36 noviembres para 37
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Noviembre no siempre huele a lluvia, a hojas caídas, a viento que desordena
las ropas y las manda a volar muy lejos. Noviembre, mes de los rojos y
amarillo...
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- La Ciénaga: Sigo creyendo en los sueños
Posted by : Unknown
martes, 26 de marzo de 2013
“Vengo de allá de la ciénaga, del redimido pantano”, la frase del Indio Naborit es demasiado buena como para no repetirla pues así regreso yo también: con un montón de historias; unas se deslizarán como susurros tornándose en palabras y otras se me quedarán muy dentro del pecho. Vuelvo reafirmándome en la fe en los sueños, sin importar el cansancio, los prejuicios, los miedos, las dudas, los arranques o las heridas del pasado que de vez en cuando duelen por debajo de las cicatrices.
Fui a la Ciénaga de Zapata tras los pasos de los milicianos y las mil y una anécdotas leídas sobre la temeridad de aquellos que, tras los cañones de una “cuatro bocas”, se batieron contra los mercenarios a una edad en que uno apena piensa cuando tendrá su primera vez.
Desde el arribo al Central Australia late el recuerdo de las épicas escenas de abril de 1961 en tarjas a veces con un solo nombre quizás aludiendo algún ametrallamiento de aeronaves que atacaban con falsas insignias cubanas. Pero en los accesos a Playa Larga y Playa Girón, las listas empotradas en las losas prefabricadas crecen en una señal inequívoca del fragor de los combates ocurridos hace más de 50 años.
Mientras, en Sopillar, bulle todavía la huella de una cena nunca vista en estos previos allá por 1959. Hasta allí llego Fidel para celebrar la Noche Buena hecho que marcó el fin del olvido del lugar.
“El cienaguero no vive en la ciudad pero tampoco es un campesino”, nos dicen. Tal vez porque allí la agricultura es escasa y la costumbre de cazar ha sobrevivido a los embates de la modernidad; o porque la gente vive con su propio ritmo y un sentido del respeto hacia lo ajeno que deja poca oportunidad a algún forastero que pretenda alterar la paz de unos asentamientos y poblados donde prácticamente todo el mundo se conoce.
La ciénaga es Amado un viejo carbonero que una vez fue patrón de barco y tiene el mismo semblante serio pero profundo del que hablara Onelio Jorge Cardoso en sus cuentos. La ciénaga también es el Korimakao, un conjunto que está defendiendo un sentido de hacer arte en peligro de extinción.
Pero la Ciénaga, para mí, también fue abrazar a los amigos y hacer nuevos. Fue escuchar y opinar sobre el país y la blogosfera que tenemos y queremos. La ciénaga fue sobre todo seguir aprendiendo a ser feliz.
Fui a la Ciénaga de Zapata tras los pasos de los milicianos y las mil y una anécdotas leídas sobre la temeridad de aquellos que, tras los cañones de una “cuatro bocas”, se batieron contra los mercenarios a una edad en que uno apena piensa cuando tendrá su primera vez.
Desde el arribo al Central Australia late el recuerdo de las épicas escenas de abril de 1961 en tarjas a veces con un solo nombre quizás aludiendo algún ametrallamiento de aeronaves que atacaban con falsas insignias cubanas. Pero en los accesos a Playa Larga y Playa Girón, las listas empotradas en las losas prefabricadas crecen en una señal inequívoca del fragor de los combates ocurridos hace más de 50 años.
Mientras, en Sopillar, bulle todavía la huella de una cena nunca vista en estos previos allá por 1959. Hasta allí llego Fidel para celebrar la Noche Buena hecho que marcó el fin del olvido del lugar.
“El cienaguero no vive en la ciudad pero tampoco es un campesino”, nos dicen. Tal vez porque allí la agricultura es escasa y la costumbre de cazar ha sobrevivido a los embates de la modernidad; o porque la gente vive con su propio ritmo y un sentido del respeto hacia lo ajeno que deja poca oportunidad a algún forastero que pretenda alterar la paz de unos asentamientos y poblados donde prácticamente todo el mundo se conoce.
La ciénaga es Amado un viejo carbonero que una vez fue patrón de barco y tiene el mismo semblante serio pero profundo del que hablara Onelio Jorge Cardoso en sus cuentos. La ciénaga también es el Korimakao, un conjunto que está defendiendo un sentido de hacer arte en peligro de extinción.
Pero la Ciénaga, para mí, también fue abrazar a los amigos y hacer nuevos. Fue escuchar y opinar sobre el país y la blogosfera que tenemos y queremos. La ciénaga fue sobre todo seguir aprendiendo a ser feliz.
Amigo del alma, tus palabras me han sido luz esta mañana, cuánta añoranza. Con gente como tú y la Bet, y el resto de esta tropa genial, se aprende a ser feliz sin mucho esfuerzo. Un abrazo grande.