Posted by : Unknown miércoles, 9 de diciembre de 2015


foto: noticierodigital.com
Como si no hubiera sido suficiente con el revés argentino, ahora la izquierda latinoamericana siente el sabor amargo de la derrota chavista en las parlamentarias del 6 de diciembre, proceso, vale decirlo, organizado por el Consejo Nacional Electoral de manera impecable según los observadores más serios.

Pareciera que son necesarias las adversidades para que las Revoluciones encuentren su camino. “Es tiempo de renacimiento desde las dificultades”, dijo el presidente Maduro, tras aceptar los resultados con una serenidad ante la derrota que ya quisieran sus enemigos, quienes, por cierto, estratégicamente sustentaron su campaña en el juego sucio de fomentar los desabastecimientos y la inseguridad, y aprovecharon además las bondades de un sistema electoral donde el voto por lista de partidos se tornó clave.

Ahora que la oposición es mayoría en la Asamblea Nacional, está por ver cuanto de Unidad y de Democracia tiene realmente un bloque prácticamente ausente en actos proselitistas previos a los comicios de este domingo. Ciertamente no los necesitaba. Obraron a su favor las dificultades económicas de un país sometido a un sórdido asedio económico por todos lados: Desde el sospechoso descenso de los precios del petróleo hasta la sangría del contrabando por la frontera colombiana.

Para los bolivarianos el panorama se complejiza mucho más porque el descalabro en las parlamentarias, pone al desnudo, sí, el daño de quienes convirtieron el legado de Hugo Chávez en campañismo y retórica. Dos males que hasta el advenimiento de la guerra económica de los últimos dos años habían permanecido ocultos en los altos ingresos de la renta petrolera.

La oposición controlando la Asamblea Nacional deja a Maduro sin la capacidad de echar mano a las leyes habilitantes y con la probabilidad futura de lidiar con la revocación de las ya aprobadas. La mayoría absoluta le da a la derecha armas legales para los votos de censura o la impugnación de ministros o magistrados. Habremos de esperar también la apertura de investigaciones a los representativos claves del ejecutivo, incluyendo al presidente. Poco importará si bajo cargo reales o ficticios el asunto será entorpecer la gobernabilidad del país.

Ahora más que nunca el camino de los cambios sociales en Venezuela se dirimirá en el campo de lo simbólico, lo económico y lo social. Tanto por el enfrentamiento ideológico que irá creciendo, como por la respuesta gubernamental que, quizás, podría venir en la apuesta por el poder popular y el protagonismo de los movimientos sociales.

El ejecutivo bolivariano tiene ante sí la posibilidad de capitalizar los choques duros del futuro apelando a los mecanismos de defensa de los logros sociales alcanzados y que eventualmente se verían amenazados desde el legislativo por la derecha, la cual ya no tendrá más la cómoda postura del negativismo de quien no tiene alguna cuota de poder.

Como aquel de Chávez en 1992, este podría ser un nuevo “por ahora” de la Revolución Bolivariana si es capaz de reponerse de uno de los golpes electorales más fuertes de su historia.

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