir del respeto mutuo, que implica la observancia de los principios del Derecho Internacional y de la Carta de las Naciones Unidas, entre ellos, la igualdad soberana de los Estados, la igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos, el arreglo de las controversias internacionales por medios pacíficos, abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia de cualquier Estado, y la obligación de no intervenir en los asuntos que son de la jurisdicción interna de los Estados, lo que implica que cualquier forma de injerencia o de amenaza a los elementos políticos, económicos y culturales de un Estado constituye una violación del Derecho Internacional”.
No obstante, el General de Ejército acotó que (…) “por nuestra parte primará una conducta prudente, moderada y reflexiva, pero firme”.

¿Y ahora?

Uno puede llegar a pensar que no estamos preparados ni para las buenas noticias al punto esperar orientaciones “de arriba” cuando se viene una época de no hay que temerle a pasar, sin perder el control,  de la tribuna de los improperios al clima de la convivencia.

No es, creo, para erizarse al escuchar la palabra negociación cuando a todas luces este será un término más común de lo que algunos esperaban. Empero en las raíces mismas  de la patria está la lección de cómo seguir lidiando con los Estados Unidos, sin huirle al diálogo.

Expresándose en inglés, y así ser bien entendido por el auditorio del Twilight club de Nueva York, José Martí expresó: “Aún puede ser que hable hoy, entre políticos ignorantes y adementados, de la intrusión disimulada, con estos o aquellos pretextos plausibles, de estas fuerzas del Norte en los pueblos meritorios, laboriosos, ascendentes, de la América española; de la intrusión, en nombre de la libertad, en la libertad ajena, que es delito que se ha de cometer, porque harto saben los que en ella viven que, a vueltas con sus elementos heterogéneos, lo que triunfa aquí al fin y al cabo es la gran conciencia nacional.

A renglón seguido el Apóstol dejó sentado, desde aquel 22 de octubre de 1890, un parecer muy válido para los días por venir de la nación cubana: “Pero si esa unión violenta de que suelen hablar, una que otra vez, los políticos adementados e ignorantes, no ha de realizarse ciertamente, por la nobleza de la tierras que la habría de resistir; hay otra misión simpática y posible, tan apetecible del lado de acá de la frontera, como del lado de allá, y es la que no puede dejar de nacer del trato mutuo, despreocupado y justiciero de los hombres de una zona con los hombres de la otra, de los hombres de veras cordiales y cultos.”

One Response so far.

  1. Anónimo says:

    Negociar significa ceder. A Cuba le interesa derribar el embargo, la Ley de Ajuste de 1966, la Ley Torricelli y la Helms Burton, entre otros interese de primer orden. Y a EE>UU le interesan vario asuntos como mejora en Derechos Humanos, acceso a internet para todo el que pueda pagarla y el pago por las propiedades y negocios confiscados a norteamericanos. Ni Cuba va a regalar nada , ni EE>UU va a abrir la chequera sin que La Habana sea riproco y tenga en cuenta algunas peticiones de su vecino del norte. Van a negociar, van a ceder y van a llegar a acuerdos como este canje de espias que acaba de ocurrir.
    Fue un intercambio desigual soltar 3 espias a cambio de 1. La Habana libero a Gross tal vez para compensar por e desigual intercambio.

    El Congreso no va a levantar el embargo ni a desmantelar la Ley de Ajuste Cubano porque esta dominado por los republicanos y estos ha dicho que no. Pero Obama puede, mediante decretos limitados, ir levantando escollos para restablecer las relaciones y un poco mas de comercio, no de creditos ni prestamos, como muchos creen. No hay quien pare esta locomotora que ha echado a andar. Yo me alegro !!!

    Saludos,

    Jose Rodriguez

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