Posted by : Unknown miércoles, 3 de agosto de 2011

A todas luces el presidente cubano Raúl Castro, reservó todo su arsenal para, nuevamente, llamar a las cosas por su nombre al resumir la sesión ordinaria de mediados de año del Parlamento. Un momento que, al parecer, lo dedicará a hacer un juicio crítico sobre la situación nacional y las acciones futuras.

Desde luego que el relato sobre la injusticia cometida con una ciudadana “liberada” de su cargo por sus creencias religiosas, acaparó la atención del público. Sobre todo porque inmediatamente muchos recordaron casos similares y saludaron la determinación manifestada por Raúl impedir que situaciones como esas vuelvan a repetirse.

Francamente no hubiera querido estar en la piel de los funcionarios que cometieron semejante bajeza en el instante en que el General de Ejército lazó una frase lapidaria: “Yo no fui al Moncada para eso”, o cuando recordando a Frank País, cuyo padre era pastor de una iglesia bautista en Santiago de Cuba, dijo: “Frank creía en Dios y practicaba su religión, que yo sepa nunca dejó de hacerlo ¿Qué hubieran hecho ustedes con Frank País?”.

Honestamente de haber estado sido yo, habría renunciado  y me hubiera ido a trabajar al lugar me oscuro del mundo. Quiero creer que los aludidos hayan por lo menos la mitad de algo parecido.

Al mismo tiempo, y quizás más rápido de lo esperado, el mandatario cubano se refirió a los cambios que se avecinan en el conjunto de normativas migratorias del país. No por gusto empleó los términos “actualización”, primero y solo después habló de “flexibilización” de la política migratoria vigente.

Actualizar porque no se trata de eliminar todo lo existente sino de atemperarlo a la realidad histórica de hoy, la cual muestra una emigración eminentemente económica, deseosa de mantener los lazos con su país de origen. Ahora bien, el mismo término induce a pensar que las transformaciones serán graduales y a un ritmo que le permita a la economía soportar un eventual flujo de divisas hacia el exterior. Sin obviar por supuesto la protección de capital humano nacional ante fenómenos globales como el robo de cerebros.

Igualmente lo adelantado por nuestro General-Presidente supone que en relación con la emigración hacia los Estados Unidos no habrá demasiados cambios, no ya por las indiscutibles motivaciones políticas, sino porque la existencia de la Ley de Ajuste Cubano le impide a Cuba avanzar mucho más sin menoscabar su independencia. Otra cosa sería una soberana ingenuidad frente a un adversario que se ha valido siempre del tema migratorio para enrarecer el clima político bilateral.

En las propias palabras de Raúl quedó claro que varias de las transformaciones aplicadas, sobre todo en el terreno económico no han tenido un impacto mucho más positivo por los funcionarios “retrancas” de estos tiempos, esos que quieren que todo siga como hasta ahora. Si no, fueran otros los resultados en la producción de alimentos y en el impostergable apoyo al ejercicio del trabajo por cuenta propia.

La larga fila que vi en una tienda tras la rebaja a los precios de varios de los instrumentos para uso doméstico o en la agricultura fue la mejor confirmación de la voluntad de la Revolución de corregir sobre la marcha cualquier tipo de medida errada, como era en este caso las cotizaciones algo tan necesario para un agricultor como un machete.

Así las cosas, nos quedó un agradable sabor tras este discurso de Raúl. No solo porque reafirmó su propósito de arrasar con “la inercia, el inmovilismo, la simulación o doble moral, la indiferencia e insensibilidad”, con lo cual continuó demostrando su acostumbrado dominio de la situación, o lo que es lo mismo que tiene “al sartén por el mango”.

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